Pueblos de vértigo: 10 villas elevadas sobre acantilados que cortan la respiración
Asomados al mar o a profundos barrancos, estos son algunos de los pueblos más impresionantes de España que se alzan sobre acantilados
Aunque nos suena a costa y a mar, acantilado es también, y lo dice la RAE, cualquier escarpa casi vertical en un terreno. Desde estas atalayas, sean de litoral o de interior, numerosos pueblos han vigilado sus territorios y se han defendido de los ataques de sus enemigos, aunque para ello hayan tenido que construir sus castillos, casas e iglesias prácticamente en equilibrio.
Asomados al mar o a valles y barrancos, estos son algunos de los pueblos más impactantes que se alzan sobre acantilados.
Siurana (Tarragona)
En la comarca del Priorat, Siurana es uno de los pueblos más bonitos de Tarragona que, además, tiene como característica su peculiar ubicación.
Encaramado en un peñón de roca caliza, en el extremo este de la sierra de Pradés y a 700 metros de altitud, Siurana está rodeada por el torrente de Estopinyà, lo que le permite disfrutar de una espectacular panorámica del valle del río Siurana y de su embalse.
Precisamente en estos acantilados la reina mora Abdelazia prefirió despeñarse, a lomos de su caballo, antes de someterse a los cristianos. La huella de la herradura del animal puede verse aún hoy en el paraje natural conocido como el Salto de la Reina Mora.
Ronda (Málaga)
Un profundo desfiladero de más de 150 metros de profundidad divide en dos la ciudad malagueña de Ronda, haciendo de ella una de las más impresionantes que podemos encontrar sobre un acantilado en España.
El Tajo del Ronda separa el casco antiguo, de reminiscencias árabes y trazado medieval, al sur del río Guadalevín, de la Ronda más moderna, la que surgió a partir del siglo XVI y que se despliega al norte de este cauce.
Diversos puentes unen estas dos mitades de la localidad, en plena Serranía de Ronda y a pocos kilómetros de la Costa del Sol, con sus playas y preciosos pueblos blancos.
También llamada ‘ciudad de los castillos’, la atalaya natural se defendía por una alcazaba de la que aún se conservan murallas y puertas como la del Almocábar, del siglo XIII, y la de Ixijara, que conducía a la judería.
Casas solariegas, iglesias, palacetes y tres puentes -el Árabe, el Viejo y el Nuevo, este último una colosal obra de ingeniería de 98 metros de altura y 70 de longitud levantado en el siglo XVIII- completan el paisaje de Ronda, con la antigua Casa Consistorial, hoy Parador de Turismo, dominando el cortado, uno de los acantilados más fotogénicos de España.
Castellfollit de la Roca (Girona)
Castellfollit de la Roca es un pueblo pequeño; de hecho, el más pequeño en extensión de la comarca de La Garrotxa y uno de los más pequeños de Cataluña.
Destaca, sin embargo, por asentarse sobre un imponente riscal basáltico de 50 metros de altura que le permite disfrutar hermosas vistas a los valles de los ríos Fluvià y Toronell.
De sabor medieval y calles estrechas, en su perfil destacan el campanario de la iglesia de Sant Salvador y el reloj de la torre de Sant Roc, que marca el ritmo de este pueblo que parece flotar sobre abruptos riscos flanqueado por los paisajes del Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa a ambos lados.
Frías (Burgos)
En pleno valle del Ebro, sobre un peñasco desde el que se domina todo el territorio, emerge la inconfundible silueta de Frías, a 550 metros sobre el nivel del mar.
Arriba, el castillo, abajo, las casas, apiñadas en torno a la calle mayor en una imagen que las deja prácticamente colgadas sobre el precipicio desafiando la ley de la gravedad y haciendo de esta una de las postales más impactantes de Burgos.
Esta particular ubicación, con algunas de las casas directamente excavadas sobre la roca, hizo que Frías no necesitase nunca una muralla, tan solo una defensa a lo largo de la calle del Mercado, donde se abrió la puerta de la Cadena, de la que aún hoy se conservan restos.
Los barrios de La Muela, con el castillo y la iglesia de San Vicente, San Juan y la antigua judería y el barrio Castellano son las zonas en las que se divide la localidad.
Entre sus riquezas, la iglesia de San Vicente, cuya portada original está hoy en el Museo de Claustros de Nueva York, la iglesia de San Vitores y los conventos de San Francisco y de Santa María de Vadillo, así como su puente medieval.
Arcos de la Frontera (Cádiz)
En la sierra de Cádiz, formando parte de su preciosa ruta de pueblos blancos, Arcos de la Frontera aparece encaramada en un acantilado desde el que se asoma al río Guadelete.
