Playas infinitas, cócteles al atardecer y una oda al atún en Conil de la Frontera
Coger olas en la playa de Fuente del Gallo, cocinar un arroz, comer atún hasta hartarse o ver el atardecer desde el rooftop de moda: pequeños y grandes placeres en la Costa de la Luz
A un lado, la playa de la Fuente del Gallo. A otro, la de la Fontanilla. En medio, una de las mejores azoteas desde las que disfrutar de la mágica luz de Cádiz al atardecer, con el sol hundiéndose en el horizonte, increíbles vistas a los acantilados y las calas de Roche, música en directo y un cóctel dee autor en la mano o, lo que es lo mismo, el mismo cielo.
Y es que Heaven (B-Heaven para ser exactos) se llama este rooftop que corona el hotel Barceló Conil Playa, un edificio blanco, de arquitectura orgánica y escalonada, que se desliza hacia el mar integrándose en el paisaje de pitas, enebros, pinos, arenas doradas y aguas turquesas que resplandece especialmente en las últimas horas de la tarde.
Un hotel sobre los acantilados de Conil
De cuatro estrellas y entre los mejores Adults Recommended de Cádiz, el hotel emerge de los famosos acantilados de Conil como un perfecto refugio: lo suficientemente cerca como para disfrutar del bullicio veraniego de Conil, lo suficientemente lejos como para descansar escuchando solo el rumor de las olas.
También con vistas al mar, sus piscinas: entre las que destacan una tipo playa de 500 metros cuadrados junto a un snack bar y otra de estilo infinity en la azotea y de uso exclusivo para los clientes Premium Level, desde donde se observa otra magnífica panorámica, ya sea desde el agua o desde alguna de sus camas balinesas.
El apartado gastronómico, comandado por el chef Raúl Ruiz Chacón, es otro de sus puntos fuertes, especialmente en su restaurante Atunante, de elegante sala e inspirado en el mar y la pesca tradicional del atún rojo que, cada año, en su recorrido de miles de kilómetros desde el mar del Norte al cálido Mediterráneo en cuyas aguas se reproducen, cae en las almadrabas de los pescadores gaditanos.
Y de sus redes, a Atunante, dando lugar a diferentes elaboraciones según sus cortes, como el tartar de atún toro y lomo crudo, el tarantelo, el tataki de atún con teriyaki y el sashimi con esfera de yuzu.
Culto al atún de almadraba
La carta, que se nutre además de los productos que salen de la huerta de Conil, como el excelente tomate conileño, incluye también platos de carne, desde solomillo de ternera gallega a lomo de retinto, paletilla de lechal y presa ibérica.
En este mismo espacio, otra carta, Atunante per Amore, ofrece platos italianos incluidas pastas artesanas y vinos del Bel Paese.
Abierto a alojados y no alojados al igual que Atunante encontramos Arrozante, un concepto diseñado por el campeón mundial de paellas Carlos Otaola y presente ya en diversos hoteles de la cadena.
Absoluto culto al arroz– se trabaja con la variedad bombita cultivada en exclusiva para Barceló por Molino Roca en arrozales valencianos- en este restaurante no solo se degustan deliciosos arroces como el del senyoret, de calamares y gamba roja, negro con carabineros, paella ibérica con presa, chorizo y jamón, con bogavante y alcachofas o el caldoso.
Además, se puede aprender a hacerlos, gracias a un original y sabroso taller de elaboración que incluye la receta, los ingredientes y una clase práctica y que termina, cómo no, degustando la propia creación.
De playa en playa
A pocos metros del hotel, una de las playas más increíbles de Conil, Fuente del Gallo. Enmarcada por unos acantilados que se iluminan en preciosas tonalidades doradas cuando cae el sol, su arena fina y sus aguas cristalinas invitan al relax, especialmente con marea baja, ya que se acorta bastante cuando sube. También es perfecta cuando sopla el levante, ya que la pared rocosa la resguarda.
Un paseo de apenas 20 minutos nos conduce a Conil a través de un sendero que bordea el mar o, directamente, de la playa de La Fontanilla, otra de las preferidas de la localidad (suma la nada desdeñosa cifra de 14 km de arenales) por la calidad del agua y la arena y por sus servicios.
Aquí se instalan, además, algunos de los mejores restaurantes de Conil, como El Roqueo, abierto todo el año y con chiringuito en verano para un picoteo o unas cervezas al atardecer, La Ola y Feduchy Playa, ideal para las copas que se alargan y para disfrutar del atardecer cómodamente instalados en alguno de sus pufs.
