Sierra de Francia: ruta de leyendas y misterio por los pueblos más bonitos de Salamanca

Secretos escondidos, rincones remotos y lugares mágicos hacen de pueblos como Sequeros, Mogarraz y La Alberca una escapada perfecta para el otoño

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Aunque no llega al extremo de poder considerarse un estado mental, la Sierra de Francia es mucho más que una comarca enclavada en Salamanca, en el corazón de la Península Ibérica. De hecho, este conjunto de preciosos pueblos de arquitectura serrana entre valles salpicados de castillos y yacimientos arqueológicos no se corresponden con ninguna división administrativa, sino más bien es una demarcación histórico-tradicional que obedece a una identidad.

Encajonado al sur de la provincia, la belleza natural del Parque Natural de las Batuecas-Sierra de Francia en el que se enmarca rivaliza con la de sus municipios (seis de ellos declarados Conjuntos Históricos Artísticos y tres en la red de Los Pueblos Más Bonitos de España).

En la Sierra de Francia montañas, bosques, ríos y paisajes tan cautivadores como el Meandro del Melero se combinan con murallas centenarias, antiguas fortalezas, palacios, casas blasonadas, iglesias con artesonados mudéjares y yacimientos arqueológicos para dibujar algunos de los rincones más hermosos de Castilla y León.

Miranda del Castañar, en la Sierra de Francia.
Miranda del Castañar. Foto: Javier Prieto Gallego.

Mogarraz y el árbol de las ‘buenas noches’

Conjunto Histórico Artístico desde 1986, Mogarraz es uno de los pueblos más bonitos de la Sierra de Francia y de todo el país (incluido en la asociación de Los Pueblos más Bonitos de España).

Tradiciones que aún se mantienen vivas como el bordado serrano y la joyería (pueden rastrearse en el Museo Etnográfico-Casa de las Artesanías) o sus más de 400 caños y fuentes centenarias justifican esta afirmación, que aún se queda corta para definir este pueblo rodeado de bosques atlánticos de robles y castaños, con calles estrechas y sinuosas y atractivos como la iglesia de Nuestra Señora de las Nieves, la cruz de los judíos, el Calvario o los curiosos retratos de vecinos que adornan las fachadas.

La localidad también tiene una curiosa leyenda que habla de una joven bereber, Aixa, quien, para escapar de un matrimonio no deseado orquestado mediante artimañas (y que incluía la muerte del enamorado y del padre de la muchacha), huyó al bosque donde logró convertirse en árbol con la ayuda de un hechicero.

Mogarraz, en la Sierra de Francia
Mogarraz. Foto: Mancomunidad de la Sierra de Francia.

Esta leyenda al estilo de Apolo y Dafne en versión serrana continuó siglos después, cuando un arriero conocido como El Mañas, conmovido por esta leyenda, se aventuró en el bosque de Mogarraz, localizó el árbol y le deseó buenas noches en un intento por romper el encantamiento.

Aixa emergió fugazmente entre resplandecientes luces blancas pero el arriero, presa del terror, huyó precipitadamente hacia el pueblo para compartir su asombroso encuentro por lo que no se completó la ruptura del sortilegio.

Aún hoy y ha desaparecido el árbol, un castaño, hay quien dice que en las noches se puede oír el lamento de Aixa, atrapada entre los árboles del bosque de Mogarraz, aguardando a que alguien la libere finalmente de su encantamiento.

Sierra de Francia.
Paisajes de la Sierra de Francia.

Sequeros y la ‘moza santa’

Encaramado a 950 metros de altura, lo que le ha valido el título de ‘Mirador de la Sierra’, Sequeros es una magnífica atalaya para contemplar la Sierra de Francia, sobre todo desde el Mirador de la Cruz.

Su coqueto casco urbano tiene huellas de las culturas árabe y judía, con callejuelas verdaderamente estrechas como la del Infernillo o la del Concejo, donde las balconadas enfrentadas están a punto de rozarse, y con rincones como la plaza Eloy Bullón o la iglesia parroquial.

Declarado Conjunto Histórico en 2004, el pueblo custodia dos edificios declarados de Bien Cultural: una de las pocas plazas de toros de la zona y un teatro que sigue empleándose para diferentes actividades culturales.

