Ruta en moto por el Cabo de Gata: playas vírgenes, chumberas y pueblos con encanto
De Almería a Agua Amarga pasando por Cabo de Gata y San José, nos perdemos por carreteras serpenteantes que desembocan en calas vírgenes y viejas minas de oro, pueblos pesqueros llenos de encanto y paisajes casi marcianos
Vertiginosos acantilados sobre el mar, valles encajonados y paisajes desérticos habitados por pitas y chumberas desvelan tras cualquier curva un pueblecito blanco que, a modo de oasis, surge de la nada invitando a una parada improvisada. Unos kilómetros más allá y tras internarnos por un serpenteante camino, será una playa desierta la que nos cautive. Es el Parque Natural de Cabo de Gata, en Almería, y esta es la mejor ruta para recorrerlo en moto.
En la provincia más soleada de España (300 días de sol al año), Cabo de Gata es un secreto por descubrir y la moto puede ser la mejor aliada para hacerlo.
Con distancias relativamente cortas y hermosísimas carreteras que regalan panorámicas capaces de cortar la respiración, este territorio es hogar de algunas de las últimas playas salvajes, gracias a su calificación como Parque Natural, además de Reserva de la Biosfera y Geoparque Mundial por la Unesco, lo que ha logrado preservar esta pequeña joya de las garras de la urbanización despiadada y la masificación.
Sin chiringuitos, beach clubs, camas balinesas desde las que ordenar champán ni siquiera alquiler de tumbonas en la mayor parte de sus arenales, tampoco encontrarás grandes paseos marítimos con áreas comerciales ni, mucho menos, zonas de marcha atestadas de garitos y discotecas.
A cambio, tesoros que no se ven en otras zonas de costa: paisajes casi lunares de naturaleza volcánica y 50 km de impresionante fachada litoral en la que se suceden abruptos acantilados y espectaculares arrecifes, playas vírgenes y calas escondidas, además de coquetas poblaciones como Agua Amarga o San José. A todos ellos llegamos con esta ruta de apenas 117 km entre la capital y Carboneras.
Etapa 1: de Almería a Cabo de Gata
Un total de 41,8 km separan la capital almeriense de Cabo de Gata. 38 minutos para llegar al municipio del mismo nombre que, cuentan, tuvo una población de focas monje muy abundante que confundía a los navegantes que se aproximaban a tierra, que identificaban con cantos de sirenas sus gritos y gruñidos.
Es por ello que el arrecife que corona este lugar es conocido como el Arrecife de las Sirenas. El mirador sobre él ofrece una de las vistas más icónicas del parque con oscuras chimeneas volcánicas que emergen del agua entre escarpados acantilados y fondos marinos teñidos de mil y una tonalidades de azul.
Junto al mirador, el faro de Cabo de Gata es el punto más oriental del sur de la península, utilizado ya por griegos y fenicios como punto de referencia para la navegación. Hoy, los destellos de su faro, edificado en 1863 sobre las ruinas del castillo de San Francisco, pueden verse a 45 km de distancia.
En la zona podemos aprovechar para darnos un chapuzón en Cala Rajá, con vistas al arrecife del Dedo y además una buena opción cuando el viento azota.
Etapa 2: de Cabo de Gata a San José
22,3 km nos separan de la siguiente parada, la localidad de San José. Pueden recorrerse en unos 35 minutos, pero merece la pena realizar varias paradas antes de llegar, como la playa de Mónsul, dentro del espacio protegido del parque y que quizás reconozcas como el escenario de una de las películas de Indiana Jones, concretamente Indiana Jones y la Última Cruzada (1989), cuando el héroe al que daba vida Harrison Ford, armado únicamente con un paraguas, lograba derribar un avión nazi.
La playa, de alrededor de 400 metros, está flanqueada por formaciones rocosas de origen volcánico incluida una escultural roca, y cerrada por una inmensa duna de arena fina.
