Doha: arquitectura de vanguardia, halcones y canales venecianos en la perla del Golfo
Entre el lujo excesivo y la arquitectura más innovadora, el antiguo poblado de pescadores y recolectores de perlas a orillas del Golfo Arábigo es hoy la ultramoderna capital de Qatar
La imagen de una dhow, una embarcación de madera tradicional catarí, recortada sobre un skyline plagado de modernos rascacielos es una de las más comunes de Doha. También una de las más certeras para describir, de un plumazo, cómo una diminuta población habitada por pescadores y recolectores de perlas hasta el primer tercio del siglo XX se ha convertido en pocas décadas -petróleo y gas mediante- en una urbe ultramoderna de lujo excesivo y arquitectura grandilocuente.
Jean Nouvel, Ieoh Migh Pei, Rem Koolhaas, Zaha Hadid, Norman Foster, David Rockwell, Hadi Simaan, César Pelli y Arata Isozaki firman algunos de los edificios más espectaculares.
Entre ellos, algunas verdaderas proezas arquitectónicas, como el Museo Nacional de Qatar, de Jean Nouvel, inspirado en una rosa del desierto, y el sobrio Museo de Arte Islámico, de Ieoh Migh Pei, y otros tan extravagantes como las Katara Towers, en forma de espadas cruzadas que recuerdan al símbolo nacional, o Iconic, un edificio en forma de 2022, con el que se quiere mantener vivo el recuerdo del año en el que el mundo entero puso los ojos en este pequeño estado en el Golfo Arábigo por la celebración del Mundial de Fútbol (el primero en Oriente Medio y en un estado árabe).
Islas artificiales, modernos distritos ‘eco’, barrios construidos al estilo veneciano con sus propios canales, ostentosos centros comerciales y calles con aire acondicionado conviven en Doha con laberínticos zocos de especias, perfumes o perlas, camellos a pocos pasos del palacio de gobierno y hospitales para halcones.
Mejor aeropuerto del mundo
Una de las compañeras de viaje había estado en Doha y ni siquiera era consciente de ello. Se dio cuenta al pisar el flamante Aeropuerto Internacional Hamad (HIA), base de operaciones de Qatar Airways, que lo conecta con 156 ciudades en el mundo (de ahí que sea frecuente en escalas en vuelos a Asia o África).
Mejor Aeropuerto del Mundo por segundo año consecutivo en los World Airport Awards de Skytrax, es uno de esos aeropuertos que se definen como un “destino en sí mismo”. Y aunque dudamos que alguien decidiera pasar sus vacaciones en una infraestructura aeroportuaria, lo cierto es que aquí se podría hacer.
Hotel, jardines, opciones de restauración de toda clase, salones de té, elegantes boutiques, masajes, simuladores de Fórmula 1, guardería, salas de relajación o centro de belleza se reparten en sus 10.000 m2 que alojan, además, diferentes obras de arte, como la gigantesca escultura del oso de peluche-lámpara, obra del artista suizo Urs Fischer.
Aterrizar en este aeropuerto es solo un aperitivo de lo que nos espera en Doha, donde se concentran alrededor de 2,3 millones de habitantes de los 2,7 de todo Qatar. Entre sus particularidades, la enorme cantidad de extranjeros, que superan los 2,35 millones (lo que deja un saldo de apenas un 12% de cataríes), llegados especialmente desde la década de los 80 para trabajar en las industrias petrolera y gasística y, cada vez más, en otros sectores como el turismo, con el que el país quiere diversificar su economía.
El reciente mundial, que les ha permitido mostrarse al mundo y con cuyos resultados las autoridades se declaran muy satisfechos pese a las controversias, es un ejemplo de este objetivo, concentrado en la estrategia Vision 2030, que pasa por llegar a 6 millones de visitantes para finales de esta década.
Apagados los focos de los estadios, el país sigue atrayendo grandes eventos, entre ellos el Qatar ExxonMobil Open y el Qatar Masters 2023 de tenis, el Gran Premio de Qatar 2023 de Fórmula 1 o Qatar MotoGP, además del Salón Internacional del Automóvil de Ginebra 2023 (GIMS).