Sequeros, en la Sierra de Francia
Sequeros. Foto: Javier Prieto Gallego.

Pero también atesora una sorprendente leyenda, la de Juana Hernández, quien en 1424 se levantó en su propio funeral para anunciar que se descubriría una imagen de la Virgen.

La imagen a la que se refería esta mujer, conocida luego como ‘La Moza Santa de Sequeros’, a la que se había dado erróneamente por muerta, era la de Nuestra Señora de la Peña de Francia, que finalmente fue encontrada en 1434 por el monje francés Simón Vela, siguiendo la aparición de la Virgen a este último.

En la actualidad, es posible visitar la casa de la Moza Santa en Sequeros, mientras que sus reliquias reposan en la Ermita de la Virgen del Robledo, lo que da lugar a una leyenda verdaderamente fascinante.

Ermita de la Virgen del Robledo
Ermita de la Virgen del Robledo. Foto: Mancomunidad de Municipios de la Sierra de Francia.

La ‘mujé’ de ánimas en La Alberca

Más conocido, La Alberca, en el corazón de la Sierra de Francia, presume de ser el primer pueblo español declarado Conjunto Histórico, en 1940, y además figura también en el club que reúne a los municipios más hermosos de España.

Y es que es un pueblo totalmente encantador, con sus calles de piedra, sus casas con entramados de madera y sus balcones siempre llenos de flores, además de Plaza Mayor con soportales e hileras de columnas y los dinteles cincelados con fechas, inscripciones, signos y anagramas religiosos que saludan a cada paso.

No hay que perderse el antiguo Hospital de Peregrinos y el que alberga el actual Ayuntamiento, además de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, del siglo XVIII, en la que destaca un púlpito de piedra del siglo XVI.

La Alberca
Soportales de la plaza Mayor de La Alberca. Foto: ©Javier Prieto Gallego.

Además, el pueblo, de unos mil habitantes en la actualidad, tiene una larga tradición de artesanía textil, con exponentes como los trajes de vistas con bordados de vivos colores que suelen decorar los balcones en la fiesta de Corpus.

Más oscura es la tradición de la ‘mujé’ de las ánimas, una costumbre que data del siglo XVI y una suerte de culto a la muerte, un rito a medio camino entre lo sagrado y lo profano que ha logrado perdurar con un halo de misticismo a su alrededor.

Se trata de un recorrido, realizado por esta moza o ‘mujé’ de ánimas, que sale cada viernes del año al atardecer, haga frío o calor, llueva o truene, portando un candil y una esquila que hace sonar en determinadas esquinas mientras rezan por las almas de quienes están en el purgatorio.

También recuperada en otras localidades como Mogarraz, la costumbre sigue hoy vigente y, según cuenta la leyenda, tan solo una vez en la historia la moza no cumplió con el recorrido. Fuera por las malas condiciones de la noche o, como cuentan, porque fue asesinada misteriosamente, el caso es que los vecinos aseguraron que esa noche habían escuchado el sonido de la esquila tan claramente como cualquier otra, lo que agrega un misterio adicional a esta enigmática tradición que perdura en la región.

Noche de las Almas Blancas en Mogarraz
Noche de las Almas Blancas en Mogarraz. Foto: Pedro M. Iglesias.

En la actualidad, doce mujeres se turnan para llevar a cabo esta tarea, dedicando un mes cada una para responder a una manda (promesa), como muestra de gratitud por peticiones cumplidas o simplemente por devoción.

Por su parte, la localidad de Mogarraz ensalza esta costumbre en la Noche de las Almas Blancas, que se celebra el 1 noviembre (el Día de Todos los Santos) con una procesión encabezada por la ‘moza de ánimas’, vestida con mantilla, saya, blusa y mantón, todo negro, recorre el pueblo iluminado por cientos de velas blancas que simbolizan las almas de los difuntos.

San Martín del Castañar

Otra de las paradas imprescindibles en la Sierra de Francia está en San Martín del Castañar, declarado Conjunto Histórico Artístico en 1982 gracias al buen estado de edificios como el castillo medieval, con el arco apuntado de la entrada, las murallas y la torre del homenaje que funciona como mirador, la iglesia de San Martín de Tours, del siglo XIII y la plaza de toros, del siglo XVIII.

Foto: Ayuntamiento San Martín del Castañar.

