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Rusia-Ucrania

Transcurrido casi año y medio del conflicto bélico ruso-ucranio, solo parece segura una cosa: la situación se está pudriendo, con el consabido riesgo de que se extienda la conflagración. A pesar del abundante suministro de armas, tanques y aviones al país agredido (no lo niego; lo he dicho desde el primer momento), todo apunta a que la tan esperada y cacareada ofensiva ucraniana, apunta a ser un probable fiasco.

Por su parte, el ejército ruso tampoco consigue avances significativos, ya sea porque no se emplea a fondo, o por razones que se me escapan. Hay algún periodista, de los que presumen de enterados, que lo atribuye al poco entusiasmo que manifiestan los jóvenes rusos movilizados. Puede ser. Me pongo en su piel y asumo su supuesto escaso ardor guerrero. Pero quizá se podría decir algo parecido de sus semejantes en el otro bando.

Por Europa occidental se pasea una abundante muestra de joven pijería ucrania, en edad militar, en automóviles, no precisamente utilitarios. Si alguien quiere echar un vistazo a una pequeña muestra, basta una ojeada, al azar diario, por las calles adyacentes al consulado del país en Barcelona. Insisto: no es una crítica ni a unos, ni a otros. Es normal no querer correr el riesgo de morir, cuando se empieza a vivir; a no ser que se esté fanatizado por eso que llaman patriotismo.

La situación militar recuerda a la que se vivía en el frente occidental durante la Primera Guerra Mundial, con la salvedad de que allí sí que se empleaban a fondo, con fusilamientos correctivos, si la carne de cañón no manifestaba el adecuado entusiasmo patriótico. ¿Recuerdan “Senderos de gloria”? La ruptura del equilibrio solo pudo venir de una causa exógena: la revuelta de la población alemana, harta de pasar hambre y privaciones, a causa del bloqueo.

Derrocamiento de Putin

De hecho, los políticos occidentales han vendido también la posibilidad, desde el primer momento, de una causa exógena determinante: tarde o temprano, el bloqueo a la Federación rusa, acompañado del fracaso militar, provocaría un desplazamiento de Putin del poder. Ahora bien, hasta el momento nada de eso se ha producido. Cabe preguntarse, pues, si existen posibilidades de ese derrocamiento y, de ser así, en qué condiciones

Ya que he hablado de agresión, diré también que se me ocurre que dicha agresión es, al menos en parte, una respuesta a una política atlantista no solo errónea, sino digamos maléfica, ya que pareciera destinada a desencadenar lo que está ocurriendo. Para explicarme mejor, y para que no sea tan fácil estigmatizarme de prorruso, recurriré a otro ejemplo histórico; de nuevo referido a Alemania: no creo que sea banalizar los horrores del nazismo, decir que sin el revanchismo de Clemenceau, o las chapuzas geopolíticas de Wilson, Hitler lo habría tenido más difícil o, mejor, habría acabado sus días ejerciendo de pintamonas.

He hablado de derrocamiento en referencia a Putin y creo que es el término que se adecúa más a la realidad de su poder, dada su situación de autócrata, que recuerda más al de un zar, que al de un secretario general del extinto PCUS, por seguir en el marco histórico y geográfico. Ahora bien, la apuesta occidental ha ido desde el principio en el sentido de una sustitución por parte de alguien más conciliador, que diera voz al supuesto cansancio de la ciudadanía, que no excluyo. Hoy por hoy no hay el menor indicio de eso. Por supuesto que puede haber descontento.

El presidente de Rusia, Vladimir Putin. EFE/EPA/ALEXANDR KAZAKOV / SPUTNIK / KREMLIN POOL MANDATORY CREDIT

¿Dónde y en qué circunstancias no lo hay en una situación bélica? Por el contrario, hay una serie de personajes que, a juzgar por sus declaraciones, no se ajustarían en absoluto a esas esperanzas. Podríamos empezar por Dmitri Mevdedev. Pero estos días quien se ha llevado la palma es Sergei Karaganov, presidente honorario del Consejo de Política Exterior y Defensa ruso.

Su artículo, titulado “Amenaza de guerra nuclear”, no solo es totalmente preocupante, sino que responde a una ideología totalmente reaccionaria, en el peor sentido del término, que no hace más que crecer en la Federación rusa en los últimos años.La corta centuria, por utilizar la expresión acuñada por Hobsbawm, se ha cerrado allí con un regreso a los tópicos ideológicos del zarismo, que han venido a llenar el vacío dejado por el marxismo. Estamos ante un déjà vu, con la diferencia que Moscú, la tercera Roma, ya no es solo la salvaguardia de la ortodoxia cristiana, sino que a través de ideólogos de la talla de Dugin se trata de dar una alternativa “a la decadente y putrefacta sociedad occidental”, según uno de sus admiradores de la extrema derecha española; fraseología que, creo, ya había comentado anteriormente.

No hay probabilidades de una desaparición de Putin en beneficio de halcones neozaristas

Sentencias como “La aparición de las armas nucleares es el resultado de la intervención del Todopoderoso”, extraída literalmente del mencionado artículo, son dignas de un émulo de Rasputín. Esa ideología redentora y paneslavista, en la versión de hace más de un siglo, fue una de las principales responsables de la hecatombe de 1914. La apuesta de Karaganov por forzar otra carnicería europea es clara, cuando apoya la necesidad de utilizar armas nucleares contra las naciones del Continente cuyos gobiernos respaldan a Ucrania, en la supuesta seguridad que los Estados Unidos no correrían el riesgo de sacrificar Boston por Poznan. Literal. En pocas palabras, el conflicto nuclear quedaría reducido al suelo europeo. No sé cuan informado está semejante cerebro terrorista sobre el tema, pero me temo que muchísimo más que yo.

Si a eso unimos el intento de sublevación de los que algún tribulete llama ya los “wagnerianos”, y formulamos la hipótesis de que podría ser algo más que un amotinamiento de mercenarios, como los diversos que se han sucedido a lo largo de la historia; y lo que falló fue la conexión moscovita, puede llegarse a la conclusión que muy probablemente hay sectores de la oligarquía que ven en Putin a un blando y que su desplazamiento del poder podría no ir en el sentido de abrir un proceso de paz.

Sé muy bien que estoy fuera del circuito de los enterados, como la inmensa mayoría de los ciudadanos europeos, pero sería interesante que en la cumbre de Vilna alguien respondiera a Kaganarov. No en el sentido de que efectivamente los EEUU están dispuestos a cambiar Boston por Poznan (o Barcelona) (¡menudo consuelo!), sino en el indirecto, dándonos alguna seguridad de que no hay probabilidades de una desaparición de Putin en beneficio de halcones neozaristas.