Sierra de Tramuntana: ruta por los pueblos más bonitos de Mallorca
Refugio de artistas y escritores, entre joyas del modernismo y paisajes de infarto la Sierra de Tramuntana esconde algunos de los pueblos más bonitos de Mallorca
Al noroeste de Mallorca, la Sierra de Tramuntana se extiende desde Calviá a Pollença en un total de 63.000 hectáreas de auténtico paraíso natural. Entre bosques frondosos, calas ocultas, picos de más de 1000 metros de altura e impactantes acantilados, si algo atrapa en este precioso rincón puramente mediterráneo es la luz, que envuelve el paisaje en un ambiente mágico.
Para perderse, para encontrarse o para inspirarse, la Sierra de Tramuntana, catalogada como Patrimonio de la Humanidad desde 2011, es hogar de increíbles itinerarios, como la Ruta de la Piedra en Seco (GR 221) de 271 kilómetros o el mítico Tren de Sóller, cuyos vagones de madera llevan 100 años en funcionamiento, pero también de preciosos pueblos donde conocer la esencia de la isla y zambullirse en su historia.
Valldemossa, una delicia llamada coca de patata
El pueblo que enamoró a George Sand y Frédéric Chopin, al archiduque Luis Salvador de Austria, Sissí Emperatriz, Rubén Darío, Santiago Rusiñol o Jorge Luís Borges es uno de los más bonitos de la Sierra de Tramuntana y de todo Mallorca.
Valldemossa también es uno de los más visitados de España gracias a tesoros como su precioso palacio de la Cartuja (donde pasaron una temporada precisamente Chopin y Sand que ella retrató en su libro Un invierno en Mallorca) y los yacimientos arqueológicos de Son Matge, un entorno único para percibir la esencia de la Mallorca prehistórica.
La gastronomía se cuenta también entre los atractivos de Valldemosssa representada, entre otros, por la coca de patata, un dulce ligero y esponjoso de delicioso sabor que tiene aquí su receta original. No te la pierdas en Ca’n Molinas acompañada de una horchata de almendra.
Pollença, imán de artistas y artesanos
Al noroeste de Mallorca, también ha estado en el radar de artistas y artesanos el hermoso pueblo de Pollença, una combinación perfecta de mar y montaña donde se alternan paisajes de acantilados y pastos, pinares, zonas húmedas y arenales.
Entre sus rincones con más encanto destacan las escaleras del Calvario hacia su iglesia, el mirador del Colomer, la atalaya de Albercuix, levantada para salvaguardar a los habitantes de Pollença de las incursiones de los piratas, y, por supuesto, el Faro Formentor.
Desde la localidad parten varias rutas de senderismo y cicloturismo que permiten conocer diferentes perspectivas de la localidad y sus paisajes, además de lugares como el centro ornitológico de La Gola, perfecto disfrutar de un paseo rodeado de la flora y la fauna de este lugar.
La historia y la tradición de Pollença la convierten, además, en el lugar perfecto para celebrar iniciativas literarias como el Premio Formentor y Converses de Formentor.
Deià, un pueblo con piel de piedra
Una piel de piedra envuelve el precioso rincón en el corazón de la Sierra de Tramuntana que es Deià. Sus calles empinadas rebosan encanto y sosiego y en cada rincón se dibuja una panorámica frente a la naturaleza exuberante que lo rodea y siempre con el sonido del agua del torrente del Racó como música de fondo.
De espíritu bohemio, el célebre escritor inglés Robert Graves, autor de la novela Yo, Claudio, fue solo uno de los artistas que se enamoraron de Deià, donde vivió desde 1929 hasta su muerte, en 1985. De hecho, su casa Ca n’Alluny permanece abierta al público.
En el pintoresco cementerio de Deià, con el mar a los pies, están enterrados, además Robert Graves, los pintores mallorquines Antoni Ribas Prats y Antoni Gelabert.
Y, por supuesto, sedujo al archiduque Luis Salvador de Austria, ‘culpable’ de abrir Baleares al turismo internacional, que residió en Son Marroig. La finca está actualmente dedicada a la preservación de su figura y obra y cuenta con uno de los más espectaculares miradores de las Islas.
La iglesia de Juan Bautista, los museos arqueológico y parroquial y las calas Deià y Es Canyaret son tras de las paradas imprescindibles.
Sóller, un tesoro modernista
Podríamos decir que comprar un billete en el tren de Sóller es la vía más directa para viajar atrás en el tiempo, concretamente un siglo. Entre vagones de madera, apliques dorados y asientos de cuero, y en los apenas 27 km que la separan de Palma, nos trasladamos a un espléndido pasado de arquitectura modernista y decoraciones art-nouveau.
Rodeado de montañas, el imponente valle de Sóller es la joya modernista de Baleares, con una colección de edificios que firman el discípulo de Antoni Gaudí Joan Rubió y Bellver o Antoni Castanyer, entre ellos la Iglesia de San Bartolomé, e Banco de Sóller, casales como Ca la Nena, Can Moyana y Can Massana, el museo modernista Can Prunera o el enigmático Cementerio de Sóller y su colección de esculturas modernistas.
El gran casal de Can Mayol, del siglo XVII, acoge en su planta baja las salas de exposición Miró y Picasso, de la Fundación Tren del Arte, con obras originales de estos dos artistas universales que pueden visitarse gratuitamente durante todo el año.
Fornalutx, puro Mediterráneo
No podemos pasar por alto en la Sierra de Tramontana el bello pueblo de Fornalutx.
Construido en el macizo de Puig Major, fue una alquería árabe, de la que hereda el trazado de sus calles empedradas, que hoy explotan de los colores que tiñen las mil y una macetas que decoran las fachadas.
Entre los lugares indispensables destacan el ayuntamiento y la torre de defensa del s. XVII, así como la Plaza de España, donde hay que hacer una parada para tomar algo disfrutando del ir y venir de la gente, o su parroquia que data del siglo XIII.
También Can Xoroi, la antigua almazara o tafona, hoy centro cultural del pueblo.
Además, Fornalutx es punto de partida de algunos itinerarios muy interesantes, como el que lleva a Sóller por el Camí de Binibassi y que permite recorrer bellos paisajes de la Sierra de Tramuntana.