Cerca, las aguas del arroyo Canderuelo dejan a su paso pozas y cascadas que son especialmente buscadas por residentes y visitantes en verano. En la zona está el yacimiento visigodo de La Legoriza, rodeado de olivares y molinos harineros.

Miranda del Castañar

Conjunto Históricos de la Mancomunidad de la Sierra de Francia desde 1970, Miranda del Castañar es una preciosa villa medieval que respira pasado y nobleza en cada calle y en cada esquina.

Ubicado en una loma abrupta y en el cruce entre los ríos Francia y Alagón, su antiguo casco urbano fue inexpugnable durante generaciones y, de hecho, sus murallas y su castillo medieval del siglo XV (castillo de los Zúñiga) destacan entre sus principales atractivos, así como las casas de arquitectura popular serrana.

Miranda del Castañar
Miranda del Castañar. Foto: Mancomunidad de los pueblos de la Sierra de Francia.

Paseando por sus calles nos toparemos con palacetes blasonados, así como una interesante iglesia gótica, la Cárcel Real, la Alhóndiga donde se compraba, vendía y almacenaba trigo, hoy convertida en Ayuntamiento, y la plaza, del siglo XVI, acondicionada para convertirse en plaza de toros (la segunda más antigua de España).

Además, de este pueblo parte El camino de los prodigios, una interesante ruta circular a pie de alrededor de 11 km salpicada de obras de arte que se funden con la naturaleza.

Garcibuey

Fiel ejemplo de la arquitectura serrana con sus casas de pizarra, adobe y piedra, la iglesia románica de San Andrés, la ermita del Humilladero o las cercanas pinturas rupestres de la Hoyita del Coscorrón, Garcibuey es un vestigio del tiempo de obligada visita.

Garcibuey. Foto: ©Javier Prieto Gallego.

Y es que en este valle podemos asomarnos en poco tiempo a las pinturas rupestres de la Edad del Bronce pero también a un interesante circuito de arte urbano con 19 murales de formatos medio y grande, donde se mezclan retratos hiperrealistas, pinturas naif o animales de estética steampunk.

Villanueva del Conde

También Conjunto Histórico Artístico, en el cuidado casco histórico de Villanueva del Conde las casas tienen patios interiores, llamados huertinas, a las que solo se pueden acceder desde las viviendas o a través de un entramado de callejas.

Es una de las particularidades de este municipio, como también sus fachadas con pórticos de piedra, escaleras exteriores y paredes de tramonera (con entramado de madera).

Olmo e iglesia de San Sebastián y San Fabián en Villanueva del Conde. Foto: ©Javier Prieto Gallego.

La tradición del bordado se ha reinterpretado con esgrafiados y mosaicos que adornan varias de las casas, transformando así espacios emblemáticos en nuevos espacios de encuentro entre diferentes tradiciones artísticas.

Se trata, además, de un buen lugar desde disfrutar de la naturaleza con los senderos, huertas y bancales de vides y bosques de robles, alcornoques y madroños bañados de jaras y tomillos.

Herguijuela de la Sierra

Pinturas rupestres, en cambio, es lo que puede encontrarse en el Risco de los Altares, cerca de Herguijuela de la Sierra, en un valle donde suelen aparecer huellas fosilizadas de antiguos tribolites.

Herguijuela de la Sierra. Foto: ©Javier Prieto Gallego.

Monjes basilios e incluso un antiguo convento medieval que pende de un precipicio a escasos kilómetros de la localidad son otros reclamos de este pueblo de empinadas calles y arquitectura popular, que tiene una iglesia de siglo XVI dedicada a Nuestra Señora de la Asunción y un olmo que domina la plaza y que solía ser el centro de vida social.

Las Casas del Conde

En la margen izquierda del río Francia se encuentra esta localidad que goza de un microclima que permite crecer los narcisos en enero, así como bancales de olivos y vides que comparten los huertos con árboles frutales; mientras que alrededor del pueblo se encuentran bosques de robles, castaños, alisos y fresnos.

Las Casas del Conde. Foto: ©Javier Prieto Gallego.

Las calles, irregulares y paralelas al río, suelen desembocar en antiguas cruces de piedra que conducen al Calvario. No pierdas de vista los balcones tapizados de geranios de colores.

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