Toledo: mazapanes, Récords Guinness, una discoteca en una iglesia y arte medieval en una habitación de hotel
A 35 minutos de Madrid en tren, Toledo sigue escondiendo sorpresas que van más allá de la Catedral, el Alcázar y el Greco
Estar a menos de 35 minutos en tren de Madrid -menos de lo que la mayoría empleamos en llegar al trabajo cada día en la capital- es una de las grandes virtudes de Toledo. También uno de sus mayores defectos. La proximidad alienta el turismo de día y acorta a la mínima las escapadas que, sin embargo, requieren de bastante más tiempo para descubrir a fondo esta ciudad.
Porque más allá de la Catedral y el Alcázar, de la Sinagoga del Tránsito y la mezquita del Cristo de la Luz, del Museo del Greco, la plaza de Zocodover, los cigarrales y los paisajes del Tajo bajo un cielo increíble queda mucho Toledo por descubrir.
Municipio romano, capital del reino visigodo, plaza fuerte del emirato de Córdoba, sede temporal del reinado de Carlos V (la designó ‘ciudad imperial y coronada’), ciudad de las Tres Culturas y Patrimonio Mundial por la UNESCO, quizás Toledo deba su actual auge turístico, sin embargo, a instalaciones más prosaicas como el remonte del Paseo de Recaredo (los tramos de escaleras mecánicas que comunican las partes baja y alta de la ciudad, del año 2000) y, más recientemente, la apertura de Puy du Fou, un parque temático de la historia inaugurado en 2019 y que solo la pasada temporada alcanzó los 900.000 visitantes.
Este 2023, Puy du Fou cuenta con nuevos espectáculos, entre ellos El misterio de Sorbaces, un viaje a los momentos de máximo esplendor del Reino Visigodo en España, o el nuevo poblado histórico que recrea la época del Siglo de Oro con su mentidero, su corral de comedias, su bodegón y sus tascas, que se unen a sus grandes éxitos como El sueño de Toledo y El Último cantar, premiados como Mejores Espectáculos del Mundo por Asociación Internacional de Parques de entretenimiento (IAAPA).
El nuevo hotel-museo de Toledo
Definitivamente Toledo no se ve en un día, así que merece la pena reservar alojamiento, por ejemplo, en el ultimísimo hotel en abrir sus puertas: Áurea Toledo (Bajada de Pozo Amargo, 7).
En pleno casco histórico, a unos pocos metros de la plaza de la Catedral, Áurea Toledo es un establecimiento a medio camino entre el hotel y el museo.
Del Grupo Hotusa (propietario también de la cadena Eurostars), es la unión de siete antiguas casas patio que, en seis años de rehabilitación a cargo de arqueólogos, restauradores, arquitectos e interioristas, reveló increíbles tesoros como un aljibe, yeserías de un antiguo palacio califal, frescos góticos y renacentistas,vigas de madera labrada o alfarjes (artesonados) policromados.
De 66 habitaciones, con un pequeño spa y restaurante, en prácticamente todas las estancias, que se distribuyen en torno a cuatro patios que las riegan de luz y las aíslan del rumor de la ciudad, hay alguna pieza de arte, como la fantástica suite de las pinturas negras.
En otras, el lujo viene de la mano de las increíbles vistas de Toledo que se cuelan a través de los ventanales o la terraza, desde donde el campanario de la catedral parece poder rozarse con la punta de los dedos.
En todas ellas, la historia y el arte se combina con el confort y la tecnología, así como un estilo elegante y sofisticado en su diseño, con iluminación domótica, sonido vía Bluetooth o Chromecast.
El reino del mazapán
La calidad del mazapán es uno de los tópicos toledanos que sí atiende a razones. Aunque no se puede probar que este dulce típicamente navideño pero que aquí se consume durante todo el año se idease originariamente en la ciudad (bocados similares los encontramos en muchos lugares de Europa, especialmente en la cuenca mediterránea), sí es cierto que el mazapán en Toledo es una suerte de religión.
Además de comprarlo en alguna de las confiterías del centro, podemos aprender a elaborarlo en el Obrador Santo Tomé (Santo Tomé, 3), donde Ana de Mesa Gárate, socia y directora de producción del negocio familiar fundado en 1856 (ella representa a la séptima generación de la familia) comparte los secretos de este histórico dulce.
Según la historia local, el mazapán lo inventaron en Toledo las monjas del Convento de San Clemente como remedio para afrontar la hambruna que padecía la ciudad tras la batalla de las Navas de Tolosa (1212) cuando, a falta de trigo para hacer pan, mezclaron los ingredientes que tenían en la despensa; a saber, almendras y azúcar.
Sea o no real este origen (parece difícil cree que hubiese en enormes cantidades estos ingredientes tan sumamente costosos en la época), hoy el mazapán de Toledo cuenta con su propia IGP que garantiza su calidad, su elaboración y sus ingredientes.
