La izquierda y el feminismo obtienen réditos de la revuelta de las futbolistas
La revuelta de las futbolistas ha ocupado y ocupa un notable espacio mediático. Una insistencia y persistencia que oculta, opaca o disimula cuestiones más importantes. Un asunto que, por lo demás, ya ha sido sentenciado por unos medios progresistas que no tienen en cuenta la presunción de inocencia de los “culpables”.
Una condena que no solo alcanza a los “culpables” por definición, sino también a quienes se atreven a tener una opinión propia y distinta de la “oficial”. Una suerte de apestados catalogados de “colaboracionistas” o “negacionistas”. ¿Colaboracionistas con quién? ¿Negacionistas de qué? El certificado oficial de ciudadano ejemplar se otorga a la carta.
Como regla general, la etiqueta de colaboracionista o negacionista se cuelga del cuello del disidente que no comulga –nunca mejor dicho- con las verdades irrefutables del progresismo y, en esta ocasión, también del neofeminismo. En el asunto de la selección femenina de futbol, hay muchos intereses en juego. Y muchos fuera de juego y penaltis que señalar. Vayamos por partes.
La RFEF y Luis Rubiales
¿Que la Real Federación Española de Futbol es un barrizal? Cosa sabida. Pero, ¿por qué nadie tuvo el coraje de denunciarlo y actuar en consecuencia? ¿Por qué el Gobierno no movió ningún hilo empezando por el Consejo Superior del Deporte que ahora tiene tanta prisa y marca perfil a diario ante los medios? ¿Quizá estulticia? Eso y algo más. El secreto estaría en el interés político.
¿Por qué el Gobierno debía tomarse la molestia de denunciar un escándalo público de una institución gobernada por uno de los suyos y controlada por otra institución presidida también por uno de los suyos? ¿Por qué denunciar un escándalo –argumento que vale para el Gobierno, la Junta Directiva de la RFEF, la Asamblea General, los Comités, las Federaciones Territoriales, el Comité Técnico de Árbitros o los clubes de fútbol especialmente los de la Primera División- que ofrecía éxitos deportivos, subvenciones, cargos y trabajos, sueldos nada despreciables y conseguía patrocinadores millonarios?
¿Que Luis Rubiales es un personaje de comportamiento primario y administración borrosa? Cosa sabida. ¿Por qué nadie del establishment tomó la iniciativa? Remito, palabra por palabra, al párrafo anterior.
La primera revuelta de las futbolistas
La rebeldía de la selección femenina no es de ahora. Para situar el asunto, cabe citar el intento de cese –por causa nunca aclarada- del entrenador Jorge Vilda. Nada nuevo. Se trata de un comportamiento habitual entre los jugadores del género masculino.
Porque no les gusta el entrenador, porque creen que es incompetente para el cargo, porque no están conformes con las sesiones de trabajo, porque se quejan de las alineaciones o tácticas de juego, porque no están de acuerdo con la disciplina que impone y todo lo que se quiera añadir incluyendo el capricho de unos/unas futbolistas, generalmente presuntuosos/as, que se creen por encima del bien y del mal. Como dicen los clásicos, el fútbol es así. Vale decir que, posteriormente, Jorge Vilda fue cesado aprovechando el barullo del caso Rubiales.
España se proclamó campeona del mundo y Luis Rubiales se comportó como el hombre primitivo que duerme en su interior
En cualquier caso, España se proclamó campeona del mundo y Luis Rubiales se comportó como el hombre primitivo que duerme en su interior. Aquí empieza la segunda revuelta de las futbolistas. Aquí empieza la política. Aquí empieza el oportunismo de alto voltaje de la izquierda y el neofeminismo integrista e hiperprogresista. Hay que aprovechar la ocasión y sacar tajada. Y la sacan.
Tú me utilizas y yo te utilizo
Sin ambages: la izquierda y el neofeminismo utilizan a unas jugadoras que, a su vez, se dejan utilizar. Una práctica que tiene su nombre: beneficio propio. Una suerte de individualismo metodológico en que el sujeto opta por la decisión que le resulta más útil.
