El Algarve más allá de la playa: la ruta de José Saramago por el sur portugués

El Algarve de siempre, pero con un punto literario: si el otoño ya se presta a descubrir de una manera diferente este destino, con esta ruta lo conocerás con la mirada de Saramago

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Entre octubre de 1979 y julio de 1980, José Saramago recorrió Portugal en un itinerario que le llevó de Trás-os-Montes al Algarve pasando por Lisboa y el Alentejo. En 1980 su experiencia se transformó en un libro, Viaje a Portugal, a medio camino entre la crónica, la narración y los recuerdos, un viaje narrado desde la sensibilidad y el interés por descifrar no solo la realidad del país, sino también entender su pasado y vislumbrar su futuro. Saramago se revela en él como un viajero de gran sensibilidad, siempre atento a lo que ven sus ojos, a descifrar la realidad del país y entender también con ello su pasado.

Más de 40 años después, parte de su recorrido se ha traducido en la ‘Rota Literària Saramago no Algarve’, una propuesta para revisitar esta zona portuguesa y descubrir lugares como Vila Real de Santo Antonio, Alcoutim, Olhão y Castro Marim bajo la mirada del Nobel de Literatura.

Castro Marim, Algarve
Castillo de Castro Marim. Foto: Nuno Augusto.

Un viaje de autor

Tomando el libro Viaje a Portugal como punto de partida, en concreto los capítulos dedicados al sur de Portugal, al que dedica la última parte de la obra y que incluye 13 de los 16 municipios del Algarve, Saramago se convierte en un guía de excepción por esta tierra.

Además la ruta, puesta en marcha a finales de 2022 con el objetivo de homenajear al escritor en su centenario, incluye también una adaptación realizada por el escritor español Diego Mesa (seudónimo de Diego J. González Martín), especialista en la obra de Saramago, que recorrió cuatro décadas después los mismos lugares descritos por el Nobel portugués

No se trata, sin embargo, de un itinerario lineal o prefijado. Sin principio ni fin, sin mapa ni recorridos definidos, la idea es dejarse inspirar por las palabras de Saramago para tratar de descubrir un territorio alejado de los circuitos y los puntos más habituales, adentrarse en sus raíces y encontrar un Algarve fuera de ruta.

Algarve
Foto: Turismo del .Algarve

Alcoutim: territorio fronterizo

‘Sé curioso, viaja. Nadie es viajero si no es curioso’ decía Saramago. Puede que Alcoutim no sea el primero en la lista de imprescindibles del Algarve pero, sin duda, y como cualquier ciudad fronteriza, es perfecto para poner en práctica el consejo del escritor.

Se trata de una hermosa villa morisca dominada por un castillo circular en lo alto de una colina que se asoma al Guadiana, cuyo caudal la separa de la española Sanlúcar de Guadiana (Huelva).

“Del otro lado está Sanlúcar y otra charla. Pero los dos pueblos, situados sobre el agua, se verán como un espejo el uno del otro, la misma blancura de las casas, los mismos belenes. En risas y lágrimas la diferencia tampoco debería ser grande.”

Alcoutim, Algarve
Alcoutim. Foto: Nuno Augusto.

Además de seguir los pasos de Saramago en la sobria ermita de San Antonio y la iglesia parroquial, merece la pena recorrer sus callejuelas, con casas encaladas y ventanas y puertas enmarcadas en amarillo o azul, además de acercarse al castillo, el Museo de Arqueología y la Casa de los Condes, hoy una biblioteca y galería de arte, así como la playa fluvial de Pego Fundo.

Ya sin las murallas que un día la defendieron, Alcoutim mantiene sus calles estrechas y escarpadas y el ambiente tranquilo de un pueblo de la sierra

Olhão: el encanto de la vida tranquila junto al mar

En la región central del Algarve encontramos Olhão, una localidad que viene definida por su concurrido puerto pesquero (la pesca sigue por encima del turismo como principal actividad local) y el encanto de la vida cerca del mar.

La influencia morisca aún pervive en sabores y olores de su gastronomía, pero también en construcciones, como el citado muelle que, precisamente, visitó Saramago en su viaje.

Iglesia parroquial de Olhao
Iglesia parroquial de Olhao. Foto: Turismo del Algarve.

Aunque el autor no se detuvo a visitarla, hay que subir además a la torre de la iglesia parroquial que deja ver una panorámica de la localidad, con la ría Formosa y las azoteas sin tejas, otra particularidad que nos remite a tiempos de árabes y de comerciantes de ultramar.

Playas hermosas y callejuelas llenas de vida completan los atractivos de Olhão, quizás la localidad más auténticamente portuguesa de la ruta.

Castro Marim: protegida, fuerte, afable

No dedicó demasiado tiempo Saramago a Castro Marim, con el que, según dice, “dejó una deuda abierta”. Apenas tuvo tiempo para contemplar el arcángel Gabriel en la iglesia principal, subir al castillo y observar el Castelo Velho, que construyeron los árabes, antes de volver a la carretera y seguir rumbo al mar y a Vila Real de Santo Antonio.

Castro Marim
Castro Marim. Foto: Nuno Augusto.

Para no caer en el mismo error, conviene no apresurarse y tratar de entender la importancia estratégica de este lugar con dos colinas coronadas por un castillo y una fortaleza en forma de estrella entre las que se extienden casas blancas de coloridas cornisas, azoteas y chimeneas enrejilladas.

Más allá, frutales y huertas, el dorado de la arena y el azul del mar.

Vila Real de Santo Antonio: una pequeña Lisboa

Uno de los mejores retratos que hace Saramago de los pueblos del Algarve es el de Vila Real de Santo Antonio: “En estos lugares se encontraba el pueblo de Santo António de Arenilha, destruido por el mar. El Marqués de Pombal vino aquí para repetir, en pequeña medida, el centro de Lisboa, cuadrando esquinas, imponiendo vallas y cometiendo el milagro, no él, sino sus arquitectos, de preservar un entorno de buenos vecinos.”

Se recomienda iniciar el paseo precisamente por la plaza Marqués de Pombal, corazón de la ciudad, con un adoquinado en forma circular en torno al obelisco erigido en 1776 y donde se ubican la iglesia, el ayuntamiento y la antigua Casa de la Guardia.

Plaza Marqués de Pombal, Vila Real Santo Antonio
Plaza Marqués de Pombal, Vila Real Santo Antonio. Foto: Nuno Augusto.

Después hay que recorrer otras manzanas, levantadas ya por iniciativa privada, pero donde aún se evidencia un ideario arquitectónico para acabar en el edificio de la antigua Alhóndiga (aduana), junto a la orilla ajardinada del río Guadiana.

Artesanías, mercados, paseos fluviales y todo el sabor de la humilde aldea de pescadores que fue completan la imagen de esta localidad donde el turismo tranquilo no altera el ritmo local.

El recorrido, sin embargo, no acaba aquí. Porque el viaje, que decía Saramago, “no termina jamás. Solo los viajeros terminan”.

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