De los romanos a los valses en la Ópera: así es viajar en el tiempo en el nuevo Museo de Viena
Tras cuatro años de obras, Viena reinaugura el museo de la ciudad con una nueva planta 'flotante' que añade una terraza con café y vistazas que promete ser el próximo ‘place to be’ en Karlsplatz
Las principales consultoras internacionales como Mercer y The Economist coinciden: Viena es la mejor ciudad del mundo para vivir gracias a una combinación de infraestructuras, servicios, seguridad, patrimonio y cultura que permite disfrutar a sus residentes de un alto nivel de vida.
De hecho, es difícil pensar en Viena sin que vengan a la mente suntuosos palacios imperiales y rutilantes valses en el teatro de La Ópera, nombres de intelectuales, pintores, genios musicales y movimientos culturales que hicieron de la ciudad austriaca la capital europea de la cultura durante siglos.
Pero, ¿cómo llegó esta ciudad asentada junto al Danubio a convertirse en epicentro de poder, finanzas y cultura, cuna de Beethoven, Mozart o Strauss, de Gustav Klimt, Sigmund Freud, Otto Wagner, Josef Hoffman o Adolf Loos?
Desde este mes de diciembre, un nuevo museo en el corazón de Viena permite desentrañar el misterio de una de las capitales más antiguas de Europa ofreciendo un paseo de más de 2.000 años desde la fundación de la ciudad a la actualidad pasando por sus momentos clave: el imperio de los Habsburgo, la construcción de la flamante Ringstrasse o la Viena roja, sin obviar los capítulos más oscuros bajo el dominio nazi.
Museo de Viena
Ubicado en Karlsplatz, en el distrito 4, el Wien Museum o Museo de Viena es la novedad más importante en material cultural de la capital de Austria este 2023.
Largamente esperado tras una importante reforma arquitectónica que ha renovado y ampliado los espacios y ha ganado una nueva planta que ‘flota’ sobre el anterior edificio (y que añade una terraza con vistas panorámicas desde la que casi se puede rozar la impresionante iglesia barroca de San Carlos), abrió sus puertas el 6 de diciembre y, solo una semana después, habían pasado por sus salas más de 10.000 personas.
Ideal para un primer contacto con la ciudad, la institución, la primera en Viena en ofrecer acceso libre y gratuito (sí se requiere reserva para el control de la afluencia) ofrece un interesante viaje a través de más de 1.700 objetos entre obras de arte, maquetas, planos, restos arqueológicos, vestidos, mobiliario y documentos.
Lo hace, además, desde un punto de vista novedoso: “las personas y sus vidas, que han sido moldeadas por la política y la religión, las estructuras sociales y el entorno que las rodea a lo largo de los siglos”, explica a Tendenciashoy Konstanze Schäfer, directora de comunicación del Museo de Viena.
Así, temas como el trabajo, la vivienda, el tráfico, la inmigración y la ecología reciben el foco en este espacio, que acoge también esculturas medievales, pinturas de Gustav Klimt, vestidos de la alta burguesía en el siglo XIX o una gigantesca ballena, emblema de un conocido restaurante en el parque de atracciones del Prater, y rescatada ahora como mascota del museo.
Historia y futuro de Viena
El museo, como decíamos, no es nuevo, pero la intervención arquitectónica a la que se ha sometido merece por sí misma una visita. Construido en los años 50 según el diseño de Oswald Haerdtl, abrió sus puertas por primera vez en 1959. Pronto sus instalaciones quedaron pequeñas para contar una historia de más de veinte siglos y, en 2020 fue cerrado para acometer su reforma más ambiciosa.
Tras un concurso internacional al que se presentaron proyectos de estudios austriacos e internacionales como Zaha Hadid Architects, Foster + Partners y Sou Fujimoto, fue el equipo de arquitectos locales Ferdinand Certov, Klaudia Ruck y Roland Winkler el encargado de su renovación, que se marcaba como objetivo prácticamente duplicar la superficie del museo pasando de 6.900 a 12.000 m2.
Más que añadiduras, y puesto que era imprescindible mantener los elementos anteriores, proyectaron “un edificio dentro de otro”, explica Schäfer. Sencillo pero muy ingenioso, en diferentes puntos se pueden ver las marcas de la antigua estructura y cómo se ha integrado en la nueva, planteando un estimulante juego de volúmenes, materiales y colores.
Además, se añadió un pabellón de cristal que hace las veces de entrada y recepción, así como un ingente cubo de hormigón y acero que se alza sobre la tercera planta. Pese a su aspecto compacto, el volumen parece flotar sobre la estructura existente, sin columnas o elementos visibles que lo sustenten.
