N2, el roadtrip que concentra Portugal en 739 kilómetros

Llamada la ‘Ruta 66 portuguesa’, la estrada N2 atraviesa 11 distritos, 35 municipios, 11 sierras, 13 ríos y algunos de los paisajes más bellos de Portugal

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De Chaves, en Trás-os-Montes, a Faro, en El Algarve, la N2 portuguesa no son solo 739 km de asfalto y curvas. De las terrazas de viñedos del Douro a playas salvajes pasando por montes, llanuras, cuevas y ríos, paisajes esculpidos por la mano humana o áreas protegidas donde la naturaleza dicta su ley, ciudades de herencia romana, pueblos amurallados sobre imponentes riscos, artesanía multicolor y una gastronomía contundente. Es la N2, el roadtrip que hacer una vez en la vida en Portugal.

Quien disfruta conduciendo sabe que las carreteras no son todas iguales. Están las que son un medio para llegar de un punto a otro y las que permiten disfrutar del camino. Entre estas últimas se encuentra el mítico itinerario portugués que, además, es el único en toda Europa que atraviesa por entero un país (en el mundo solo hay dos más, la Ruta 40 argentina y la Ruta 66 en EE UU).

De hecho, no son pocos los que denominan esta carretera, establecida en 1945 como Estrada Real y que a lo largo de su recorrido de 739,26 km atraviesa 35 concelhos y 11 distritos, pero también 11 sierras como las de Montemuro o Lousa, 13 ríos, entre ellos el Duero y el Tajo, y algunos de los paisajes más bellos del país en el Algarve o el Alentejo.

VIñedos del Douro
Paisaje de viñedos del Douro. Foto: Maksym Kaharlytskyi | Usplash.

En su trazado, que se ideó en parte para revitalizar algunas áreas deprimidas del país, la carretera no atraviesa ninguna de las grandes poblaciones lusas lo que, lejos de ser un inconveniente permite adentrarse en la Portugal más desconocida.

La Ruta 66 portuguesa

De norte a sur o de sur a norte, la N2 es la forma más genuina de conocer Portugal. En coche, en moto o en autocaravana, mientras avanzan los kilómetros, desde la región vinícola del Duero hasta las potentes olas del Atlántico, desfilan ante las ventanillas la cultura, los paisajes, la demografía, la gastronomía y el patrimonio lusos.

La monotonía no encuentra lugar en esta carretera, en torno a la cual es posible conocer desde un crómlech del megalítico a estaciones termales, catedrales góticas, palacios barrocos, playas fluviales, jardines versallescos, pueblos blancos con macetas de colores, calles pavimentadas con mosaicos, pueblos de tradición minera o callejuelas de cuento.

El hito que marca el inicio de la N2 en Chaves
El hito que marca el inicio de la N2 en Chaves. Foto: Hugo Teles | Unsplash.

La ruta es tan icónica que cuenta con su propio pasaporte que acredita que se ha hecho el recorrido. Se recoge en Chaves y se sella en las oficinas de turismo que forman parte del itinerario.

Lo mejor de la N2

Espina dorsal de Portugal, el itinerario de la Estrada Real N2 arranca en la localidad de Chaves, concretamente en una rotonda junto al Jardín Público que alberga la señal del kilómetro 0 de esta vía.

Antes de echarse a la carretera merece la pena recorrer esta localidad, a poca distancia de Verín (Ourense) y conocida en tiempos romanos como Acquae Flaviae por la calidad de sus manantiales termales (el agua, de propiedades mineromedicinales, emerge con una temperatura de unos 73 grados).

Castelo de Chaves
Castelo de Chaves. Foto: Wikimedia Commons.

Situada junto al Río Tâmega, atestiguan su importancia estratégica a lo largo de la historia el castillo con su Torre del Homenaje, y los fuertes de São Francisco y de São Neutel.

También se puede recorrer el barrio medieval por el interior de las murallas, saltar sobre el río sobre las poldras, y probar algunos de sus referentes gastronómicos, como los embutidos.

Vila Real

Aún en la región de Trás-os-Montes, Vila Real espera en lo alto de un promontorio, vigilando la confluencia de los ríos Corgo y Cabril.

Enmarcada por las sierras de Alvão y de Marão al oeste, y por la sierra de Montemuro, al sur, la ciudad es una de las puertas de entrada al paisaje vitivinícola del Valle del Douro, reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Entre la avenida Carvalho Araújo y la avenida Marginal Vila Real conserva el grueso de su patrimonio, en el que brillan una arquitectura de tintes aristocráticos (que debe en gran medida a la Casa de los Marqueses de Vila Real) con casas blasonadas, ventanas manuelinas y balcones tradicionales de hierro forjado.

Casa de Mateus, Vila Real
Casa de Mateus, Vila Real. Foto: Wikimedia Commons.

Aquí se encuentran la Iglesia de la Misericordia y la Iglesia de los Clérigos, esta última obra maestra del arquitecto italiano Nicolau Nasoni.

El municipio atesora también la casa señorial y emblema del rosé portugués con más seguidores del mundo: Casa de Mateus.

Peso da Régua

En torno al km 88 de la N2 entramos en Peso da Régua, una localidad en la que absolutamente todo gira en torno al mundo del vino y al río que corre a sus pies.

Es aquí donde se cargaban los barriles en barcos de madera conocidos como rabelos que navegaban hasta Vila Nova de Gaia, en la desembocadura del Duero, al otro lado de la ciudad de Oporto. Pocos saben que esa actividad, como la del propio vino, regulada desde 1756, la convierte en la cuna de la región vinícola demarcada más antigua del mundo.