Un pueblo blanco
El camino desemboca en el paseo marítimo de Conil con la playa urbana, a la que se accede por pasarelas salvando las marismas, y el mercadillo de artesanía, bisutería, objetos de decoración y complementos.
Desde aquí también se obtiene una buena panorámica del pueblo, que pese al creciente turismo conserva su sabor marinero, con sus casitas blancas arracimadas entre las que destacan las pinceladas verdes de las palmeras.
Subiendo casi por cualquiera de sus callecitas se llega a La Chanca, un centro de interpretación que permite adentrarse en el milenario arte de la almadraba (heredado de los fenicios), pero también en cómo el atún y su pesca ha estado intrínsecamente ligado a esta localidad.
Tras sus gruesos muros y en su estructura de aire militar levantada a mediados del siglo XVI se desarrollaba toda la actividad relacionada con la elaboración y conservación del atún, pero también se guardaban las artes de pesca, barcas y material en las épocas en las que estaba desarmada la almadraba, histórica propiedad de la Casa Ducal de Medina Sidonia.
Muy cerca, la hermosa iglesia de Santa Catalina, del siglo XIV, que hoy acoge exposiciones, cursos, conferencias, proyecciones, representaciones teatrales y actuaciones musicales, y la Torre de Guzmán, mandada construir en el siglo XIII por Alfonzo Pérez de Guzmán (Guzmán el Bueno) como parte de un castillo que daría lugar a la población y que incluye en su parte más elevada uno de los mejores miradores de Conil.
En el mismo recinto de la torre, centro neurálgico del pueblo, y entre heladerías, tascas y restaurantes, se encuentra el curioso Museo de Raíces Conileñas, un proyecto que busca difundir las tradiciones locales mediante la recreación de una casa conileña antigua, pero también fotografías y objetos que hablan de costumbres, oficios y tiempos pasados.
De la pizza negra a la cerámica: las sorpresas en Conil
Hasta el arco que marca la Puerta de la Villa, del siglo XVI, se extiende la maraña de calles que compone el centro histórico.
No hay más que perderse para toparse con preciosos rincones como la fachada tras las que se abre la gintonería La Bugavilla (calle Señores Curas) y que no puede hacer más honor a su nombre.
Más negocios se alojan en antiguos palacios nobles, como el restaurante El Escondite (General Gabino Aranda, 13) con un precioso y exuberante patio interior o las coquetas tiendas de alpargatas, cestas y cerámicas, un negocio por el que también es muy conocido Conil, y que se mantiene a través de talleres artesanos.
Y aunque Conil sabe a atún en sus mil y una formas, también lo hace a coquinas y cazón en adobo, a calamares rellenos, a chocos con patatas, a arroz con cardillo y a deliciosas frituras de pescado, como las que sirven en Los Hermanos (no te pierdas las tortillitas de camarones), el bar Palo Palo, La Diligencia, La Cachorra Perdida o El Carruaje, con su fachada salpicada de macetas cuyas flores contrastan con el blanco omnipresente de las casas.
Más sorprendente, la trattoria y pizzería Anca Massa (Cadiz, 6), donde tomar las mejores pizzas de Conil, entre ellas elaboraciones gourmet o las preparadas sobre base negra.
También muy recomendable el Feduchy del pueblo, frente a la puerta de la villa (Pascual Junquera, 2) que se alza en un señorial edificio del siglo XVIII, la antigua Casa del Conde de Cinco Torres.
Y más innovador en recetas, aunque elaborado con ingredientes locales de primera, La Plazuela Gastrobar (Plaza de España, 15). Pídete un brioche de ropa vieja, unos tacos de costilla, media de ensaladilla o cualquiera de sus platos con atún de almadraba.
Justo al lado, perfecto para poner el broche a la noche, La Casa Inquieta (Plaza de España, 16), un lugar donde tomar una copa con terraza y patio interior que destaca especialmente por programar música en directo a diario. Y ya estaría el día perfecto en La Costa de la Luz.
Mañana tocará explorar la playa salvaje de de Castilnovo, las calas de del Pintor, la Cala Camacho o la del Aceite. Incluso las preciosísimas Calas de Roche. Da igual cuando leas esto; como decía Quique González en su canción Salitre nunca es primavera en Conil de la Frontera. Y nunca es primavera porque vive en un eterno verano (o, al menos, de febrero a noviembre).