El espacio entre el edificio original y esta extensión, que ofrece 1.200 m2 nuevos y que albergará las exposiciones temporales, da lugar a una gran terraza y acoge además un café y diferentes salas para muestras y eventos, así como espacios donde relajarse, leer, charlar o, simplemente, disfrutar de las vistas.
En el interior de este espacio, el techo curvo, las superficies de madera y una escalera suspendida que lo conecta con la planta inferior le dan el aspecto de una inmensa escultura mientras que, en el exterior, una superficie formada por ‘crestas’ irregulares de hormigón plantea un juego constante de luces y sombras a medida que el sol va cambiando de posición a lo largo del día.
En la planta baja, un nuevo restaurante con vistas a la plaza contribuye a conectar aún más el museo con el público local, uno de los propósitos más destacados del proyecto, según sus responsables.
Además, el museo se amplió también bajo tierra, con 1.200 m2 que sirven para el almacenamiento de obras.
El nuevo discurso expositivo pone el foco en los ciudadanos de Viena y sus vidas a lo largo de los siglos
Por supuesto, la obra cuenta con todo tipo de sistemas enfocados a la sostenibilidad, desde geotermia y placas fotovoltaicas para garantizar el suministro energético autónomo a un tejado verde y sistemas que permiten reutilizar el calor emitido por los visitantes o nuevas plantas y árboles que captan CO2.
Viena. Mi historia
En cuanto a la exposición permanente (las primeras muestras temporales arrancarán en febrero de 2024 con las dedicadas a Fischer von Erlach y la Secesión vienesa), se centra en la historia de Viena desde el neolítico hasta hoy con una propuesta ordenada cronológicamente a largo de más de 3.000 m2 y tres pisos.
Una sala central de 300 m2 y 20 m de altura, visible desde diferentes niveles, alberga algunas de las joyas, como las maquetas originales de la fuente de Donner y de la catedral de San Esteban o la enorme figura de Poldi, la ballena del Prater.
Los formatos interactivos y multimedia y muchos objetos que se pueden tocar (no todos) llaman a explorar e investigar mientras una guía digital ofrece información adicional en cada uno de los 13 capítulos en los que se divide la exposición.
Esculturas y pinturas románicas y góticas, armas y joyas otomanas que hablan de los dos sitios de Viena a manos de los turcos en 1529 y 1683 o maquetas que permiten comparar la ciudad antes y después de la destrucción de la muralla en 1857 que daría lugar a la Ringstrasse y los edificios más famosos de la ciudad como el Palacio Real Hofburg, el Ayuntamiento, la Bolsa, el Parlamento, el Museo de Historia del Arte o el Museo de Historia Natural son otros de los tesoros de la colección, que incluye también pinturas de Klimt y obra gráfica de Oskar Kokoschka, entre otros.
Cómo vivía la gente durante el esplendor imperial de los Habsburgo (no solo los nobles y poderosos de la corte como recalca nuestra guía) o el nacimiento y esplendor de la llamada Viena roja tras la Primera Guerra Mundial y las elecciones municipales de 1919, cuando el Partido Socialdemócrata de los Trabajadores comenzó a sentar las bases de la calidad de vida que hoy enorgullece a la ciudad con la construcción de viviendas públicas, colegios o piscinas son también momentos que se exploran a través de las salas.
Por supuesto no se evitan episodios menos amables, como la época nazi, en que la ciudad fue transformada en un auténtico ‘laboratorio de crueldad’ (así lo designa el museo) con violencia generalizada hacia los judíos, expropiaciones, una sede de la Gestapo en el Hotel Metropole, varios puestos de avanzada de la Campo de concentración de Mauthausen y muchas fábricas que utilizaron trabajo forzado.
De la reconstrucción de posguerra a la caída del telón de acero y, por último, las últimas décadas en Viena, con alusiones a las guerras de los Balcanes, la adhesión de Austria a la Unión Europea, las crisis de refugiados en Siria, Afganistán y Ucrania, la pandemia de covid y otros retos que plantean aspectos como la globalización y el cambio climático completan la muestra permanente.
“Encargarse de contar la historia de la ciudad es un honor, pero también un reto. La colección del museo es enorme, la historia de la ciudad es rica y compleja, y las historias que queremos contar son diversas”, concluye Schäfer.
Un museo donde también se come
Antes o después de visitar el Museo de Viena y su tienda llena de pequeños tesoros es muy buena idea pasar por Trude, el acogedor café de la planta baja donde se puede desayunar, tomar el brunch, comer, merendar o cenar.
Amplio y confortable, está dedicado a la fotógrafa vienesa Trude Fleischmann (1895-1990) y sirve especialidades locales con toques modernos aunque simplemente tomar un café (pide un wiener melange si lo que buscas es un café con leche) con vistas a la Karsplatz y la iglesia de San Carlos ya merece la pena.