3 vías verdes para descubrir el otoño en Madrid
Con tres recorridos y más de 80 km de aventuras, estos antiguos trazados ferroviarios adaptados como vías verdes invitan a descubrir rincones y paisajes ocultos de la Comunidad de Madrid
Muchas veces hablamos de Madrid como si no existiese nada más allá de la M30, la vía de circunvalación que rodea la almendra central de la ciudad.
Sobra decir que, aunque aquí se ubican museos, musicales, restaurantes y hoteles y todo tipo de atracciones, basta alejarse unos kilómetros para descubrir tesoros de muy distintos tipos, desde preciosos pueblos, algunos incluso reconocidos como Patrimonio Mundial por la UNESCO, a fantásticos bosques, sierras y cascadas, viñedos y campos de cultivo y, por supuesto, mesas y manteles que engancharán hasta a los más urbanitas.
Porque a todos los madrileños les encanta Madrid –no venimos a cuestionarlo-, pero también es verdad que basta un puente (un fin de semana incluso) para que las carreteras de salida se llenen de personas que buscan salir de la ciudad, quizás buscando una desconexión en la naturaleza.
Una de las formas de hacerlo son las vías verdes. A pie o en bicicleta se puede rastrear la historia de los antiguos ferrocarriles que atravesaban la Comunidad de Madrid. Itinerarios donde los trenes fuera de circulación han dado paso a nuevos ocupantes, que vuelven a recorrerlas atraídosp or sus paisajes pero también curiosidades, cultura y una biodiversidad única.
Vía Verde del Tren de los 40 días
Uno de los ferrocarriles más curiosos que circuló por la Comunidad de Madrid es el Tren de los 40 días (también llamada Vía Negrín) y que debe su nombre a que fue construida, según dicen, en solo cuarenta días.
La premura responde a la necesidad de abastecer la ciudad de Madrid bajo el asedio de las tropas de Franco cuando la Batalla del Jarama interrumpió el ferrocarril Madrid-Alicante, que hizo de este un ferrocarril estratégico aunque, eso sí, de vida muy efímera.
El tren, entre Torrejón de Ardoz y Tarancón, entró en servicio a mediados de 1938 pero apenas un año después dejó tener uso, para ser desmantelado en 1940.
Hoy, parte de su antiguo recorrido es una vía verde ideal para un apacible paseo por el sureste madrileño.
Con un total de 14 km (28 si se hace ida y vuelta), la vía verde conecta las localidades de Carabaña y Estremera y deja ver a su paso hitos como la estética central eléctrica de Chávarri sobre lo que fuera un molino harinero o un puente del siglo XV río Tajuña.
Atravesando terrenos agrícolas cultivas de cereal, viñedos, olivares y huertos, los paisajes incluyen también bosques de hoja caduca, pinos y encinas, trincheras excavadas en arcilla rojiza o el Camino Natural de la Cañada Real Soriana Oriental, una antigua vía pecuaria trashumante.
Vía Verde del río Guadarrama
Más corta, de solo 5,8 km de longitud, es la Vía Verde del río Guadarrama, que se extiende sobre un antiguo ferrocarril a las puertas de la ciudad de Móstoles.
El trazado responde al antiguo ferrocarril (fue inaugurado en julio de 1891) que conectaba la ribera del Manzanares con las comarcas del sureste madrileño hasta el pueblo toledano de Almorox, uniendo tierras de labor, de huertas y de buenos vinos con un recorrido total de casi 74 km y 17 estaciones.
Entre sus curiosidades, este ferrocarril que partía de la estación madrileña de Goya, se llenaba en los meses más cálidos de los años 50 de madrileños que, pertrechados de bañadores, toallas y tortillas, desembarcaban en las estaciones de Guadarrama y Alberche (conocidas como ‘las playas de Madrid’) en busca del frescor del baño.
En julio de 1970 se cerró la línea ferroviaria para reconvertirla en una línea de cercanías moderna con origen en Atocha, en ancho ibérico (el ferrocarril original era de vía estrecha), electrificada y en vía doble.