El edificio más bello de Doha que además relata su historia
La revolución, sin embargo, había empezado mucho antes. Consolidado el poderío económico con base en los hidrocarburos (además del petróleo, Catar cuenta con la tercera reserva mundial de gas y es líder en la exportación de gas natural licuado que sitúa su renta por habitante en 67.470 dólares, casi el doble que España), los años noventa y el ascenso al trono del emir Hamad bin Khalifa Al Thani significaron un cambio de rumbo.
A partir de entonces, el pequeño y humilde emirato -en sus 1.596 kilómetros cuadrados, algo así como la región de Murcia, vivían apenas 10.000 personas en 1930, en su mayoría pescadores y recolectores de perlas- comenzaría su vertiginosa transformación hasta convertirse en todo un emporio financiero, empresarial y turístico, la “perla del Golfo”, como la bautizaron Ignacio Gutiérrez de Terán e Ignacio Álvarez-Ossorio en su libro homónimo.
Para descubrir más de esta mutación hay que poner rumbo al Museo Nacional de Qatar, frente al extremo sur del paseo de la Corniche. Diseñado por el premio Pritzker Jean Nouvel, ejemplifica también cómo está siendo esta transformación, donde los arquitectos de relumbrón están jugando un importante papel.
Sin duda el más bello edificio de Doha, el museo, terminado en 2019, está inspirado en una rosa del desierto, una hermosa formación mineral del desierto con cristalizaciones en forma de pétalos, que aquí se traduce en un total de 130 discos de diferentes curvaturas y diámetros entrelazados que cumplen una función estética, pero también práctica, aislando el edificio del calor extremo y funcionando en el interior como separadores de estancias y soportes de proyección de audiovisuales y otros montajes.
Levantado sobre el antiguo palacio del jeque Abdullah Bin Jassim Al-Thani (la dinastía en el poder en los últimos 150 años) que fue sede del gobierno durante 25 años, hoy es un museo tecnológico e interactivo que recorre la historia del país desde su formación geológica hasta la actualidad, pasando por el negocio de las perlas, el impacto del descubrimiento del petróleo o el bloqueo que sufrió por parte de Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Egipto entre 2017 y 2020.
Con 40.000 metros cuadrados de exposición, además de piezas como una extraordinaria alfombra elaborada con 1,5 millones de perlas, diamantes, rubíes, esmeraldas y zafiros encargada por el Maharajá de Baroda de La India en 1865, muestra objetos arqueológicos, manuscritos, fotografías, joyas y trajes que permiten entender, por ejemplo, el valor del camello para los beduinos en la región o las técnicas empleadas por los buscadores de perlas.
Museo de arte islámico
Tampoco hay que perderse el Museo de Arte Islámico, el primero con el que Catar intentaba hacerse un hueco en el mapa cultural. Recientemente renovado, sigue siendo su propuesta más destacada, con piezas vinculadas al arte islámico procedentes de diferentes partes del mundo, de La India a Medina Azahara en España, entre ellas el Corán Azul, el manuscrito Shahnameh, el Jarrón Cavour, el collar Varanasi y el tapiz Franchetti.
Obra de otro Pritzker de arquitectura, en este caso Ieoh Ming Pei, e inaugurado en 2008, se alza en una isla artificial junto al paseo de La Corniche y se inspira en la mezquita de Ibn Tulun de El Cairo, de formas geométricas sencillas y en cuyo punto más alto puede intuirse un guiño a la batula, la máscara tradicional de las mujeres en la Península Arábiga.
El Museo cuenta con dos patios con fuentes desde las que se puede disfrutar una vista única del skyline de Doha, una biblioteca, auditorio, espacio para exposiciones temporales, tienda, cafetería y otra de sus joyas, el restaurante IDAM en la quinta planta.
