Sevilla con Cristina Hoyos: un paseo por los lugares favoritos de la bailaora
De una tienda de mantones a un luthier pasando por el tablao flamenco de su museo, esta es la ruta de imprescindibles de la gran bailaora, coreógrafa y actriz Cristina Hoyos en su ciudad
Llega al final el espectáculo de las 19.00 horas de un sábado en el tablao del Museo del Baile Flamenco de Sevilla. Sobre el escenario, dos artistas al cante, uno a la guitarra y tres bailaores que han emocionado a la sala. Empiezan a hacerse gestos. Todo está listo. Su cara trasluce emoción y no sabemos por qué. De repente, la mismísima Cristina Hoyos que da nombre al museo está arriba. A sus 77 años, levanta los brazos y se une al baile, una alegría que ella misma ha coreografiado. Y se hace la magia.
Su pelo blanco en un moño, un mantoncillo liviano sobre los hombros, los ojos profundos enmarcados en negro, una enorme sonrisa en la cara. Sus manos se mueven libres y atrapan la mirada. Tienen algo especial que la edad no doblega. Será elegancia, será arte o será el duende que dicen los sevillanos.
La función acaba y estallan los aplausos. La maestra agradece y se baja del tablao. No volverá a subir aunque sigan resonando durante minutos las palmas. En las caras del público aún flota la sorpresa por lo que acabamos de vivir. Yo me retiro varias lágrimas de emoción. Procesando este verdadero regalo veo que se forma una larga fila y que Cristina Hoyos, con sonrisa inamovible, se dispone a hacerse todas las fotos que le pidan. Es el broche a un día increíble junto a una artista no menos increíble.
La Sevilla de Cristina Hoyos
Incluso a quien no sepa nada de flamenco, quien no haya visto un espectáculo en su vida ni sepa diferenciar soleás, bulerías y seguiriyas sabe quién es Cristina Hoyos.
O, aunque no lo sepa, ha visto su imagen.
Puede que en alguna película de la trilogía Bodas de Sangre, Carmen y El Amor Brujo que hizo con Antonio Gades bajo la dirección Carlos Saura. O quizás entrando a caballo en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona (ese vestido rojo y negro de flamenca, que se conserva en su museo sevillano, lo vieron 350 millones de personas en todo el mundo).
Bailaora, coreógrafa y actriz, directora del Ballet Flamenco de Andalucía, Premio Nacional de Danza, Medalla de oro de las Bellas Artes, esta artista que lo ha bailado todo, que lo ha ganado todo y que lo ha vivido todo es, además, una enamorada de Sevilla, “mi hogar, a donde mi corazón y mi arte pertenecen”.
La Sevilla de Cristina Hoyos, claro, es una Sevilla flamenca, de mantones y castañuelas, de trajes de volantes y batas de cola, de castañuelas y guitarras españolas, del barrio de Santa Cruz y de Triana.
Una ciudad que ahora está al alcance de cualquiera gracias a un mapa diseñado junto al hotel Barceló Sevilla Renacimiento y que descubre tesoros en forma de tiendas e instrumentos, rincones y bocados para conocer la Sevilla con más arte.
Los mantones más bonitos de Sevilla
En pleno centro, pocos pasos de la catedral y en el mar de callejuelas estrechas que serpentean por el casco histórico de Sevilla tenemos la primera parada: Juan Foronda (Argote de Molina, 20).
Esta tienda centenaria repleta de cajones de madera es un pequeño paraíso de sedas, mantillas y bordados que hoy regenta Juan, tercera generación de una familia dedicada en cuerpo y alma a los mantones.
Su patio típico con arcos y columnas es el lugar ideal para descubrir de dónde viene la tradición de esta pieza tan relacionada con el arte flamenco y que, pese a que conocemos como ‘mantones de Manila’, proceden en realidad de China, de donde embarcaban en Filipinas y llegaban a España vía México y Cuba.
Aún hoy pueden encontrarse aquí mantones del siglo XIX, algunos restaurados, con motivos chinescos, que luego las modas y gustos locales cambiarían por coloridas flores y pájaros y añadirían los clásicos flecos.
Bordados a mano, los mantones de Juan Foronda suben hoy a las pasarelas, no solo en los salones de moda flamenca como SIMOF, sino como complemento o convertidos en faldas, kimonos y vestidos por destacados diseñadores de España y del mundo.
Museo del Baile Flamenco
Sin salir del icónico barrio de Santa Cruz, entre la plaza de la Alfalfa y la catedral, encontramos el Museo del Baile Flamenco Cristina Hoyos (Manuel Rojas Marcos, 3).
Único espacio flamenco declarado por la Junta de Andalucía como lugar de interés turístico y el único museo del baile flamenco del mundo, entrar aquí es descubrir no solo la biografía de esta gran bailaora, sino abrir una puerta al mundo del flamenco, desde el árbol genealógico de los ‘palos’ a las facetas de este arte compuesto por baile, cante y guitarra, pasando por los orígenes y algunos de sus máximos exponentes.
