La amnistía que divide
Hace muchos años José María Aznar declaró que el problema de Cataluña era entre catalanes y que “antes se fracturaría Cataluña, que se rompería España”, aseguró. La declaración sentó muy mal en el mundo independentista, siempre dispuestos a presentar la fotografía del “poble català” enfrentado a su denominado “Estado español”. Ahora ha sido Laura Borràs quien ha asegurado que el conflicto es entre españoles. Los dos personajes reúnen todas las características para que el contrario rechace de entrada cualquier aseveración de este estilo. Sin embargo, las dos ideas merecen un análisis.
Si profundizamos en la primera idea, el “poble català” al que siempre hace referencia el independentismo, y en su momento habló el nacionalismo, jamás ha existido con la idea que proyecta el ‘procesismo’. Y es curioso que la expresión naciera de aquellos mismos, “el pujolismo”, que calificó como catalán “a todo aquel que viviera y trabajara en Cataluña”. Cita del propio Jordi Pujol. Claro que cuando la utilizó eran los tiempos en que buscaba la mayoría en el Parlament (me refiero a los años 8) y había que encontrar votos en cualquier caladero.
Efectivamente, existe un pueblo catalán, como existe un pueblo murciano o andaluz o extremeño. Una realidad diferenciada que, en el caso catalán, también tiene una particularidad que es su conocimiento de dos lenguas, sea con elevada calidad lingüística o de estar por casa, que los hace bilingüe.
Existe un pueblo catalán, como existe un pueblo murciano o andaluz o extremeño
Durante el ‘procés’, Cataluña se dividió de forma amistosa o confrontada. Lo cierto es que durante aquellos días se rompieron relaciones, grupos de WhatsApp, los amigos se tensionaron en comida y cenas, y en algunos casos se llegó a los insultos. Afortunadamente, aunque se vivió todo con mucha angustia, sobre todo las movilizaciones violentas en la calle, pasados los años se ha vuelto a una normalidad provocada sobre todo por el cansancio.
Las declaraciones que comentaba con anterioridad de Laura Borràs molestan también en Madrid, como las de Aznar entre los independentistas. Y es normal. Lo lógica es la misma. Eso abre un aspecto que debería ser tenido en cuenta por todos los que durante estos días se manifiestan violentamente en Ferraz y también los que lo hacen pacíficamente en las calles de toda España.
Es doloroso, pero es real. El independentismo en general considera que es un éxito estratégico el enfrentamiento entre españoles. Efectivamente, en unos casos solo es malestar, en otros preocupación, y otros están dispuestos a actuar con la mayor indignación posible. Pero la proposición de ley presentada para la amnistía de los líderes independentista ha dividido a la sociedad española. Eso al independentismo que representa Carles Puigdemont, por ejemplo, le viene bien.
Las revueltas en la calle Ferraz deben ser seguidas con palomitas en Waterloo
Las revueltas en la calle Ferraz deben ser seguidas con palomitas en Waterloo. Es una oportunidad con la que no contaban y les ha llegado de la mano de Pedro Sánchez. Lo último que esperaban. Curiosamente, se ha convertido en la cuadratura de un círculo, ya que en las elecciones se evidenció su tremendo desgaste. Sin embargo, JxCat ha logrado lo que con el ‘procés’ consiguió en Cataluña: dividir.
Evidentemente, la profundidad no es tan fuerte. Pero ha resucitado aquello de las dos Españas que, aunque estuvieron presentes durante estos 45 años de democracia, parecían enterradas. La reflexión debería llegar al PSOE y a Pedro Sánchez, de alguna forma instigador del momento político, pero también a los populares de Feijóo. La violencia callejera en un partido de orden como es el PP no le beneficia. El analista que no lo vea es que lo fía todo al presente y no lo proyecta al futuro.