Ruta por los Pueblos Negros, la escapada ideal para el otoño en Guadalajara

En Guadalajara, los pueblos de la Arquitectura Negra son más hermosos aún envueltos en las tonalidades del otoño

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Al noroeste de Guadalajara, entre las vertientes meridionales de Somosierra y la Sierra de Ayllón, alejada de las prisas, el asfalto y la masificación de las grandes ciudades, los Pueblos de la Arquitectura Negra esconden un tesoro en forma de arquitectura tradicional que se ha conservado intacta a lo largo de los siglos.

Su forma de construir se amolda a un clima, una luz y un paisaje que se nos aparece en una gama de tonos grises, azulados, violetas, plateados y negros que les confieren su característico aspecto y que deben a la omnipresente pizarra su efecto magnético. Pueblos que se funden con un entorno agreste, donde confluyen sierras, arroyos y cascadas. También leyendas.

Pueblos de la Arquitectura Negra

El Pico Ocejón, a 2.048 metros de altitud, vigila desde cualquier ángulo nuestros pasos. En sus faldas se ubican los pueblos negros.

Dice una leyenda en la zona que el último día de la Creación, cuando ya no quedaba casi luz, Dios creó estos pueblos y por eso son tan oscuros. Es solo una de las historias y cuentos que circulaban de cocina en cocina en los largos inviernos.

Pueblos de Arquitectura Negra. Foto: Turismo Guadalajara.

Lo cierto, sin embargo, es que las construcciones deben su color al material empleado, la pizarra, extraída del propio entorno y usada tanto en los muros como en los tejados y en toda clase de construcciones, desde viviendas a cerramientos ganaderos, delimitaciones agrícolas, puentes e, incluso, iglesias, que se mimetizan con el entorno en una simbiosis perfecta, originando un atractivo conjunto de casi absoluta uniformidad cromática.

Y, también, dando lugar a un patrimonio único, los Pueblos de la Arquitectura Negra de Guadalajara, que esperan ser reconocidos por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad por su extraordinario valor etnográfico, arquitectónico y paisajístico.

Practicar senderismo por caminos olvidados o disfrutar del paisaje que dibujan las cascadas son algunas de las mejores formas de disfrutar de los pueblos negros

Campillo de Ranas, el Cardoso de la Sierra, Majaelrayo, Tamajón y Valverde de los Arroyos son las principales paradas de la ruta, en la que hay decenas de pedanías e impresionantes sierras donde podremos practicar senderismo y mountain bike, ganar cumbres, transitar caminos olvidados o aventurarnos al baño en pozas o cascadas de agua de manantial.

El otoño, la mejor estación

La primavera y, sobre todo, el otoño son los mejores momentos para acercarnos a los Pueblos Negros, aunque también lucen hermosos en invierno, cuando la nieve contrasta con el negro de la pizarra.

Valverde de los Arroyos. Foto: Turismo Guadalajara.

La ruta arranca en Valverde de los Arroyos, con uno de los más bellos y mejor conservados conjuntos urbanísticos de Arquitectura Negra, a unos 81 kilómetros de Guadalajara y a 1.255 metros de altitud.

Después de recorrer su plaza mayor, admirar su fuente y adentrarnos en su iglesia parroquial, construida también en pizarra y que guarda una cruz procesional del siglo XVI, podemos acercarnos hasta el museo etnográfico, donde veremos la artesanía de la zona y su evolución con el tiempo.

Si es la hora de comer podemos parar en el Mesón los Cantos, en una soberbia construcción de piedra y pizarra y especializado en los sabores y recetas tradicionales de la zona como judías, chuletas de cordero, migas y una riquísima tarta de queso.

Desde ahí, no podemos perdernos las Chorreras de Despeñalagua. Un paseo de alrededor de media hora entre manzanos, robles, castaños, jaras y helechos conducen a estos cuatro saltos de agua consecutivos que suman 80 metros de altura entre las vertientes del Ocejón y el pico Campachuelo.

Chorreras de Despeñalagua en la Sierra del Ocejón (Guadalajara)
Chorreras de Despeñalagua en la Sierra del Ocejón. Foto: Pino | EFE.

La Ciudad Encantada de Tamajón

Tras una parada en Umbralejo, una pedanía deshabitada que ahora forma parte del Programa de Recuperación de Pueblos Abandonados y que, con un poco de suerte, recorreremos absolutamente solos, nos dirigimos a Tamajón.