Todo el centro histórico se ubica sobre este espolón rocoso, que se corta de forma abrupta en dos de sus lados (la Peña Vieja y la Peña Nueva) y que se eleva sobre un amplio meandro que forma el río Guadalete para salvar este obstáculo.
Frontera entre Castilla y Granada entre 1248 y 1492, la influencia de las culturas árabe y cristiana están presentes en las calles y edificios más emblemáticos de Arcos de la Frontera, como el castillo de los Duques de Arcos, la basílica de Santa María de la Asunción, el Palacio del Mayorazgo, la Iglesia de San Pedro y la Puerta de Matrera.
Además, hay que acercarse a conocer la Playa de Arcos, los miradores de Abades y Peña Vieja y los embalses de Arcos y Arcos Reservoir.
Rello (Soria)
La diminuta población de Rello, en Soria (14 habitantes censados en 2022) se concentra en lo alto de un peñón de roca caliza ubicado en los Altos de Barahona en la Hoz del rio Escalote.
Rodeado por una muralla que protege la villa, sus calles estrechas y empedradas de origen medieval y vistosas casas señoriales nos transportan a tiempos pasados de mayor esplendor.
Rello está declarado Bien de Interés Cultural y Conjunto Histórico y es uno de los pueblos de Soria que mejor conserva su muralla.
Alquézar (Huesca)
Ubicada en el Somontano, a 48 km de la ciudad de Huesca, la preciosa villa de Alquézar está encaramada en una colina a 660 metros, una posición que le permite dominar un bellísimo paisaje modelado por el río Vero, donde destaca un cañón idea para la práctica del barranquismo, pero también cuevas de arte rupestre e impactantes paredes de piedra.
Declarado Conjunto Histórico-Artístico, además de dejarse llevar por sus calles estrechas e irregulares, hay que visitar el castillo y la majestuosa Colegiata de Santa María, ambos de estilo románico.
También la parroquia de San Miguel y la Plaza Vieja porticada, a la que hay que acceder por el portalón gótico, puerta de entrada a la antigua villa. Te garantizamos el ‘efecto WOW’.
Liétor (Albacete)
A 61 km de la ciudad de Albacete, la localidad de Liétor es una de las más hermosas de la provincia que destaca por su ubicación en lo alto de un cerro rocoso sobre el río Mundo.
Además de disfrutar de las vistas, en Liétor hay que visitar la Iglesia de Santiago Apóstol y su magnífico retablo barroco de la Capilla del Espino, el Convento de San Juan de la Cruz y la Ermita de Belén, declarada Monumento Histórico Artístico, que guarda en su interior fantásticos murales del siglo XVIII.
La Casa de Rodríguez de Escobar, un molino harinero y los escenarios de la película Amanece que no es poco que José Luis Cuerda rodón en parte en la localidad son otros de los atractivos que no hay que perderse.
Albarracín (Teruel)
Entre la sierra de Albarracín y los Montes Universales, en un giro que hace del Guadalaviar en Teruel, se encuentra el pueblo de Albarracín, un pueblo ideal para reencontrarse con la historia y que forma parte de la Ruta del Cid.
De hecho, el excelente estado de conservación de su casco histórico, sus cúpulas y las murallas que lo rodean permiten tener una idea bastante certera de los tiempos en que Rodrigo Díaz de Vivar cabalgaba como mercenario en la difusa frontera entre los reinos cristianos y árabes.
Propuesta para ser declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO por la belleza e importancia de su patrimonio histórico y dentro del club de los Pueblos Más Bonitos de España desde su creación, Albarracín espera al visitante encaramado en un peñón y rodeado por el río, sobre el que cuelgan varias de las casas del pueblo.
Cuenca
No es un pueblo sino toda una ciudad, pero no por ello es menos impresionante el trazado de Cuenca, con el casco histórico elevado sobre un profundo desfiladero por el que discurre el río Huécar.
El gran símbolo de la ciudad, de hecho, son las Casas Colgadas que penden hacia este acantilado, de las que se conservan tres visitables: la Casa de la Sirena (que alberga dos restaurantes comandados por el reputado chef Jesús Segura, el restaurante gastronómico Casas Colgadas y La Casa de la Sirena, de menú más asequible pero igualmente convincente) y las Casas del Rey, donde se ubica el Museo de Arte Abstracto Español, con obras de artistas tan famosos como Tápies, Chillida o Saura.
Para obtener unas fotos espectaculares de las Casas y el precipicio conquense hay que cruzar la pasarela de hierro del puente de San Pablo y llegar al Convento de San Pablo, que aloja el Parador, uno de los mejores sitios para alojarse en la ciudad.
Desde hace unos meses, las hoces sobre el Huécar también se puede sobrevolar, gracias a la tirolina urbana doble más larga de Europa, con un recorrido de 445 metros, a 120 metros de altura y que se recorre a 75 km por hora.