7 de noviembre de 1823
El 1 de septiembre de 2022 se publicó en un cotidiano nacional, que por supuesto no puede ser tildado de progresista, el artículo ‘La espada de Bolívar y el sable de Riego’. Curioso título, sin duda. El autor expresaba su preocupación porque el bicentenario de la ejecución, por utilizar un término suave, de Riego (“convertido en su día en campeón del populismo”), que se cumplió el pasado 7 de noviembre, coincidiera con un año electoral, 2023. En pocas palabras, temía que la izquierda pudiera recuperar al constitucionalista de Las Cabezas de San Juan para que, a modo de un remedo del Cid, ganara batallas después de muerto.
Lo primero que salta a la vista es que, doscientos años después del infame hecho, la derecha no sea capaz de hacer también suyo un personaje que nunca fue más allá de defender una monarquía constitucional. «Nunca seré el Cromwell de mi Patria», dejó dicho; y cumplió al pie de la letra. Es decir, una figura que podría ser asumida por cualquier demócrata, levanta sarpullidos en algunos que se tienen por tales. ¿O no? Pregunto.
Acepto la desconfianza por el hecho de que Rafael del Riego había sido un símbolo tradicional de la izquierda (luego explico por qué utilizo el pasado), especialmente por medio de su Himno. Pero ocurre que dicha tonada, cantada muchas veces con letra espuria, en su versión original, la de Evaristo San Miguel, fue el primer himno que tuvo la nación española, por ley de Cortes en 1822. Un momento en que la palabra «nación» no generaba malos entendidos. Pero todo eso se ignora o se pretende ignorar. En última instancia, no ha habido el menor intento de diferenciar entre Riego y sus reivindicadores,
La realidad es que una parte importante de nuestra derecha sigue anclada en la caverna. No la de Platón, precisamente. Y cuando mira al pasado, lo hace todavía con un prisma a lo Menéndez y Pelayo: ortodoxos y heterodoxos. Le Pen, que no goza en absoluta de mis simpatías, ha superado resueltamente a Charles Maurras y a Action française. Sus equivalentes carpetovetónicos hablan de lucha cultural fundamentándose en Ramiro de Maeztu y su «Defensa de la Hispanidad». Ante eso, uno no sabe si reír o llorar. Bueno, hay risas capaces de hacer saltar las lágrimas.
Pues bien, el autor del referido artículo podía estar absolutamente tranquilo. Hasta donde yo sé, la digamos izquierda no ha dicho gran cosa, sobre el tema que me ocupa, en ese 7 de noviembre de 2023. Pocas salvedades. Una, la firma Manuel Alvargonzález, un estudioso del héroe asturiano, en Nortes, un medio digital del Principado (juzgo que de carácter progresista) que no se ha olvidado de su gran paisano. Quizá para compensar, la también asturiana Fundación Gustavo Bueno aprovechaba la efemérides para acusar a Riego de «masón al servicio de Inglaterra».
Como puede verse, entre ese exabrupto y la «conspiración judeo-masónica» del franquismo, hay poco más de un paso. La cosa viene, una vez más, a cuento de acusar a Riego de que, con su pronunciamiento, evitó el embarque del ejército hacia América. O sea, evitó que 20.000 españoles sufrieran penalidades, y muchos muerte, en un intento absurdo de sofocar una proceso de independencia que estaba prácticamente culminado. Pero, los de la Gustavo Bueno ¿no son de izquierdas?, se preguntará más de un lector. Y es que de tan marxistas, se salen del mapa. Puro rojipardismo.
También ha habido un recordatorio desde el otro lado del tablero político, de la mano de un digital con una cabecera activa en el primer tercio del siglo XX (El Debate), que daba voz al rancio mester de clerecía del momento. No parece que ahora haya ido mucho más allá.
Nada pues extraño que ese artículo recordatorio, cuyo texto debe reconocerse que está bastante bien documentado (mencionando el testamento de la viuda de Riego, o la reposición del buen nombre del vilipendiado por parte de la reina regente, Mª Cristina de Borbón), tuviera un encabezamiento totalmente demagógico (La ejecución de Rafael del Riego, el primer militar golpista de la historia de España); encabezamiento que ni siquiera es original. En octubre de 2019 ABC publicaba un texto titulado «Rafael del Riego. La tragedia del primer militar golpista de la Historia de España».
Surge la pregunta. ¿Por qué no hablar de Fernando VII como primer rey golpista, al derogar la Constitución a su regreso a España? Después de aquella famosa frase sobre marchar todos juntos por la senda constitucional. Por cierto, también este año estamos celebrando el centenario de la «proeza» del segundo, por acción u omisión, Alfonso XIII.
La realidad es que una parte importante de nuestra derecha sigue anclada en la caverna
Habría que aclarar que el pronunciamiento de Las Cabezas de San Juan fue para restituir el orden constitucional, algo que parece periódicamente necesario en este país, a causa de tiranos o de trileros. Y por una vez que un Borbón respalda de modo inequívoco la legalidad (discurso del Jefe del Estado del 3 de octubre de 2017), alguien, que también había dicho algo equivalente a lo de ir por la senda, lo desautoriza implícitamente a base de pactos contra natura.
¿Cómo explicar ese silencio de la izquierda, más allá de la situación actual? Al parecer no hay memoria histórica o democrática para Riego. ¿Razón? ¿Ignorancia, desidia? ¿O se trata de no herir ciertas sensibilidades periféricas, mediante un olvido intencionado?
Al fin y al cabo evocar la Pepa, el Trienio, Riego,…es evocar un tiempo en que una burguesía revolucionaria de esa periferia creía en el proyecto de construir una nación común. De hecho, en los años transcurridos desde 2012, no han faltado sesudos trabajos en los que se le buscaban los tres pies al gato a nuestra primera Constitución por «uniformista».
Así que el articulista al que me he referido en primer lugar, puede estar tranquilo. Rafael del Riego ya no es el icono de la izquierda española (por absentismo de la derecha) que permita ganar elecciones o formar gobierno. Ahora eso se hace, o se intenta, de diferente manera.
Democracia no es sólo poder votar periódicamente
Conste que no estoy abogando por una recuperación sectaria, que faltara a su memoria, presentándolo como un Cromwell a quien no lo quiso ser, abundando en lo dicho. Y no solo habría que recuperar a Riego, sino a Torrijos, Mariana Pineda y bastantes más. Corren por doquier malos tiempos para el estado de derecho que consiguieron, con mucho esfuerzo, los liberales del XIX.
El populismo lo amenaza y la democracia se tambalea. Porque democracia no es sólo poder votar periódicamente, sino también que los partidos, supuestos cauces de la representación popular, vuelvan a ejercer como colectivos y cumplan con el compromiso que tienen con la ciudadanía, a través de los programas con los que se han presentado a las elecciones.
Cumplir con el contrato social (por utilizar un término roussoniano) implícito que tienen con los electores. Libres de líderes mesiánicos que deban su encumbramiento a amagos plebiscitarios, como las llamadas primarias, que, con frecuencia, desvirtúan o anulan los acuerdos congresuales; lo que supone cercenar la representatividad de los militantes.
*Autor de “Riego y su momento histórico”, de próxima aparición.