Para “devolver al baile flamenco todo lo que me ha dado”, explica la propia Cristina Hoyos, y además hacerlo en su ciudad (de la que es hija predilecta), la bailaora escogió una casa-palacio del siglo XVIII, un edificio de cuatro plantas con su propio patio, reconvertido en tablao para acoger los espectáculos que cada día tienen lugar a las 17.00, a las 19.00 y a las 20.45 horas.
En el sótano, que desveló durante las obras de remodelación sillares romanos e íbero-romanos de entre los siglos V a.C. y III d.C., una bóveda de cañón cubre otro espacio donde igual se hacen espectáculos íntimos que se imparten conferencias sobre el flamenco.
En la planta baja, además del tablao que aparece rodeado de columnas de mármol rosa, el arquitecto Ignacio Morales incluyó una sala de ensayos donde los artistas, que cambian cada pocos días, crean y retocan sus números además de impartir clases a alumnos de todo el mundo.
Un piso más arriba, cinco salas y el claustro albergan el verdadero corazón del museo: un paseo audiovisual por la historia del baile flamenco que sirve para entender este arte así como la trayectoria de la impulsora del museo, con trajes y objetos originales empleados por Cristina Hoyos en sus actuaciones (ahí está el vestido de novia que usó para Bodas de Sangre o el rojo de los JJOO de Barcelona).
Una gran pantalla semicircular permite ver una coreografía del Ballet Cristina Hoyos con música de Manolo Sanlúcar que ofrece una dimensión más actual del flamenco.
En la última planta, una verdadera galería de arte con temática flamenca acoge la colección permanente y exposiciones temporales de pintura, escultura o fotografía deja ver cómo este arte influye en muchas otras disciplinas, desde el arte a la moda.
Abierto en 2006, el museo recibe actualmente 200.000 visitantes anuales y ofrece entradas tanto para la galería (10€) como para el espectáculo (25€) o bien combinadas (29€).
Trajes de flamenca que no son como los demás
Trajes de flamenca hay muchos, y Cristina Hoyos los ha lucido de todas las formas, colores y diseños a lo largo de su carrera.
En esta ruta se decanta por los vestidos de Cira India, un proyecto con alma y corazón impulsado por las hermanas Ferrater y que tiene su establecimiento muy cerca de las famosas Setas de la Encarnación, en la transitada calle Sierpes.
Los trajes que Toñi y Eva diseñan desde hace 23 años, cuando cambiaron el sector del mueble por la moda flamenca, se fabrican en la India, donde colaboran con un colectivo de mujeres encargándose de que cobren salarios justos que las permitan ser autosuficientes.
Con solo un vestido por talla, que los convierte en piezas casi exclusivas, son además totalmente personalizables, cómodos -son “de lavadora y percha”, puntualiza Toñi-, y asequibles (tienen un precio medio de 350€).
Comer en una caja de cristal sobre el Guadalquivir
Saltamos ahora a otro de los barrios con más carácter y sabor de Sevilla como es Triana. Al otro lado del Guadalquivir, entre tablaos, fábricas de cerámica y bares que sirven las clásicas tapas, destaca la calle Betis.
Aquí se alza el restaurante Abades Triana, con inmejorables vistas a la Torre del Oro, la Maestranza y la Giralda.
Aunque cuenta con diferentes espacios y ambientes para tapear, comer o disfrutar de un cóctel mirando al río, merece la pena reservar en El Cubo: una suerte de una caja de cristal, totalmente transparente, que parece flotar sobre el Guadalquivir y que garantiza excelentes panorámicas.
Aquí, como en el resto del restaurante -uno de los mejores de la ciudad-, se disfruta de la cocina del chef Elías del Toro, donde los sabores tradicionales sevillanos y andaluces se presentan con toques de innovación y juegan con texturas y presentaciones sin perder nunca la esencia de las raíces.
Además de la carta, ofrecen diferentes menús, como el Tapas (55€), con algunos de los éxitos del local, como los huevos rotos con dados de atún al natural, la corvina sobre pil-pil de cocochas, habitas baby y panceta ibérica o el arroz de Isla Menor con pluma ibérica y espuma de queso de cabra.
Por supuesto, siempre se acierta con el jamón ibérico, las gambas blancas de Huelva o los langostinos de Sanlúcar y, de postre, con el original Percance con el capuccino, con crema mascarpone, licor Amareto y café.
Muy buena bodega y servicio excelente.
En el taller de un luthier
Cruzando de nuevo el puente de Triana, ponemos rumbo a la calle Zaragoza para encontrar, en el número 4, la Guitarrería Álvarez y Bernal. Aquí su propietario, el luthier Antonio Álvarez elabora desde cero las guitarras que vemos en las manos de artistas de la talla de Alejandro Sanz, Manuel Carrasco, Juanes, Antonio Carmona o Raimundo Amador.
Artesano de la música, este jardinero, botánico y clarinetista es uno de los tres únicos luthier que actualmente trabajan en Sevilla, un oficio que, cuenta, se está perdiendo, y que él comparte con cualquiera que quiera aprender.
