Ruta por los pueblos más bonitos de Cantabria
Mirando al mar o entre verdísimos valles, Bárcena Mayor, Liérganes, Santillana del Mar, Carmona, Potes o Mogrovejo son algunos de los pueblos que no hay que perderse en Cantabria
Dentro de parques naturales, asomados al Cantábrico o perdidos entre valles donde el verde se declina en mil y una tonalidades, Cantabria cuenta con todo tipo de joyas en forma de pueblos, algunos incluidos entre los más bonitos de España.
Carmona
En un maravilloso enclave natural entre los valles del Saja y del Nansa, al oeste de Cantabria, encontramos uno de los pueblos más bonitos de Cantabria: la bellísima Carmona. Esta pequeña villa es perfecto ejemplo de la aldea tradicional, donde las casonas el siglo XVII con arcadas y balcones y las calles empedradas se destacan del verde del paisaje.
Pertenece al municipio de Cabuérniga y es Conjunto Histórico Artístico, además de estar incluido en el club de los Pueblos Más Bonitos de España.
Paseando por sus calles llaman la atención los recuerdos al estilo de vida y los oficios de otros tiempos, con esculturas como la de la vaca Tudanca, una raza bovina autóctona de Cantabria, o la dedicada al último albarquero (fabricante de albarcas, el calzado tradicional por antonomasia de la región) de la localidad.
También hay que detenerse a admirar la fachada y las torres del Palacio de los Díaz Cossío y Mier, de principios del XVIII y actualmente alojamiento turístico, la iglesia de San Roque y las ermitas de Nuestra Señora de Guadalupe y la de Lindes.
Castro Urdiales
Hogar de un antiguo asentamiento romano, Flavióbriga, la actual Castro Urdiales es una bellísima villa marinera que combina el encanto de un pueblecito pesquero, una tradición ilustre y señorial y bellísimas playas como las de Ostende y Brazomar.
Las callejuelas del casco viejo de este bonito pueblo de Cantabria invitan a pasear mientras se escoge en cuál de sus restaurantes abandonarse a la mejor gastronomía, con una cocina en la que brillan productos como besugos y caracoles, además de excelentes conservas (no te pierdas las anchoas).
La arquitectura popular, de origen medieval, con balconadas de madera orientadas a los jardines del paseo de Amestoy, es Conjunto Histórico, mientras que entre su patrimonio destacan la iglesia de Santa María -del mejor gótico de Cantabria-, el castillo-faro y el puente medieval.
Más reciente, destaca el palacio Toki-Eder, del arquitecto local Eladio Laredo, de estilo modernista clasicista al estilo de las villas italianas.
El arte rupestre en la cueva de la Peña del Cuco, con grabados de más de 12.000 años de antigüedad, y fiestas como las del Coso Blanco, un desfile nocturno de carrozas de papel de seda que se celebra en verano, completan los atractivos de este precioso pueblo.
Santillana del Mar
Sí, ya sabemos que ni es santa, ni es llana ni tiene mar, pero eso no impide que Santillana del Mar sea uno de los pueblos más bellos de España, capaz de conquistar al filósofo francés Jean-Paul Sartre.
Su declarado Conjunto Histórico Artístico, formado por edificios fundamentalmente de los siglos XIV al XVIII, incluye la joya del románico en Cantabria: la Colegiata de Santa Juliana.
Además, casas, palacios y escudos de sus nobles propietarios dejan ver trozos de historia que transportan a una Santillana de otras épocas.
Su privilegiado entorno natural, que incluye a solo 2 km las Cuevas de Altamira, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, permite disfrutar de un paisaje único que combina el mar con el verde de sus campos.
Bárcena Mayor
El único núcleo de población ubicado dentro del Parque Natural Saja Besaya, Bárcena Mayor, es otro de los municipios cántabros incluidos en el catálogo de los Pueblos más bonitos de España.
Conjunto Histórico Artístico desde 1979 y uno de los pueblos más antiguos de España, son obligada visita la iglesia de Santa María, del siglo XVII, sus casas de arquitectura tradicional y las antiguas casas rectorales.
Un simple paseo por sus calles para admirar sus balconadas plagadas de flores, entrar en las pequeñas tiendas de artesanías de mimbre y madera o degustar una cocina que tiene la caza y el cocido montañés como emblemas son suficientes para adorar esta localidad.
