El cansino run run de la renovación del CGPJ
El mundo político, o de los políticos, junto a los que cubren información o analizan esa información considera que el ciudadano piensa cada día en esas cuestiones que los lleva de cabeza. Y nada más lejos de la realidad. Las cosas de la política, fundamentales para que las sociedades democráticas funcionen, no están de moda. Los ciudadanos pasan. Es terrible, pero es la realidad.
Esta introducción debería dar que pensar a los dos partidos mayoritarios, PP y PSOE, sobre el debate que tenemos sobre la mesa en relación con la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Posiciones opuestas e irreconciliables. Cada uno a la suya. La realidad del enfrentamiento, llegados a este punto, es que ninguna de las dos formaciones políticas se fía de la otra y eso tiene sus peligros.
De jueces conservadores y progresistas
Los socialistas consideran que la judicatura está repleta de miembros conservadores y ello imposibilita que sean los propios jueces que elijan a los miembros del CGPJ y los populares que un control excesivo del Legislativo, con la intromisión del Ejecutivo, convertirá las instituciones en marionetas de Pedro Sánchez.
Una parte de la responsabilidad de esta situación la tenemos los propios medios. Los jueces pueden tener sus tendencias sociales y políticas, pero mi conocimiento nominal de los jueces me hace pensar que son versos propios y personales. Que en sus juzgados o tribunales mandan ellos y su interpretación de la ley.
El arribismo siempre ha funcionado, pero forma parte de todos los sectores profesionales. Todos. No es una excepción de la justicia.
Los socialistas consideran que la judicatura está repleta de miembros conservadores y los populares que será una marioneta de Sánchez
Por ello, calificar a jueces de conservadores o progresistas ayuda bien poco. Es cierto que cada uno, como casi en todo, aplica un enfoque que parte de los criterios más importantes, pero todos pasados por el filtro legal, por el tamiz de la ley. La interpretación es libre, pero marcada por pautas de legalidad.
Responsabilidad compartida
Así, la responsabilidad de que no exista un acuerdo entre los dos partidos para esta renovación no es del otro, es de los dos. En resumen, parecen no fiarse de los jueces, de la justicia y eso es grave. Pero esa gravedad, que nos ha conducido hasta esta situación enquistada, reitero es de los dos.
La cuestión es a quién beneficia este dislate. ¿A Pedro Sánchez por acusar al PP de no aceptar el juego constitucional? ¿A Núñez Feijóo por considerar al PSOE un partido capaz de manipular a la justicia? Lo que los dos partidos han ganado posicionando su criterio de forma pública ya puede darse por finiquitado. Han convencido a los convencidos. El resto debe lamentar esta situación, cada vez más cerca las dos de hacer el ridículo. Pregunten. No es difícil llegar a esa conclusión.
Los ciudadanos, perdidos en el medio
Y es que los votantes, como decía con anterioridad, al no vivir de la política, al no precisar de ella sólo cuando hay que ir a una urna, se pierden en los pequeños detalles de este conflicto. Solo funciona la sal gruesa. Y esa, sala sólo cuando es necesario; cuando se supera el punto de sabor, todo es incomible.
El momento perjudica la credibilidad de los dos. Nos encontramos ante una serie de discursos repetitivos que sólo convencen y escuchan los que parten de la misma opinión, no de la contraria. Esos ya han desconectado.
Así que sería conveniente que el listo de los equipos de asesores que tienen las formaciones políticas -siempre hay un listo- convenciera al resto que el contenido del mensaje debe cambiar. Y rápido.