Entre maderas de ciprés, cedro y palo santo, rosetas, mangos y cuerdas, Antonio hace magia en forma de guitarras que, como decía el gran Paco de Lucía, son el instrumento que ofrece “la capacidad de poder expresarme con el resto del mundo sin utilizar la palabra”.
Además de hacerlas a medida adaptando el sistema armónico al gusto exacto de cada músico, en la tienda pueden comprarse también guitarras tanto para profesionales como para aficionados, incluida una gama diseñada junto a Alejandro Sanz, con un próximo lanzamiento que saldrá al mercado por 400 euros.
Los palillos de Cristina Hoyos
Aunque no es tan frecuente entre las bailaoras, Cristina Hoyos destacó también por su arte en las castañuelas o “palillos” como los denomina ella, que aprendió de su primera maestra Adelita Domingo.
Aún hoy se atreve a improvisar con este instrumento que ella sigue incluyendo en el repertorio de las bailaoras que actúan en su tablao.
Y palillos, o castañuelas, las hay de muchos tipos, pero ningunas como las que hace Filigrana, penúltima parada de esta ruta por la Sevilla más flamenca.
Rocío Álvarez representa a la tercera generación de esta firma de artesanos fundada en 1955, primeros en introducir la fibra en las castañuelas en sustitución de la madera, que las hizo mucho más resistentes y de sonido más limpio y puro.
Su antiguo taller se encuentra en el Museo de Artes y Costumbres Populares, en el parque de María Luisa mientras que el actual, en Cincel, 8 (Polígono Store), puede visitarse para descubrir el proceso totalmente artesanal con el que siguen fabricando sus castañuelas, una de las firmas más prestigiosas del mundo.
La otra Sevilla: Isla de la Cartuja
De vuelta del espectáculo flamenco con el que cerrábamos la visita y con el que arrancábamos este reportaje, cien por cien recomendable aunque no tengamos la suerte de que esa noche pase por allí Cristina Hoyos, acabamos la ruta en el Hotel Barceló Renacimiento.
Creador de esta ruta junto a la bailaora (los mapas con toda la información se pueden solicitar en la recepción), desde su ubicación en la Isla de la Cartuja, este complejo formado por tres torres diseñadas por Javier Carvajal e inauguradas con motivo de la Expo del 92 es un buen lugar como base de operaciones para cualquier viaje a Sevilla.
Plagado de referencias al descubrimiento de América y a los lazos con el continente, este hotel a orillas del Guadalquivir (se puede tomar un barco y pasear hasta el puente de Triana), este cinco estrellas de estilo urbano elegante y moderno permite además explorar la Isla de la Cartuja, con referentes como el espacio cultural Box Cartuja, el Teatro Central, la Cartuja Center Cite, el Auditorio Rocío Jurado o el Estadio Olímpico La Cartuja, sede habitual de eventos deportivos y culturales.
Destaca también su propuesta gastronómica, encabezada por el restaurante Arrozante, la marca diseñada por el maestro arrocero Carlos Otaola y Barceló y presente en otros hoteles de la cadena y, en clave más informal, el apetecible La Santa María Gastrobar.
Precisamente este último, que alude con su nombre a la mayor de las tres carabelas que partieron en busca del Nuevo Mundo, estrena una nueva carta que nos embarca en un viaje de tapas y platos que homenajean las diferentes etapas que marcaron el viaje de Colón y el descubrimiento de América.
Entre sus tapas viajeras, el típico gazpacho andaluz con su guarnición o el flamenquín del Sacromonte inspirados en la ciudad de Granada, donde Colón firmó el acuerdo con los Reyes Católicos para llevar a cabo su expedición.
El jamón ibérico D.O. Huelva y las croquetas de gamba blanca y velo ibérico en recuerdo de Palos de la Frontera, de donde partió la aventura, y la ensaladilla de gambón al ajillo de Gran Canaria, por donde pasó antes de afrontar la travesía son otras de las propuestas.
Del otro lado del mundo, opciones como el poke bowl de atún en formato mini proveniente de Guanahani (Bahamas), la primera isla donde Colón desembarcó y bautizó como San Salvador; la característica ropa vieja de ternera con frijoles, arroz, huevo frito y chips de plátano y boniato que preparan desde hace décadas en Cuba, a la que Colón llegó en octubre de 1492; o el pulpo a la brasa con patata violeta y alioli de pimentón, un plato gallego que rinde homenaje a la finalización de la expedición de Colón el 1 de marzo de 1493 en el puerto marítimo de Baiona (Pontevedra).
Más allá del apartado gastronómico y de su posición de referente en la organización de congresos en Sevilla, el hotel estrena temporada con el objetivo de convertirse en un ‘hub’ de arte y cultura en la ciudad para lo que acogerá todo tipo de iniciativas, desde conciertos a exposiciones de pintura, fotografía o cerámica pasando por desfiles de trajes de flamenca. Y es que, quizás, el redescubrimiento de Sevilla pase esta temporada por la Isla de la Cartuja.