Peso da Regua
Peso da Régua. Foto: Nuno Pinto | Unsplash.

La antigua Casa da Comanhia Velha, perteneciente al Consejo Regulador, acoge hoy un museo con exposiciones multimedia que explica la producción del vino en el valle, con riqueza de detalles sobre el suelo, el clima o la geografía excepcional del lugar.

Si hay tiempo, merece la pena desviarse al mirador de San Leonardo de Galafura, considerado el mejor de la zona, con una panorámica a 640 metros de altitud capaz de dejarnos sin palabras.

Lamego

Pasado el km 100 de la Estrada N2, ya en el distrito de Viseu, espera Lamego, que presume del título de ser la localidad portuguesa con más monumentos por kilómetro cuadrado.

Lamego que presume del título de ser la localidad portuguesa con más monumentos por kilómetro cuadrado

Como villa de referencia en las rutas enológicas del Alto Duero y como centro religioso portugués en el siglo XVIII, acumula quimeras arquitectónicas como la iglesia Nossa Senhora dos Remédios, con sus azulejos blancos y azules que hablan del esplendor barroco de la localidad. Para llegar, eso sí, hay que ascender una escalinata que roza los 700 peldaños.

Lamego
Nossa Senhora dos Remedios, Lamego. Foto: Wikimedia Commons.

En el centro urbano, la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción recuerda la influencia gótica en la arquitectura religiosa de la que fuera centro del obispado de la época.

Vila de Rei y Abrante

Si se imagina una línea que atraviese Portugal de norte a sur y de este a oeste, la localidad de Vila Rei se encontraría justo en el centro. Así lo certifica, como centro geodésico del país, un hito colocado en la Sierra de Melriça.

Apenas hace falta desviarse un poco de la N2 para conocer este punto, bautizado como Picoto da Melriça, antes de continuar por la carretera, entre pinos, aldeas que parecen detenidas en el tiempo como Água Formosa y playas fluviales rumbo a Abrantes, la última población al norte del Tajo.

Una preciosa panorámica del río que se alarga hasta Beira Baixa, el Alentejo y Ribatejo se obtiene desde los alto de su castillo.

Crómlech de los Almendros, Portugal
Crómlech de los Almendros. Foto: VisitAlentejo

El Alentejo

Ya en la vasta región del Alentejo (sus 27.000 km2 representan un tercio del territorio portugués) hay paradas interesantes en Ponte de Sor (km 435) donde descubrir la industria y la cultura en torno al corcho, que aquí se transforma no solo en tapones de vino, sino en todo tipo de objetos artesanos y obras de arte como el mosaico de corcho del Centro de Artes e Cultura de Ponte de Sor.

La puesta de sol crea una atmósfera mágica en la localidad de Montemor-o-novo, con las ruinas de su imponente castillo y la Torre do Relógio, donde se puede subir para disfrutar de las vistas a este pueblo que en el pasado fue residencia de varios reyes.

De vuelta a la carretera, un desvío de la N2 conduce al Crómlech de los Almendros, un monumento neolítico compuesto por 95 menhires en círculo que sorprende por su tamaño y buen estado de conservación (de hecho, figura entre los más importantes de Europa). Las visitas guiadas nocturnas permiten verlo, además, bajo un manto de estrellas que hacen única la experiencia.

Ponte de Sor, Alentejo
Centro de Artes e Cultura Ponte de Sor. Foto: VisitAlentejo.

Viana do Alentejo

En Viana do Alentejo destaca el castillo con sus torres cilíndricas en sus esquinas, así como una iglesia que se cuenta entre los templos manuelinos más interesantes de Portugal. Su autor fue Diogo Arruda, hermano de Francisco de Arruda, el arquitecto de la famosa Torre de Belém.

Una freguesía de Viana do Alentejo, la pequeña Alcáçovas, es ideal para conocer la gastronomía más auténtica de la región y probar en alguna de sus tabernas una contundente açorda a la alentejana o un plato de migas.

También aquí, el Paço dos Henriques es un impresionante palacio cuyas fachadas están revestidas de conchas marinas de diferentes formas, tamaños y colores.

Aljustrel
Aljustrel. Foto: VisitAlentejo.

Entre los verdes campos del sur alentejano, el pueblito de Aljustrel, muy ligado a la minería, aparece coronado por una blanca ermita gótica situada en lo alto de una colina, descansando sobre las ruinas del antiguo castillo.

Faro

El final de la ruta transcurre ya por El Algarve y llega, tras atravesar las localidades de Loulé y São Brás de Alporte, a Faro.

Mirando al mar y junto a la ría Formosa, hay que iniciar la visita desde el Arco da Vila, una puerta medieval que se abre al casco histórico (vila adentro) de apretadas calles y plazas diáfanas salpicadas de palacios y jardines.

El Palacio episcopal, la Catedral, erguida en 1251 sobre una antigua mezquita, la iglesia de San Francisco o las dos torres albarranas que protegían el Arco del Reposo son otros puntos de interés de esta zona.

Museo Municipal de Faro
Museu Municipal Faro. Foto: Vanda Rita.

Fuera de la muralla se abre otro Faro, uno que alegran palacios e iglesias de estilo barroco y rococó y por el que se camina sobre la típica calzada portuguesa, un Faro que huele y sabe a mar con sus pescados y mariscos cocinados en la cataplana y las cercanas playas.

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