Curvas, valles, pueblos y la belleza agreste de los cañones: así es la fascinante Carretera de los Sueños
Son 150 km ideales para soñar despierto, un recorrido de Burgos a Santander por el puerto del Escudo, ideal para amantes de los viajes sin prisas
Dejen un buen rato de mirar el móvil. Olviden la hora de llegada. Excepto el conductor con sus sentidos bien afinados, el resto de los pasajeros puede dedicarse a contemplar el paisaje de valles y cañones, de puertos tapizados de nieve y robles o hayas teñidos de marrón. Son parajes de pueblos minúsculos de casas de piedra y balcones de madera, con una gastronomía que potencia las calorías ante las temperaturas invernales. Cuando viajen por los 152 kilómetros de la N-623 desde Burgos a Santander, comprenderán por qué se le llama la Carretera de los Sueños.
Ideal para amantes de las rutas en coche y moteros, esta carretera que comunica el mar con la meseta ya sin apenas tráfico se perfila como una de las mejores para practicar eso que se ha dado en llamar slow travel, ese viajar despacio y disfrutando del momento que, en versión carretera, es lo que hacíamos antes de las autopistas y los coches de seis marchas.
El otoño con maravillosos espectáculos en forma de tonalidades vibrantes, de amarillos, ocres, anaranjados y rojizos, y la primavera, con su gama de verdes infinita, son quizás los mejores momentos para disfrutar de esta ruta que se adentra por el Parque Natural Hoces del Alto Ebro y Rudrón y los Valles Pasiegos. Y nada como el coche para verlos desfilar, lenta y relajadamente, ante nuestros ojos.
Carretera de los Sueños
Su nombre oficial es N-623, la carretera que conecta Burgos, en Castilla y León, y Santander, en Cantabria. En total, 152 km y el camino más corto entre ambas ciudades que, sin embargo, ya no es el más rápido.
Hoy el tiempo de viaje se reduce por la A67 de Santander a Aguilar de Campoo y, de allí a Burgos, por la N-627, lo que ha limitado notablemente el tráfico en esta vía, la N-623 por la que, dicen, ya solo transitan los románticos. Precisamente por eso se ha convertido en el perfecto roadtrip en clave slow.
La A67 ha reducido el tiempo de viaje entre Santander y Burgos relegando la vieja N623, una carretera que, dicen, ya solo transitan los románticos
Hoces del Alto Ebro y Rudrón
Saliendo desde Burgos y atravesando el Páramo de Masa, la joya del recorrido en la provincia de Burgos es el Parque Natural de Hoces del Alto Ebro y Rudrón. Un paraíso burgalés que, a la vez, está muy alejado de los tópicos de la meseta castellana.
Cañones, hoces, gargantas y desfiladeros tallados por los ríos Ebro y Rudrón configuran uno de los paisajes más hermosos e impactantes de la península, con sorpresas como el Pozo Azul, un manantial en la localidad de Covanera con increíbles tonalidades turquesas donde se puede bucear.
Tampoco hay que perderse la cueva de los Moros y la Fuente de Orbaneja, empotrada entre cañones y que se despeña en una poderosa cascada de 25 m de altura al cauce del Ebro.
Tubilla del Agua, Sedano, donde veraneaba Miguel Delibes, Orbaneja del Castillo, Escalada y Arija son algunas de las localidades que merecen una parada. En esta última, antaño próspera gracias a una fábrica de vidrio y ubicada junto a un embalse, hoy es posible disfrutar de todo tipo de deportes acuáticos como el kayak, el piragüismo o el kite surf.
Tampoco hay que perderse la ermita del antiguo poblado de Siero, en lo alto, ni el oleoducto de Quintanilla Escalada por el que durante 25 años se transportó el petróleo extraído de Ayoluengo, en Sargentes de la Lora, que hoy es un vestigio de patrimonio industrial y cuya historia se puede rastrear en el Museo del Petróleo de esta localidad, así como el espectacular mirador del Cañón del Ebro, en Pesquera de Ebro.
Valle de Valdebezana
Más al norte, casi en el límite con Cantabria, encontramos el Valle de Valdebezana, que esconde entre prados verdes dos grandes joyas del Románico: el Castillo de los Porras, en la localidad de Virtus, y la iglesia de San Vicente de Villamezán.
Entre los monumentos naturales se encuentran el desfiladero de Las Palancas, el salto de Las Pisas, una sucesión de cascadas escalonadas en el río de la Gándara (solo visible en época de lluvias o de deshielo) y Monte Hijedo, al sur del embalse del Ebro, con un profundo robledal que alrededor de 2.000 hectáreas.
Tras pasar el puerto del Escudo, la ruta continúa en Cantabria, visitando el Valle de Luena y el de Toranzo, los Valles Pasiegos y localidades como Piélagos y Camargo.
Valles siempre verdes
Ya en el lado cántabro la carretera nos acerca a las cuencas siempre verdes del río Pas y las localidades de Liérganes, Villacarriedo y Selaya (el balneario de Puente Viego puede ser un buen lugar desde el que planificar las visitas).
Las cabañas pasiegas se encuentran alejadas de la carretera y diseminadas por paisajes de pastos escarpados. No obstante, merece la pena acercarse a San Pedro del Romeral, Vega de Pas y San Roque de Riomiera.
El río Pas recorre también el Valle de Toranzo, que oculta entre hermosos paisajes las cuevas de arte rupestre del Monte Castillo, como Las Monedas y La Pasiega, así como el yacimiento arqueológico de La Espina del Gallego. Por supuesto, no hay que olvidar probar sobaos y quesadas, además de encomendarse a un buen cocido montañés.
En el curso bajo del río Pas se encuentra otro paraíso para aspirantes a arqueólogos, la zona de Piélagos, con numerosos yacimientos como la Cueva de Santián, en Arce, y sus pinturas paleolíticas, o las cuevas prehistóricas de Cobalejos y El Mato.
Ya en la bahía de Santander se encuentra Camargo, también con un pasado milenario impreso en lugares como las cuevas de El Pendo, donde se encontró un bastón de mando tallado en hueso que se ha denominado el ‘rey de los cetros paleolíticos’ y la cueva del Juyo, pero también restos románicos en el cementerio de Maliaño.