Sierra Norte de Madrid: los pueblos más bonitos para una escapada exprés
Torres, murallas, bosques y hasta un desconocido museo de Picasso: qué ver y qué hacer en los pueblos más bonitos de la Sierra Norte de Madrid
En el vértice superior del triángulo que forma la Comunidad de Madrid, atravesada por los ríos Lozoya y Jarama y en una de las zonas más montañosas de la región se encuentra la Sierra Norte, un lugar atravesado por picos y cumbres, tapizado por robledales, pinares y viñedos y salpicado por preciosos pueblos que ofrecen una inmersión total en la naturaleza y la tradición.
A muy pocos kilómetros de la capital (y perfectamente asequibles para una escapada de un día o un fin de semana) pueden encontrarse espectáculos naturales en forma de cascadas y bosques, como el Hayedo de Montejo, uno de los cinco Patrimonios de la Humanidad por la UNESCO con los que cuenta Madrid, pero también municipios como Buitrago del Lozoya, Patones o Rascafría que atesoran murallas y torres, trazados medievales, arquitectura gótica, una senda de esculturas a cielo abierto, un centro de arte japonés y hasta un desconocido museo de Picasso.
Lo descubrimos visitando los pueblos más bonitos de la Sierra Norte de Madrid.
Buitrago del Lozoya
A unos 75 km al norte de Madrid, inmerso en el Valle Medio del Lozoya, encontramos, una vez pasado el Puerto de Somosierra, la localidad de Buitrago del Lozoya.
De hecho, es posible que hayas pasado muchas veces por la A-1 en dirección a Burgos sin reparar en esta localidad, que sin embargo cuenta con el recinto amurallado más importante de la Comunidad de Madrid.
Rodeada por el río Lozoya, la villa de origen medieval se asienta en la parte más alta de la localidad, donde se ubican la Iglesia de Santa María del Castillo (sube los 115 escalones y 35 metros de su torre del siglo XIV para tener las mejores panorámicas del pueblo), la parroquia de San Miguel, el Hospital de San Salvador, la Plaza del Castillo y la Casa del Duque.
Buitrago del Lozoya cuenta con el recinto amurallado más importante de la Comunidad de Madrid
Una vez hayas paseado sobre el perímetro de la muralla, de origen árabe, no dejes de visitar un desconocido museo ubicado en el Ayuntamiento y que atesora más de 65 obras de Picasso entre dibujos, obra gráfica, cerámicas, pirograbados y fotografías, entre otras.
Se trata de las piezas que integran la colección Eugenio Arias, las que el artista regaló durante los últimos 25 años de su vida a su barbero de confianza, al que conoció en Vallauris, y que este quiso traer a su municipio natal.
Patones de Arriba
En el valle del Jarama, en el límite entre Madrid y Guadalajara, nos topamos con uno de los pueblos más pintorescos de la región, uno de esos lugares donde el tiempo parece haberse detenido entre sus casas de pizarra, perfecto ejemplo de la arquitectura negra de la zona.
Escondido entre montañas, con paisajes cincelados por la acción del agua (aún hoy está rodeado de infraestructuras hidráulicas, como la antigua presa del Pontón de la Oliva, las presas de Navarejo y de la Parra y el azud de Valdentales), Patones estuvo tan aislado (y quizás olvidado) que llegó a estar gobernado hasta 1770 por su propio rey, una suerte de alcalde con título hereditario.
Además de pasear por sus callecitas admirando las casas construidas en pizarra y detenerse en la coqueta iglesia de San José (actualmente dedicada a exposiciones y promoción turística) y la ermita de la Virgen de la Oliva, de estilo románico-mudéjar, hay que acercarse al yacimiento arqueológico del castro Dehesa de la Oliva, de origen prerromano y a la cueva del Reguerillo, la más grande de la Comunidad de Madrid, con variadas formaciones de estalactitas y estalagmitas.
Puebla de la Sierra
Apenas 70 habitantes residen hoy en Puebla de la Sierra, un bellísimo municipio enclavado en un valle encajonado por el que discurre el río Puebla dentro de la Sierra del Rincón, Reserva de la Biosfera por la UNESCO.
Entre masas boscosas de pinos y robles, jarales, espliego, brezo, carrascas y rebollos, Puebla de la Sierra hunde sus raíces en el siglo XII, aunque su origen podría ser incluso anterior, y fue repoblado durante la Reconquista con edificios de piedra oscura rematados con detalles de madera, un estilo que se ha mantenido hasta la actualidad.
Una vez aquí, merece la pena observar el perfil de la Mujer Muerta, como se conocen los cerros junto a los que se asienta la villa y que recuerdan a una mujer yacente antes de callejear por su coqueto casco urbano con casas de piedra, chimeneas y callejones que alberga lugares que no hay que perderse como la iglesia de la Purísima Concepción, el antiguo lavadero –hoy restaurado-, o la fragua del siglo XVI aún en funcionamiento.
Entre sus sorpresas, un museo de arte moderno al aire libre, conocido como el Valle de los Sueños, en realidad un itinerario de 1,5 km que rodea al pueblo y que alberga un total de 115 esculturas de 63 artistas nacionales e internacionales, entre los que se encuentran Lucía Loren, Antonio Garza o Federico Eguía.
La principal característica de este singular museo al aire libre es que las obras fusionan el arte con el espectacular entorno en el que se encuentran. Es el caso de las espectaculares La Silla de Meira, de 7 metros de altura que mira al valle desde una altitud de 1.500 metros o la Invocación a Selene, de Joaquín Manzano.