A la entrada saluda su iglesia del siglo XVI con atrio porticado e interesantes bóvedas de crucería. El pueblo conserva algún caserón noble, como el renacentista palacio de los Mendoza (hoy el Ayuntamiento), restaurado y buen ejemplo de arquitectura civil plateresca de mitad del siglo XVI.

A las afueras, una antigua fábrica de cristal, bien conservada pero ya sin actividad, que refleja la pujanza de la localidad en los siglos XVIII y XIX.

Lo más llamativo de este pueblo, sin embargo, lo encontramos fuera de él, más o menos a un kilómetro de distancia por la carretera que conduce a Majaelrayo, en medio de un paraje de sabinas, enebros y encinas.

Umbralejo. Foto: Álvaro Iranzo | EFE.

Se trata de una de las joyas de la naturaleza de la provincia de Guadalajara, la Ciudad Encantada de Tamajón. Una zona esculpida de forma natural por la erosión a lo largo de milenios que ha generado cuevas, arcos de roca, dolinas, oquedades y otras fantásticas y caprichosas formaciones y que forma parte del Inventario Nacional de Paisajes Sobresalientes del Ministerio de Agricultura.

Un poco más al Norte, sobre un altozano se erige la ermita de Nuestra Señora de los Enebrales, con la impresionante silueta del Ocejón como telón de fondo.

Campillo de Ranas

En Campillo de Ranas, el principal patrimonio cultural es, de nuevo, la arquitectura popular, en la que destaca la iglesia parroquial de Santa maría Magdalena, construida también con lajas de pizarra combinadas con piedra caliza en la torre.

Campillo de Ranas, Guadalajara
Construccion tradicional en Campillo de Ranas. Foto: J. Benet | EFE.

Antes de la pandemia esta localidad, con alrededor de 180 habitantes contando sus pedanías, llegó a convertirse en una suerte de Las Vegas versión castellanomanchega, algo así como un parque temático de bodas rurales.

Abanderados de la defensa de los derechos de todas las parejas, especialmente a raíz de la aprobación de la ley del matrimonio homosexual y con su alcalde Francisco Maroto como el primer edil en oficiar ceremonias entre parejas del mismo sexo tras la reforma del Código Civil, se multiplicaron los enlaces civiles que, aquí, pueden tener la temática que cada cual escoja.

Un documental, Campillo, sí quiero (2007) de Andrés Rubio relata cómo este pequeño pueblo perdido y casi despoblado se convirtió en abanderado de los derechos LGTBI.

Las bodas –medievales, escocesas, ambientadas en el Señor de los Anillos (con el alcalde caracterizado como mago Gandalf) o simplemente celebraciones relajadas en un hermoso entorno rural-, trajeron prosperidad y vida al pueblo, que también ofrece turismo de naturaleza y atractivos como el mirador de la Fuente de las Ranas con excelentes vistas al Pico Ocejón, o el conocido como Roble Hueco, un ejemplar antiquísimo del que los vecinos están particularmente orgullosos.

Campillo de Ranas, Guadalajara
Campillo de Ranas. Foto: Turismo Castilla-La Mancha.

El Restaurante Aldea Tejera Negra, uno de los especializados en celebraciones en la localidad, es una buena opción para degustar la gastronomía local y de temporada.

Majaelrayo

En el Cardoso de la Sierra nacen los ríos Jarama y Jaramilla y es especialmente notable por su entorno natural en el que destaca el Macizo del Pico del Lobo-Cebollera, el conjunto montañoso de mayor altura de la Sierra de Ayllón.

Aquí están, además, las tres cumbres más altas de toda Castilla-La Mancha: el Pico del Lobo (2273 m), el Cerrón (2199 m) y la Peña Cebollera o Pico de las Tres Provincias (2129 m), en el límite de las provincias de Madrid, Guadalajara y Segovia.

Muy cerca está el popular Pico Santuy o Cerro Calahorra, al que se llega en una ruta de 5,6 km por hermosos senderos de montaña.

Foto: Turismo Guadalajara.

Terminamos la ruta en Majaelrayo, quizá el pueblo que mejor conserva sus casas de pizarra de la zona y punto de partida de innumerables recorridos a pie, especialmente el que conduce al Pico Ocejón, que regala vistas realmente espectaculares.

En moto o en coche también existen alternativas recomendables para ver los alrededores. Entre ellas, la carretera que asciende hasta el puerto de la Quesera, una ruta de unos 20 solitarios kilómetros que atraviesa parajes formidables llenos de robledales y barrancos como el de los «paredones» que forma el río Jaramilla.

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