En Doha todo es nuevo, novísimo, cuesta encontrar algo construido antes del siglo XXI
Con diseño de Philippe Stark y dirigido por el prestigioso Alain Ducasse, es uno de los cuatro únicos establecimientos en Doha en la lista 50 Best Restaurantes y perfecto para poner el broche a una mañana de museos (menú mediodía 70 euros, menú degustación (132,50 euros).
Un barrio eco
En permanente construcción, si hay algo que destaque en Doha es que todo es nuevo. Novísimo. No hay apenas nada construido antes del siglo XXI. Además del empeño en la edificación de todo tipo de rascacielos, se han remodelado también las zonas más antiguas de la ciudad.
Una de ellas es Msheireb Downtown Doha, que se presenta como ejemplo de distrito del futuro con el primer caso del mundo de regeneración sostenible de todo un centro urbano.
Todo parece a estrenar, quizás demasiado, este uniforme barrio con más de 100 edificios de empresas y viviendas, hoteles como un Mandarin Oriental y un Park Hyatt, tiendas y propuestas culturales a través de los Msherieb Museums, galerías y exposiciones como la dedicada a Valentino que puede verse actualmente.
Con tranvía de uso gratuito, destaca la implementación de sistemas pasivos en todas las construcciones, entre ellas capas y sistemas de ventilación, volúmenes que proyectan sombras o plazas que pueden techarse como Bahrat, siempre con la vista puesta en contrarrestar las elevadas temperaturas.
Camellos y halcones en el centro de Doha
Explorar Souq Waqif es otra experiencia que no hay que perderse para tomar el pulso a Doha, especialmente a sus contrastes.
Lamentablemente, tampoco es antiguo: un incendio obligó en 2006 a reconstruir este punto de reunión entre beduinos y comerciantes de finales de siglo XIX. El actual es una mezcla de edificios recuperados y otros nuevos, buscando, eso sí, mantener el aspecto tradicional de mercado, con sus zocos de especias, perfumes, joyas, ropa, instrumentos musicales, alfombras, muebles, lámparas o souvenirs. Una pequeña tienda de perlas sigue regentada por un antiguo buzo pescador que muestra todos sus secretos.
Además de comprar dátiles, ver el bisht, la túnica que lució Messi al levantar la copa del Mundial, y disfrutar del arte local en el Souq Waqif Art Centre o en la calle, como la escultura El pulgar, un enorme dedo dorado del artista francés César Baldaccini, hay que pasar por Falcon Souq, el zoco donde se venden halcones y todo tipo de accesorios (por unas monedas te permiten hacerte una foto con uno en el brazo) e incluso un hospital completo dedicado a estos majestuosos animales, símbolo nacional.
A pocos pasos, otro espectáculo sorprendente: muy cerca del palacio de gobierno pervive un corral de camellos donde habitan animales que diariamente desfilan por las calles del centro de Doha dibujando una llamativa imagen recortados frente a los ultramodernos rascacielos. Junto a ellos, en los establos Emiri descansan hermosos ejemplares de caballos árabes que monta la policía patrimonial.
Al otro lado de la calle, merece la pena echar un vistazo al zoco Gold Souq, especializado, como indica su nombre, en oro y joyas.
Souq Waqif es además un buen lugar para descubrir la gastronomía callejera local: samosas, hojas de parra rellenas, guisos de carne, regag (crepes), té karak, makhboos (un plato típico de arroz), fahsa (estofado de carne) y dulces como kunafas y baklavas. También hay restaurantes, como Damasca One, donde la cena se marida con una danza de derviches.
La Perla de Doha
El segundo día ponemos rumbo a La Perla. Apodada como la ‘Riviera árabe’, es en realidad una isla artificial junto al distrito financiero West Bay de Doha, con puertos deportivos llenos de yates, complejos residenciales, chalets y hoteles, un invento que permitió, por ejemplo, adquirir las primeras propiedades a extranjeros (hay muchas restricciones para comprar en suelo catarí pero aquí, al ser terreno ganado al mar, permitía una excepción).