Ahí está la izquierda y el neofeminismo que ocultan su quietismo culpable, que marcan perfil “progresista” y que buscan réditos en el mercado electoral. Ahí están las jugadoras que reciben el apoyo necesario –izquierda, neofeminismo y sus terminales mediáticas- para depurar a su antojo a la RFEF y, de rebote, mejorar sus condiciones laborales y económicas. Todo ello, sin olvidar el papel central jugado por el sindicato FUTPRO.
La segunda revuelta de las futbolistas, el sindicalismo de piquete, la izquierda y el neofeminismo
La nueva revuelta de las futbolistas –Jenni Hermoso como chispa: el caso está judicializado y la Audiencia dictará sentencia- gira alrededor de la victimización y el órdago. La victimización: las futbolistas son víctimas por definición y la RFEF es culpable por definición. Y punto. Y adiós a la presunción de inocencia. El órdago de las futbolistas, a la manera del sindicalismo de piquete teledirigido: o se regenera ipso facto –ética incluida- la RFEF o 39 futbolistas amenazan con no presentarse a la convocatoria de la selección nacional.
Una segunda revuelta patrocinada/impulsada –poco sutilmente, por cierto- por la izquierda y el neofeminismo con la inestimable colaboración – día a día y programa a programa: no se trata solo de informar, sino sobre todo de generar relato, sobredimensionar el escándalo, señalar personas y potenciar la revuelta- de sus terminales mediáticas. Una izquierda y un neofeminismo que, como se avanzaba antes, no solo usará a las futbolistas en beneficio propio, sino que obtendrá réditos de su revuelta.
La victimización: las futbolistas son víctimas por definición y la RFEF es culpable por definición
Uno y otro –la izquierda gobernante y el neofeminismo- se cuelgan la medalla que les conviene. Por una parte, el Gobierno –vía presiones del Consejo General del Deporte y medios afines- se adjudica el mérito del cese/destitución del Secretario General de la RFEF y de las cesiones/destituciones que vendrán en las áreas de Comunicación, Marketing e Integridad (?).
Una manera de lavar la imagen de un Gobierno que no ha hecho nada, y tolerado todo, por intereses propios, durante los años de mandato de Luis Rubiales. Por otro lado, el neofeminismo integrista e hiperprogresista se concede el diploma oficial –emitido por el #MeToo Internacional- de persecución del machismo en el fútbol español. Y, también, el mérito de dar un paso más en el camino de la Revolución de la Mujer.
Las futbolistas, los futbolistas y los medios
Las futbolistas –convertidas de facto en la fuerza de choque coyuntural de la izquierda y el neofeminismo- se apuntan el tanto de haber frenado el caciquismo de la RFEF -¿despidos legales o ilegales?- al tiempo que pasaran a ocupar un lugar de privilegio en la Historia de la Revolución de la Mujer en España.
Sintomática, por pretenciosa, la imagen de las jugadoras de la selección que, puño en alto, se retratan detrás de una pancarta en donde se puede leer Our fight is the global fight. Un “Nuestra lucha es la lucha global” que invita a formular la siguiente pregunta: ¿qué reivindican más allá de la retórica e inconcreta “dignidad de la mujer”? ¿Quizá todo se reduce a una estrategia más en pro de la querella de la izquierda y el neofeminismo frente a una derecha liberal a la que se considera rubialista por definición?
Los futbolistas, que apuestan por la ley, el reglamento, la presunción de inocencia y las reformas, también tendrán su espacio en la Historia de la Revolución de la Mujer en España. En concreto, jugarán –nunca mejor dicho- el papel del colaboracionista y/o negacionista –también, machista- que, por convicción o interés, no se solidarizó con la futbolista oprimida.
Los medios afines a la revuelta –tan insufribles como las cabezas de la revuelta- se condecoran editando reportajes sobre el asunto que ellos mismos se encargan de exhibir y difundir.
El VAR
Más arriba, se hablaba de los fueras de juego y los penaltis. Al respecto, quizá habría que consultar al VAR. Pero –parafraseando al clásico-, ¿de quién depende el VAR? Se acabó.