En cuanto al antiguo trazado del tren, que arranca como vía verde en el Parque de El Soto de Móstoles, sigue discurriendo entre campos de cultivo, aunque permite disfrutar de otros atractivos, como la Zona Paleontológica El Soto, Bien de Interés Cultural de la Comunidad de Madrid, en el que se han hallado fósiles de tortugas gigantes y antepasados de los elefantes actuales de hace 15 millones de años.
Sin embargo, lo más destacado es el magnífico Puente de Hierro, una estructura metálica del siglo XIX para que la antigua línea ferroviaria Madrid-Almorox (Toledo) cruzara el lecho del río Guadarrama.
Desde aquí y hasta Navalcarnero, el antiguo ferrocarril no está recuperado como vía verde, pero se puede continuar el trayecto por caminos rurales e incluso enlazar con el Gran Tour de CiclaMadrid, una gran ruta ciclista de 420 kilómetros que rodea toda la Comunidad de Madrid para realizar en 17 etapas.
Vía Verde del Tajuña
La más famosa de las vías verdes madrileñas es, sin embargo, la Vía Verde del Tajuña que con un total de 68,6 km discurre junto al río del mismo nombre en la Comunidad de Madrid por un agradable paisaje de vegas.
El Tren de Arganda (con la famosa coletilla ‘Que pita más que anda’) o Ferrocarril de Madrid-Aragón, fue un tren diseñado para conectar Madrid con Aragón, si bien se quedó a medio camino, pues nunca llegó más allá de la villa alcarreña de Alocén, a orillas del Tajo.
Comenzó a funcionar en 1901 y aparcó definitivamente sus trenes de pasajeros en 1953, aunque continuó algo más con el transporte de mercancías, especialmente remolacha y fruta, así como un tramo de 28 km que unía la cementera del barrio madrileño de Vicálvaro con las canteras de El Alto, en los alrededores de Morata de Tajuña.
Como herencia del tren únicamente queda hoy un tramo de 3,2 km en el entorno de la antigua estación de la Poveda, en Arganda, parte del Museo del Tren de Arganda. Inaugurado en mayo de 2003, reúne vehículos y piezas históricas y ofrece pequeños recorridos con locomotoras a vapor.
El resto del trazado, sin embargo, ha vuelto a la vida, ahora para ofrecer opciones de relax y actividad física a quien lo recorre a pie o en bicicleta.
Saliendo de Arganda (a donde se puede llegar incluso en metro, en la línea 9) y tras visitar el Museo del Tren (si hay tiempo no hay que dejar de conocer alguna de sus bodegas, así como los paisajes de lagunas y enclaves naturales del Parque Regional del Sureste) se pone rumbo a Morata de Tajuña, a donde se llega tras recorrer 15 km.
El famoso pueblo de las palmeritas de chocolate, capital de la vega del Tajuña, cuenta con curiosas casas-cueva, además de notables edificios para visitar antes de continuar la marcha hacia Perales, en torno de la cual están algunas de las tierras más fértiles del valle (y donde no hay que perderse la iglesia de Nuestra Señora de Castillo, ubicada en una fortaleza medieval del siglo XVII).
Tielmes, a continuación, está rodeado de viñedos, olivares, árboles frutales y huertos y cuenta con un interesante patrimonio histórico con el palacio de los Condes de Pernía, una ermita del siglo XVIII y el puente sobre el río, del siglo XVII.
Tras pasar por Carabaña (donde se puede enlazar con la Vía Verde del Tren de los 40 días) y tras un tramo más empinado se llega a Orusco y, 9km más allá, a Ambite, punto final de la ruta y donde las calles, salpicadas de palacios como el del Marqués de Legarda, hablan de leyendas medievales y fiestas populares.
Como recompensa, hay que regalarse un hornazo típico de la localidad que comparte fama con la también sabrosa tortilla ambiteña.