En Santo Tomé aprendemos a hacerlo en un divertido y recomendable taller, apto para cualquier edad (basta con llegar a la mesa de amasado), que terminamos presentando nuestros respetos a una gigantesca escultura de Don Quijote que ostenta el Récord Guinness como la figura de mazapán más alta del mundo, de 3,59 metros de altura y 600 kg de mazapán, elaborada por los maestros de esta confitería.
El otro Récord Guinness (que no lo es)
Cualquier paseo por Toledo debe pasar por la siempre animada plaza de Zocodover. Aquí donde se ubicaba el mercado de las bestias en época árabe quedamos con Alberto López, guía de Pasearte Toledo, para visitar algunas de las curiosidades y leyendas de la ciudad.
Empezamos por Sillería, posiblemente la calle más bonita de la ciudad. Plagada de palacios, nos detenemos en la fachada del Casón de los López donde, dicen, hay otro Récord Guinness toledano: el de la ventana más pequeña del mundo (en realidad el respiradero de unas antiguas cuadras).
Dicen desde el portal Leyendas de Toledo que los responsables de los Récords Guinness han afirmado que no existe tal récord, pero sigue siendo una curiosidad interesante en un lugar que alojó en tiempos un restaurante frecuentado por el mismísimo Cervantes y que, según se puede leer en la fachada, será rehabilitado para transformarse próximamente en hotel.
A poca distancia, en la calle Alfileritos, una hornacina custodia la talla de una Virgen Dolorosa rodeada de alfileres. Es la protagonista de otra curiosa leyenda, la de la doncella Soledad Vargas y el alférez García de Ocaña, que sigue animando a las enamoradas a ofrecer, siempre durante la noche, oraciones y alfileres para conseguir un buen novio.
Barrio de los conventos
Imposible no detenerse en esta ruta en la hermosísima mezquita del Cristo de la Luz, uno de los edificios más antiguos de Toledo, del año 999, levantado a pocos pasos de puerta de Balmardón, junto a una calzada romana y sobre los restos de un templo visigodo.
Pequeña, casi de juguete (apenas 80 m2 en su interior), es sin embargo una joya del arte islámico y evidencia, desde sus capiteles visigóticos a los arcos de herradura, las bóvedas nervadas y el ábside añadido al ser convertido en iglesia, la verdad que hay bajo ese título de ‘ciudad de las Tres Culturas’.
Poco visitado en los circuitos turísticos habituales, merece la pena adentrarse en el barrio de los conventos, al norte de Toledo, donde se concentraba la mayoría de estos espacios (42 conventos llegó a tener la ciudad), hoy apenas un puñado habitados.
Algunos de ellos conectaban sus edificios a través de cobertizos, una suerte de pasadizos elevados que oscurecían las ya de por sí estrechas y oscuras callejuelas de la ciudad hasta que Juana I de Castilla (mal llamada La Loca) ordenó derribar los que no tuvieran la altura de un jinete a caballo con su espada en alto.
Algunos se salvaron y aún pueden verse, como el del convento Santo Domingo el Real o el de la calle Colegio de Doncellas, que conecta dos casas particulares.
Una discoteca en una iglesia
Otra parada imprescindible en esta ruta de desconocidos de Toledo lo tenemos en la plaza de San Vicente, con varias curiosidades, como la calle llamada Esta calle es de Toledo (en contestación a los ‘callejones robados’), el convento de las Gaitanas, famoso por los dulces que preparan las monjas agustinas, el Palacio de Lorenzana y la iglesia de San Vicente.
Esta última, una de las más antiguas de Toledo ya que fue fundada tras la reconquista, cuenta con un hermoso ábside mudéjar del siglo XIII. Lo más curioso, sin embargo, es que hoy, desacralizada y rebautizada como Círculo del Arte, organiza todo tipo de exposiciones, espectáculos y conciertos.
Más literaria, la plaza Garcilaso de la Vega, donde está enterrado el poeta en el interior de la iglesia del convento de San Pedro Mártir (reconvertido en una facultad universitaria), que atravesamos para llegar a la plaza donde se alzan el Ayuntamiento, el Palacio de Justicia y la Catedral.
La historia de la ‘campana gorda’, la más grande de España y una de las más grandes de la Cristiandad que apena sonó tres meses pero que sigue encaramada en la torre de 95 metros de altura, pone la nota de color a este bellísimo templo que dejamos atrás para adentrarnos en otra de las estrechas y laberínticas calles toledanas, la de las Hechiceras.
No deja de ser curioso cómo en una ciudad tan religiosa (está plagada de conventos, pero también de iglesias y ermitas), fuera tan común la superstición, la magia y la hechicería.
Ponemos punto y final al recorrido en otro lugar de leyenda: el Pozo Amargo. Un cartel advierte que “las lágrimas que el recuerdo, añoranza del amado causaron en una joven toledana amargaron las aguas de este pozo”.
Como en tantas ciudades españolas donde han convivido judíos, cristianos y musulmanes -y en esto, ya hemos visto, Toledo es alumna aventajada-, no podía faltar la leyenda de los amores clandestinos entre una joven judía y un caballero cristiano.