Mirada valenciana a la sosteniblidad: «Sólo la barata, la cara es insostenible»
La sostenibilidad es factible cuando las personas la pueden pagar. Lo contrario hace que los conceptos verdes, ecologistas y sostenibles se conviertan en una quimera que, aunque el consumidor lo asuma de palabra, no se ejecutarán de manera global como hechos. Esta fue una de las conclusiones de un debate pausado en la sede de Caixabank en Valencia organizado por la Fundación Etnor en colaboración con la Asociación Valenciana de Empresarios.
Bajo el marco de “Valores humanistas para el siglo XXI: un reto también para las empresas” y con el foco puesto en cómo están afectando los «nuevos hábitos de consumo», tres líderes empresariales de sectores muy distintos de la Comunidad Valenciana abogaron por una sosteniblidad factible, que pasa porque la mayoría de la población, y no las élites, puedan consumir lo que se considere sostenible.
Paco Segura, presidente y CEO de Grupo Segura, uno de los principales proveedores de la automoción en la Comunidad Valenciana, sentenció sobre el manido debate sobre qué tipo coches se comprará: «La tendencia del vehículo eléctrico pasa porque sea más barato. Si ya supieran que va a ser más caro, no habría tanto empeño en desarrollarlo«.
Los coches eléctricos se comprarán porque serán más baratos y las casas 100% sostenibles tiene un precio que les sitúa fuera del mercado
Vicente Llácer, CEO de Grupo Ática, promotora creada hace 20 años dedicada a la construcción y alquiler de viviendas y gestión de suelos desmontó la creencia de que los jóvenes quieren coliving tras preguntarse: «¿Por que se meten 24 jóvenes a vivir juntos? Es por que no puede pagar vivir solos. Es cierto que tiene menos gastos así pero lo que se está haciendo es buscar etiquetas verdes para justificar todo lo que está pasando».
Araceli Ciscar, consejera ejecutiva del Dacsa Group, empresa alimentaria centrada en molinería de maíz, de arroz y en la innovación, apuntó : «El consumidor quiere productos con transparencia, etiquetas límpias, respetuosos con el medio ambiente. Quieren productos sostenibles a precios asequibles». Y se preguntó: «¿Es sostenible la sostenibilidad?».
La primera coincidencia entre los empresarios que viven de decisiones de clientes tan distintas como es decidir qué coche, qué casa o qué voy a comer fue que el precio es el factor critico para determinar la distancia que se asume entre el discurso asumido de sostenibilidad y los actos reales de sostenibidad. Quedó claro es que la sostenibilidad ha llegado para quedarse y también que se cumplirá con esta tendencia en la medida de que el bolsillo lo permita.
Francisco Segura admitió sin tapujos: «Yo para ser proveedor tengo exigencias medioambientales y de responsabilidad social ante los trabajadores y manera de gobernar que no hay que perder de vista. Hay un cliente que para 2025 me exige que el 100% de la energía, ya sea autogenerada o comprada, sea renovable y no sé si lo voy a poder cumplir porque a día de hoy no tengo esta opción».
La imposiblidad de algunos modelos de sostenibilidad también fue confirmada por Vicente Llácer. «Yo puedo ir a mi equipo de dirección y pedirles una promoción de viviendas muy ecológica pero el de costes me va decir que estoy loco y la parte comercial me va a decir que a esos precios no va a poder vender». Con productos completamente distintos, Araceli Ciscar mandó el mismo mensaje: «La agricultura ecológica es para el que pueda pagarlo pero tenemos el agua limitada».
La filósofa Adela Cortina entró en escena para romper con el esquema de que la sostenibilidad no sólo puede centrarse en el medio ambiente y que había que focalizarse sobre las personas.
Para contestar a este reto, Vicente Llácer dijo, recordando su experiencia juvenil de viajar a los Pirineos los cuatro hermanos atrás con dos padres que fumaban sin bajar la ventanilla, que «la formación y los conocimientos son creadores de tendencias que mejorar la calidad de vida de las personas, lo que hace años nos parecía impensable ahora es necesario y asumido por todos y gracias a estos avances vivimos todos mejor». En ese sentido, la educación se volvió a poner en valor como elemento crítico del progreso de la sociedad.
El promotor Vicente Llácer incide en que la educación es fundamental para mejorar la calidad de vida de una sociedad
El presidente de Grupo Segura se remontó cuando la compañía de la automoción compró su primer robot y tenían 98 empleados porque no querían pasar de los 100. «Ahora somos 1.200. La inteligencia artificial va a cambiar muchas cosas pero no veo una pérdida de empleos. Lo que se pierde por un lado se ganará por otro. Lo que hay que estar más pendiente es de la formación por que lo que no puede ser que con millones de desempleados no encontremos trabajadores».
Volviendo a la sostenibilidad en la construcción,. Llácer aseguró que crear «huertos urbanos es muestra de egoísmo particular. Sólo beneficia al dueño del campo mientras si se pone un jardín lo puede utilizar todo el barrio. Hay que ser verde pero las actuaciones para ser verde tienen que tener sentido».
Paco Segura remató el argumento. «El precio marca mucho en la vida. El objetivo es buscar un modelo sostenible barato porque un modelo sostenible caro no es sostenible».
Ante esta afirmación, Jesús Conill, catedrático de Fisolofía Moral y Política del a UV y patrono fundador de la Fundación Etnor, planteó la pregunta de si la sostenibilidad afectaba a la viabilidad de las empresas. Araceli Císcar, afirmó: «Lo preocupante de la sostenibilidad no es hacerlo sino quién lo va a pagar, por que es caro. Si no queremos traer productos de lejos para evitar la logística esto tiene un coste y la inflación hace que se condicione mucho la cesta de la compra».
Desde la organización de la jornada, Gustavo López, director de Caixabank banca privada en la Comunidad Valenciana, destacó que comparte con la Fundación Etnor y Caixabank “los valores de desarrollo del talento y la búsqueda de la excelencia”. Diego Lorente, director general de AVE, inicidó en que “no es lo mismo tener buenas o malas acciones para que el modelo funcione”.