Y otra sorpresa: el pueblo está hermando con Osaka y, fruto de este feliz encuentro, el pueblo cuenta con un Museo de Dibujo, Obra Gráfica y Obra Contemporánea Japonesa, una joyita que alberga una colección excepcional de pintura japonesa contemporánea pero también obras de pintores españoles como Eduardo Chillida, Eduardo Arroyo, Antoni Tàpies, Luis Feito, Pablo Picasso, Miquel Barceló y Antonio López, entre otros.
Rascafría
Nos movemos al Valle Alto del Lozoya para conocer Rascafría, uno de los pueblos serranos más bonitos de Madrid, con un bien conservado carácter rural con ejemplos de arquitectura tradicional como molinos, puentes, casonas o serrerías.
Con orígenes en la Edad Media, este pueblo que llegó a formar parte del reino de Toledo se encuentra ubicado el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, muy cerca ya del límite con Segovia.
El más monumental de sus atractivos es el Real Monasterio de Santa María del Paular, al pie del Pico Peñalara y junto al río Lozoya, en el Valle del Paular. Fundado en 1390 por Juan I como primera cartuja de Castilla, el edificio actual es una mezcla de estilos que van desde el refectorio gótico de reminiscencias mudéjares al renacentista retablo mayor, tallado en alabastro, y el tabernáculo de desbordante imaginación barroca.
Además, se pueden visitar el Puente del Perdón, de mediados del siglo XVIII, la Casa de Postas, la Iglesia de San Andrés Apóstol o el bosque finlandés de Rascafría, un bucólico espacio natural repleto de abedules, álamos y abetos con su lago y su cabaña al más puro estilo nórdico.
La Hiruela
Un pequeño pueblo de cuento que, por su excelente estado de conservación se encuentra entre los más bonitos de la Sierra Norte es La Hiruela.
Ubicado dentro de la Reserva de la Biosfera de la Sierra del Rincón, el propio término municipal de La Hiruela es un paraíso natural, con robles centenarios, bosques de abedul, acebos, tejos y huertas tradicionales ubicado entre cerros y cortados de la vertiente este de la Sierra de Somosierra, en la cuenca del río Jarama.
Sus viviendas de arquitectura tradicional de piedra se agrupan en manzanas compactas que se abren a callejuelas y, a pocos metros, huertos, prados y sembrados.
Además de visitar la plaza de San Miguel, el Ayuntamiento y la Iglesia de San Miguel Arcángel del siglo XVII, el pueblo cuenta con un museo etnológico y un molino harinero, testigos de la vida tradicional de este encantador pueblo.
Montejo de la Sierra
También en la Sierra del Rincón se ubica Montejo de la Sierra, en cuyo término municipal se encuentra el famoso Hayedo de Montejo de la Sierra, declarado Patrimonio Natural de la Humanidad por la UNESCO en 2017 y que presume, entre otros valores, de ser el bosque de este tipo más meridional de Europa.
El pueblo compró en 1460 a un noble de Sepúlveda este bosque, antiguamente conocido como de El Chaparral, y no faltan las historias de duendes y hadas que, según cuentan, convertían a los visitantes en animales para embellecer el bosque.
En cuanto al término municipal, es otro coqueto ejemplo de cultura tradicional serrana, con arquitectura bien conservada y en perfecta armonía con el espacio natural.
El Berrueco
A orillas del embalse de El Atazar y próximo a la Sierra de La Cabrera se encuentra, a 925 metros de altitud, El Berrueco.
La piedra granítica es la principal seña de este lugar, a la que debe El Berrueco su ancestral tradición cantera, una actividad que se rastrea en el Museo de la Cantería, al aire libre.
Arroyos y una abundante vegetación de ribera, así como robles y encinas rodean las construcciones tradicionales de piedra y madera que sirven de escenario de un famoso Belén Viviente que se celebra cada Navidad.
Otro punto curioso es el Museo de Agua, así como la Atalaya de Torrepedrera, la Iglesia de Santo Tomás Apóstol, el Crucero de la Iglesia, La Ermita de Santa María, El Canal de El Villar, la Picota o Rollo, el Potro de Herrar o el Puente Romano sobre el Arroyo Jóbalo.
Torrelaguna
Lindando con la provincia de Guadalajara, elevado sobre el Jarama y atravesado por numerosas conducciones del Canal de Isabel II Cuna del Cardenal Cisneros, Torrelaguna fue uno de los enclaves visigodos fortificados que en la Alta Edad Media se asomaban ya a este río aunque su origen podría ser romano.
Los musulmanes reforzaron las murallas y levantaron algunas atalayas y, según la tradición, de Torrelaguna era Santa María de la Cabeza, esposa de San Isidro, el patrón de Madrid.
Más conocido por ser el lugar de origen del Cardenal Cisneros, Torrelaguna cuenta con numerosos y elementos arquitectónicos singulares que le valieron, en 1976, la declaración de Monumento Histórico-Artístico.
Destaca la Iglesia de Santa María Magdalena, uno de los mejores ejemplos de arquitectura gótica en la Comunidad de Madrid, un Convento de Franciscanos o el Hospital de San Bartolomé, así como numerosas casas solariegas y palacios blasonados de los siglos XVI y XVII, ya que la villa atrajo a muchas familias ilustres como la de Bernaldo de Quirós o los Mendoza.