Potes
En el corazón del valle de Liébana, justo en la confluencia de los cuatro valles de la comarca, rodeados de un espectacular paisaje, espera Potes, un municipio rico en historia, gracias a su vinculación a las casas nobles del Marqués de Santillana y a la del Infantado.
Potes es conocida como la villa de los puentes y de las torres y entre sus calles hay todo tipo de vestigios de su historia y su cultura, como sus callecitas y caserones blasonados que nos ayudan a imaginar tiempos pasados.
Potes es, además, una localidad que se disfruta comiendo, tanto por la calidad de sus restaurantes como de sus recetas, con el cocido lebaniego como estrella, pero también carnes, caza y pescados de río, sin olvidar los exquisitos quesos artesanos, los licores como el orujo y el tostadillo y los postres como los frisuelos, el arroz con leche, los canónigos y los típicos sequillos.
Mogrovejo
Precisamente desde la carretera de Potes a Fuentedé sale el desvío que lleva directamente a Mogrovejo, otro precioso pueblo que, además, alberga algunos de los mejores ejemplos conservados de casonas de sillería y mampostería, con balconadas de forja, de los siglos XVI a XVIII.
Declarado Bien de Interés Cultural y Conjunto Histórico, destaca su torre medieval de finales del siglo XIII rematada por almenas, que suele alzarse entre nieblas, así como su iglesia parroquial, cubierta por bóvedas de crucería y con un retablo barroco con los escudos de los Mogrovejo.
La aldea, rodeada de bosques de robles, acebos y castaños, conserva también algunas casonas entre las que destaca la de Vicente de Celis, del siglo XVI, así como casas populares típicamente lebaniegas, con la planta alta abierta al exterior y paredes de entrelazo de varas, varios hornos de pan de forma semicircular y un hórreo.
Mogrovejo fue en 2020 en la lista de Pueblos más bonitos de España.
Liérganes
Su conjunto urbano, declarado de Interés Histórico Artístico Nacional, concentra una valiosa arquitectura clasicista de los siglos XVII y XVIII, fruto del auge económico que la fábrica de artillería propició en ese período en la comarca.
La parte vieja, asentada asentado a los pies de dos pequeñas elevaciones: Marimón y Cotillamón -conocidas como las ‘tetas de Liérganes’– incluye un gran número de casonas populares, el Palacio de Rañada o Cuesta-Mercadillo, la iglesia de San Sebastián, la parroquial de San Pedro Ad Víncula, las casas de los Setién y los Cañones, las capillas del Humilladero y el Carmen y el puente nuevo.
La joya de la corona es, sin embargo, es el palacio de Elsedo, en Pámanes, en la actualidad convertido en un museo de arte contemporáneo cuya colección incluye obras de Eduardo Chillida, Jorge de Oteiza, Pablo Serrano, Miguel Berrocal, Ramón Muriedas o José Clará.
Como curiosidad, Liérganes está ligado a la leyenda del Hombre-Pez, la historia de Francisco de la Vega, nacido en la localidad en 1660 quien, tras arrojarse al río Miera, desapareció en el Cantábrico y fue encontrado años después, perdida la razón y el habla, en la bahía de Cádiz.
San Vicente de la Barquera
Entre Asturias y Cantabria, San Vicente de la Barquera es la villa marinera por excelencia, como deja ver a través de tradiciones, costumbres y hasta en sus fiestas más populares: la Folía (procesión marítima de la Virgen el segundo domingo después de Pascua) y la procesión del Carmen (16 de julio).
Los barcos y botes de mil y un colores que salpican su ría dibujan otra de las postales preferidas del municipio, que tiene en la puebla vieja de San Vicente un coqueto núcleo urbano en el que destacan su castillo y los restos de una muralla, así como sus hermosos puentes –el de la Maza o el del Parral-, recortados contra los majestuosos Picos de Europa como telón de fondo.
Además, cuenta con privilegiadas playas como Fuentes, Primera de San Vicente, El Rosal, El Tostadero, Merón y Gerra.
Pescados y mariscos centran su oferta gastronómica, con elaboraciones propias como el sorropotún o marmita barquereña, un guiso preparado a base de bonito y patatas.