La Perla, conocida como la ‘Riviera árabe’, es una isla artificial plagada de hoteles, puertos deportivos, boutiques y restaurantes de lujo
Todas las construcciones en estos 4 millones de metros cuadrados se disponen en torno a cuatro semicírculos que forman, vistos desde el cielo, dos ostras. En el centro de ellas hay una isla adicional –ocupada por el hotel St Regis La Pearl– imitando una perla, otra referencia al histórico gremio del país.
No te dejará indiferente Qanat Quartier, un barrio inspirado en Venecia con edificios de colores pastel entre canales atravesados por puentes, con coquetos cafés y boutiques de lujo.
Muy cerca, hay que echar un vistazo a Lusail, una ciudad de nueva creación y laboratorio de desarrollos arquitectónicos, donde se alzan, por ejemplo, las Katara Towers, recién inauguradas, que alojan dos exclusivos hoteles: Fairmont y Raffles y que destacan por su forma exterior de dos cimitarras cruzadas.
Además de su propia marina con amarre de yates, cuentan con detalles como azulejos de oro de 18 quilates en la ducha.
Katara Village
Entre The Pearl y West Bay se ubica Katara Cultural Village, una suerte de pueblo dedicado a la cultura inaugurado en 2010 y que aglutina museos, galerías y arte al aire libre. Destacan la mezquita de Katara, con diseño de la arquitecta turca Zeynep Fadilloglu en tonos azules y dorados, y la más pequeña pero hermosa Mezquita de Oro.
Completan el conjunto un anfiteatro inspirado en los clásicos griegos y romanos, con capacidad para 5.000 espectadores y que acoge todo tipo de espectáculos, y una playa pública.
Salimos del barrio por la peatonal Katara High Street, con restaurantes, cafés, food trucks, unas Galerías Lafayette y un centro comercial con forma de gigantesca caja de regalo. Que no te sorprenda si notas fresco por los pies: cuenta con rejillas en el suelo de las que mana aire acondicionado y que la ha valido el apodo de ‘21 High Street’ por mantenerse a esa temperatura.
También de nueva creación es Katara Hills, una colina artificial desde donde obtener buenas panorámicas de la zona. Un precioso lugar para comer en la zona es Marsa Katara, alzado sobre pilares en el mar.
Festín arquitectónico
Entre las últimas aperturas de Doha se encuentra, en el estadio Khalifa, uno de los ocho que albergó el mundial, el Museo Olímpico y Deportivo 3-2-1, obra del español Joan Sibina.
Homenaje a la competición deportiva, su propia forma reproduce los anillos olímpicos, aunque dispuestos en vertical.
También dentro de la Ciudad de los Deportes se encuentra la Aspire Tower, el rascacielos más alto de Doha, de 300 metros, del libanés Hadi Simaan, en forma de antorcha que aloja un hotel, o el edificio Iconic, de Ibrahim M. Jaidah, en forma de 2022, como recuerdo a este año clave.
El festín de la arquitectura de vanguardia se extiende por toda Doha: desde la Torre Doha de Jean Nouvel en West Bay, una bala de 238 metros cuya fachada se recubre con el forman el patrón Mashrabiya, una decoración clásica de la cultura islámica, al Tornado, construido en esta misma zona por MIDMAX y el grupo BESIX con fachada tubular revestida con paneles de aluminio y vidrio.
La Biblioteca Nacional con forma de diamante, inaugurada en 2017 y obra del arquitecto holandés Rem Koolhaas; la Mezquita de la Ciudad de la Educación, con sus dos minaretes que revisitan en clave moderna este tipo de templos, obra del estudio Mangera Yvars Architects; el gigantesco Centro Nacional de Convenciones, ideado por Arata Isozaki y cuya fachada recuerda el árbol Sidra, nativo de Catar; el Museo Árabe de Arte Moderno, proyectado por Jean-François Bodin e inaugurado en 2010; o las Torres Zigzag, de los arquitectos MZ&Partners, son otros imprescindibles de este catálogo de maravillas.