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Sabotaje, guerra sindical o vandalismo: ¿Quién dispara contra Monbus?

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Los autocares de Monbus, la principal empresa de transporte por carretera y transporte escolar de Galicia, han recibido tres ataques en nueve meses. Además del daño a la flota de la compañía, los incidentes tienen en común el empleo de balas de aire comprimido que han impactado sobre la chapa o las lunas de los vehículos. En dos casos, estaban en marcha.

En octubre del año pasado un autobús de la compañía que realizaba el trayecto Pontedeume-Ferrol recibió tres impactos de bala, uno contra la carrocería y dos en las lunas laterales. Iba con pasajeros, pero el doble acristalamiento impidió que los proyectiles atravesaran.

Luna con el impacto de una bala en el trayecto Pontedeume-Ferrol – EP

Otros dos autobuses el grupo de Raúl López recibieron disparos en Betanzos el pasado febrero. En este caso iniciaban su trayecto por lo que iban sin pasajeros. Los ataques, que se produjeron en sitios distintos y con una diferencia temporal muy breve, se saldaron con dos lunas rotas, una en la calle Saavedra Meneses y otra en el paseo Ramón Beade.

Finalmente, en la madrugada del lunes otros siete autobuses resultaron dañados en Ferrol de la misma forma, cuando estaban aparcados. Los asaltantes se colaron en las instalaciones de Monbus en Catabois y dejaron parabrisas y lunas rotas.

Conflictividad laboral

A pesar de la cadena de ataques, la compañía todavía no tiene una explicación clara de quién los perpetra y cuál es la motivación. Desconocen el resultado de las denuncias presentadas ante la Guardia Civil y la Policía Nacional y consideran que no deben señalar a nadie antes de que concluya la investigación. Condenan los hechos y cifran el daño a sus autocares en unos 8.000 euros.

Monbus solo hizo una aclaración después del segundo ataque, cuando la alcaldesa de Betanzos, María Barral, enmarcó los incidentes «dentro de un conflicto laboral que está teniendo esta empresa, no es la primera vez que ocurre, pero sí en Betanzos». La compañía dijo entonces que no había un conflicto laboral en esa zona que pudiera motivar los ataques.

Sin embargo, esa es la principal hipótesis en la que se han basado las autoridades, según fuentes conocedoras de la investigación. «Los hechos se enmarcan dentro de un conflicto laboral, como sabotajes derivados de dicho conflicto, y se sigue investigando para identificar a los autores», explican.

Una historia llena de autobuses rotos

Atribuir los ataques a la conflictividad laboral tiene un sentido amplio y no necesariamente contradictorio con la tesis de Monbus. En realidad, explican fuentes del sector, los daños a los vehículos son bastante frecuentes en un contexto de protestas laborales. Ponen como ejemplo los daños en una treintena de autobuses de Alsa en 2020 en el marco de una huelga, incluso el autobús quemado de Vitrasa en Vigo por una trabajadora y su pareja.

En Cataluña, fueron detenidos cuatro conductores de la UTE Monbus Julià en el Baix Llobregat este mismo año por causar daños valorados en 600.000 euros. «Es un modus operandi de los sindicatos. Es cierto que desde fuera es llamativo, pero sucede con bastante frecuencia a todas las compañías», insisten fuentes de las empresas.

Denuncias de despidos y recortes

Aunque Monbus no vincula los ataques a la conflictividad laboral, sí que hay malestar con las condiciones de los trabajadores. De hecho, el año pasado se produjo una huelga en las líneas entre A Coruña-Betanzos-Ferrol y el transporte escolar de Ferrolterra. En aquel momento, la CIG criticó «los abusos laborales, los despidos y el deterioro del servicio» que opera el grupo de Raúl López. El sindicato estima que se han producido una veintena de despidos en los últimos dos años y medio.

También un colectivo de usuarios denominado Plataforma por un transporte digno para Ferrol y comarcas lleva tiempo protestando y movilizándose por la baja calidad del servicio, responsabilizando a Monbus y a la Xunta de la situación. «Es inadmisible seguir padeciendo la falta de seriedad que la actual compañía adjudicataria, la UTE de la que forma parte mayoritariamente Monbus», dijo una de las portavoces de la plataforma, Mercedes Alonso, durante una movilización el pasado febrero. Se quejan de «jornadas interminables de idas y vueltas para ir al trabajo o a estudiar», de autobuses que no cumplen los horarios, o de vehículos llenos que dejan a gente en las paradas hasta que viene un refuerzo, «retrasando la llegada a destino».

Sobra decir que, tanto desde la plataforma ciudadana, que nada tiene que ver con los conflictos laborales del grupo, como desde los sindicatos mayoritarios –CIG, CCOO y UGT– se condenan los ataques sufridos por Monbus.

Conflictividad entre empresas

Monbus es el principal operador del mercado en Galicia, la principal adjudicataria del concurso de líneas regulares que puso en marcha la Xunta en dos tandas, repartiendo concesiones por valor de 497 millones en la primera fase y de 237,4 millones en la segunda. En sus manos acabaron algunos servicios históricos, como el que prestaba Freire entre Santiago y Lugo y que en 2020 se adjudicaron Alsa y Monbus.

Estas dos empresas, triunfadoras en el concurso de la Xunta, están siendo investigadas por la Comisión Galega da Competencia por un presunto cártel para repartirse los servicios que licitó la Consellería de Infraestruturas. Entre los denunciantes de ese reparto de mercado están sindicatos, pero también empresas competidoras.

En este caldo de cultivo se han producido los tres ataques contra Monbus, sin que por el momento se determine si son tres gamberradas aisladas, el enfado de un despedido o la manifestación de una conflictividad laboral o sectorial latente.

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