Catar más allá de Doha: dunas, manglares, rascacielos Lego y tiburones ballena
Un desierto cuyas dunas acaban en el mar, una granja para dormir bajo las estrellas, tiburones ballena, manglares y un paraíso para amantes del kitesurf están entre los tesoros más desconocidos de Catar
Nadie puede negar que Catar es un país lleno de curiosidades. Inextricablemente unido al mar –durante siglos la pesca y la recogida de perlas fueron parte del sustento de la población-, esta pequeña península de poco más de 11.500 km2 (similar al tamaño de Murcia) asomada al golfo Pérsico no tiene montañas ni árboles. Tampoco ríos o lagos.
La práctica totalidad de su territorio, si exceptuamos futuristas ciudades, como la impactante Doha o la nueva Lusail, donde florecen los más atrevidos rascacielos pero también vanguardistas desarrollos que incluyen islas artificiales como la famosa The Pearl, villas culturales y hasta una pequeña Venecia con sus canales y puentes, está cubierta de desierto.
La vida nómada de los beduinos fue habitual hasta hace no tantos años: el petróleo, la revolución que transformó este país de escasos recursos en uno de los más ricos del mundo, se descubrió en 1939, comenzándose su exportación a gran escala una década después. En los años setenta, el hallazgo de la tercera reserva de gas natural más grande del mundo impulsaría definitivamente el país, convirtiéndolo en el de mayor renta per cápita del planeta.
Y aunque ya no viven en tiendas ni se desplazan en camellos y la inmensa mayoría de la población de 2,6 millones de habitantes reside en Doha, los cataríes no han perdido la conexión con el desierto.
Saltando dunas en 4×4
Un desierto que merece la pena conocer, especialmente el Inland Sea o Khor Al Adaid, de alrededor de 1.833 km ubicado al sureste de Catar.
De arena blanca y mágicos atardeceres donde el naranja se declina en mil tonalidades que van desde el dorado hasta el rojizo intenso, en pocos lugares del mundo las dunas llegan hasta la orilla del mar.
Es lo que sucede en este Mar Interior, reconocido por la Unesco como la mayor reserva natural del país y uno de los lugares más extraordinarios de Catar.
La mejor manera de recorrerlo, especialmente los amantes de la adrenalina, es reservar una visita en vehículos 4×4 (las ofrecen diferentes compañías como Doha Bus, Discover Qatar, 365 Adventures o Doha Magic Adventures).
Hay que confiar, eso sí, en los conductores que, pocos segundos después de asegurar que los pasajeros llevan el cinturón de seguridad puesto, se lanzan a escalar unas dunas que cambian constantemente de posición y tamaño.
No todo son subidas, bajadas y carreras por las crestas. También hay tiempo para detenerse y ver cómo el mar penetra en este desierto formando lagunas que aparecen coloreadas con el rosa de las colonias de flamencos.
Acampar en Inland Sea
El viaje continúa hasta la orilla del mar; una orilla de alrededor de 15 km, por cierto, desde la que es posible divisar, como un espejismo en el desierto, Arabia Saudí, pero también darse un chapuzón o avistar un dugongo, un mamífero acuático de hasta 2,5 metros, similar al manatí, cuando sale a la superficie a respirar.
Si la visita coincide con el amanecer o el atardecer, la magia está asegurada.
Además de los tours en 4×4, el desierto se presta a otras muchas actividades, como el parapente, el kitesurf o el sandboarding (una suerte de snowboard sobre la arena). También se puede asistir a una sesión de caza con halcones o asistir a una fiesta en una tienda tradicional beduina.
Por supuesto, el desierto no es para cualquier época del año; la temporada invernal, conocida por los locales como Al Enna y que va de octubre a abril, es la preferida para venir a hacer camping al desierto.
Existen además complejos que permiten adentrarse en esta cultura de los antiguos nómadas con cómodas tiendas cubiertas de alfombras y telas y además saborear la gastronomía local, tomar un café árabe, un té o karak junto a una hoguera, dar un paseo en camello o ver de cerca un oryx, el animal nacional.
Manglares en Purple Island
Y si no es frecuente que el mar se adentre entre las dunas como sucede en la playa Khor Al Adaid, tampoco lo es la imagen de manglares en el desierto.
La isla de Bin Ghannam o Purple Island es una de las joyas menos conocidas de Catar. Ubicada al noreste del país (a una hora de Doha en coche), cerca de la ciudad de Jor, su nombre hace referencia a la antigua industria de tintes púrpura de hace más de 2.000 años, cuando el color morado era codiciado por los reyes de la dinastía casita para sus ropas.
Hoy, el color púrpura se encuentra en las exuberantes flores que crecen entre los manglares, que se pueden recorrer en kayak, mientras se observan aves y otros animales marinos.
Recomendable entre noviembre y febrero, cuando el sol y el calor son más suaves, además de recorrer los humedales hay que cruzar el puente de madera que conecta la isla con pequeñas colinas y la playa de Purple Island.