A pocos metros, la Playa de los Genoveses, de dunas y fina arena dorada, es otro punto que no se puede pasar por alto y, más escondidas, calas como Cala Carbón y la Cala de la Media Luna, a las que llegar caminando.
También hay que hacer parada en San José, el pueblo de mayor tamaño del parque (algo así como la capital de Cabo de Gata). En forma de anfiteatro abierto al mar, se trata de un hermoso municipio de casas blancas con mucha oferta de restaurantes, terrazas y bares para disfrutar de la gastronomía local.
Etapa 3: de San José a Las Negras
La siguiente etapa conecta San José y el núcleo urbano de La Negras, a unos 20,2 km que no llevan más que 20 minutos en moto.
Este corto trayecto, sin embargo, puede estirarse a placer con paradas en el Pozo de los Frailes o la Isleta del Moro, el pueblo de pescadores más auténtico de la zona, con barquitas fondeadas frente a casas modestas, algunas de las cuales alojan ahora restaurantes en los que saborear la cocina marinera, como el Bar de la Tercera Edad, directamente sobre el agua (foto de portada) y con una puesta de sol de escándalo, o La Ola, donde sirven excelentes pescados frescos como sargo, gallo pedro, breca, pollico o lecha.
De nuevo en la carretera, una prominente subida da paso a un mirador desde el que contemplar los acantilados.
Y, aunque perder de vista momentáneamente la costa, también hay que adentrarse en Rodalquilar, un pueblo cubierto de arte en sus fachadas gracias a la iniciativa Rodalquilarte, que lo ha convertido en un auténtico museo al aire libre, y que guarda una historia asociada a sus minas de plomo y oro (asociado a la zona se desencadenó una auténtica ‘fiebre del oro’ desde finales de siglo XIX). También un buen lugar para comer, con referencias como Taberna El Cinto, el italiano Panpepato y el más chic Oro y Luz (algunos solo abren en temporada veraniega).
De vuelta a la carretera, nos desviamos ahora a la derecha para acercarnos al El Playazo, a unos 3 km, un gran arenal de 400 metros y 30 metros de anchura cerrado en uno de sus extremos por el castillo de San Román, un antiguo bastión defensivo del siglo XVIII que, como curiosidad, está a la venta, ahora reformado como villa de lujo.
Etapa 4: de Las Negras a Carboneras
Después de saborear un refresco en La Bodeguiya, en la calle principal de Las Negras y frente a la playa, desde donde zarpan barquitos que conducen a la idílica playa de San Pedro, antaño reducto de hippies y naturistas, afrontamos la última etapa de la ruta conecta que conecta esta localidad con Carboneras, a 32,8 km.
Tierra adentro, la carretera rodea en este punto los macizos rocosos que nos separan de la siguiente localidad playera, Agua Amarga, que custodia unas aguas cristalinas únicas en la zona. Son las que encontramos, por ejemplo, en la Cala de Enmedio, de complicado acceso (hay que dejar la moto junto a la carretera y descender unos 40 minutos a pie).
Como premio, nos recibe un arenal de 150 metros de largo enmarcado por dunas fosilizadas que cierran por ambos lados la playa con increíbles formaciones de piedra blanca que se adentran en el mar dando lugar a pequeñas pozas para bañarse y con bellísimas vistas de Agua Amarga y la Mesa de Roldán.
La propia Agua Amarga, con muchísimo ambiente en verano, playa urbana, terrazas y pequeñas boutiques en La Plaza, es otra parada obligada, al igual que la playa de Los Muertos, otra de las playas que nos pondrá a prueba físicamente (hay que dejar la moto en el párking) y caminar entre 15 y 20 minutos.
Abajo, una playa larga y recta, de casi 1 km de longitud y cantos en lugar de arena, enmarcada por rocas, de aguas de increíble azul en las que nos adentramos rápidamente, debido al pronunciado desnivel de la orilla, en la que se forman también divertidas pozas. Sin duda, una de las playas más espectaculares de Cabo de Gata donde poner broche y final a esta ruta.