Lusail, la ciudad del futuro
Lusail saltó a nuestras pantallas como escenario de la gran final del Mundial de Fútbol celebrado el pasado 2022.
Al norte de Doha, apenas un poblado de beduinos hasta hace dos décadas, ha sido totalmente diseñada (de hecho, aún sigue construyéndose) en los últimos años como una ciudad del futuro, inteligente, tecnológica, sostenible, conectada y plagada de rascacielos y edificios que se cuentan entre los más destacados de Catar.
Aquí se encuentran, por ejemplo, las Katara Towers, en forma de espadas cruzadas y que albergan dos nuevos hoteles de ultralujo de las enseñas Raffles y Fairmont.
También las Marina Twin Towers, rebautizadas como ‘Lego Towers’ por su diseño en cubos de colores, o las Torres Zig Zag, cuyo nombre hace referencia al diseño angular de estos rascacielos.
Un paseo por Lusail debe incluir Crescent Park, el parque inspirado en las dunas y en el desierto catarí, con instalaciones y canchas deportivas, así como zonas verdes; Lusail Boulevard, inspirado en los icónicos Campos Elíseos y plagado de restaurantes y tiendas.
En la plaza Al Sa’ad, uno de los centros vitales de Lusail en la que se alzan cuatro esbeltas torres diseñadas por Foster+Partners (y de momento sin uso) entre las que cuelga una gigantesca escultura de tiburón ballena.
La Place Vendôme, una zona de compras que busca trasladar al desierto el ambiente parisino y donde no faltan las principales marcas de lujo en moda, un parque de atracciones, Lusail Winter Wonderland, en el paseo marítimo de Lusail, y diferentes beach clubs completan los atractivos de esta nueva ciudad, que acogerá competiciones deportivas como las carreras de Moto GP y Fórmula 1 en el Circuito Internacional de Lusail.
1 kilómetro de arte en el desierto
Más allá de los tesoros naturales, el desierto en Catar aloja también arte, en concreto la impresionante instalación East-West / West-East.
Firmada por Richard Serra, cuya obra puede verse, entre otros, en el museo Guggenheim de Bilbao o el Reina Sofía de Madrid, se trata de cuatro enormes planchas de acero de 14 metros de altura repartidas a lo largo de un kilómetro, donde los pilares contrastan con los suaves tonos marrones del desierto circundante.
Instalada en 2014 en la reserva natural de Brouq, entre antiguos vestigios arqueológicos y a unos 65 kilómetros de Doha, el paso del tiempo ha ido modificando lentamente la apariencia de la escultura, cambiando su color de gris a naranja, y finalmente un ámbar oscuro.
En la zona también se encuentran la Montaña de la Roca del Paraguas, el Fuerte de Zekreet y el plató de cine abandonado conocido como Ciudad del Cine, que merecen una visita.
Glamping eco en una granja
La moda del glamping que desde hace años nos lleva a dormir, con las comodidades de un resort de lujo, a lugares como yurtas, casitas en los árboles o burbujas bajo las estrellas, ha llegado también a Catar.
Uno de los mejores lugares para disfrutarlo es Heenat Salma Farm, una granja de productos ecológicos situada en el municipio de Al Shahaniya, al noroeste de Doha.
Aquí, alrededor de 30 cultivos diferentes de frutas y verduras, productos lácteos, huevos, miel y carne se combinan con un complejo de tiendas a todo lujo, piscina, salones donde realizar actividades yoga o aprender a trenzar juncos para realizar manteles individuales y una hoguera en torno a la cual sentarse a disfrutar de un café árabe mientras se cuentan historias y se observan las estrellas.
Tampoco hay que dejar de entrar en la cocina, donde se elaboran comidas sencillas y sabrosas con productos recién recolectados.
Un paraíso del kitesurf
En los últimos años, las costasde Qatar se han de aficionados a los deportes acuáticos, entre ellos el kitesurf.
Coloridas cometas danzan al son del viento en lugares como la playa de Fuwairit. Aquí, además de arena fina y excelentes condiciones para la práctica de este deporte, se encuentra Fuwairit Kite Beach, un punto de encuentro para los amantes del kite y el estilo de vida asociado a él.
En busca del tiburón ballena
Catar tiene una de las mayores concentraciones de tiburones ballena del mundo, lo que hace del país uno de los mejores lugares para ver uno de estos animales que llevan en La Tierra desde hace 60 millones de años.
Con hasta 12 metros de longitud, pueden verse fácilmente con uno de los tours ‘Tiburones ballena en Qatar’ que organiza Discover Qatar y que este 2023 se ofrece entre mediados de mayo y finales de agosto.
Disponible jueves y domingos, incluye una excursión en catamarán, con posibilidad de contratar un vuelo privado, y tienen un precio desde 229 euros por persona.