Guadalupe: la joya extremeña oculta en la sierra de las Villuercas

Un impresionante monasterio gótico-mudéjar es su cara más conocida, pero hay mucho más por descubrir en este pueblo cacereño, uno de los más bonitos de España, que cautivó a los Reyes Católicos, a Miguel de Cervantes y a Cristóbal Colón

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He ido a Guadalupe en invierno y en verano, a celebrar el Día de Extremadura y a ver los desfiles de caballos por la Fiesta de la Hispanidad, en excursiones con el colegio, a bodas y hasta caminando (dos veces he recorrido a pie esta famosa ruta de peregrinaje, desde Valdehúncar y Navalmoral de la Mata). Y, sin embargo, lo primero que recomendaría lo he visto poco. O, más bien, tarde.

Me refiero al hermosísimo paisaje que conforma la Sierra de las Villuercas, hoy parte del Geoparque Mundial de la UNESCO Villuercas Jara Ibores, que hay que cruzar para llegar a este pueblo, uno de los más bonitos de Extremadura (y seguramente de España).

Una estrecha carretera plagada de curvas cerradas y mi inclinación al mareo tuvieron la culpa de que, al menos hasta llegar a la Ermita del Humilladero, no pudiera advertir el entorno de esta cadena montañosa al sureste de la provincia de Cáceres que luce cubierta de bosques centenarios de castaños, ríos y arroyos, encinales, robledales y alcornocales que sirven de hogar tanto a yacimientos de fósiles como a un buen número de aves protegidas: cigüeñas negras, alimoches, águilas reales o buitres leonados.

Guadalupe
Primeras vistas de Guadalupe. Foto: Turismo de Extremadura.

Aún hoy, con una carretera mejor y ya inmune a las náuseas, la parada junto a la Ermita del Humilladero sigue siendo un imprescindible en las visitas a Guadalupe. A 4 km del pueblo, encaramado en el alto de las Altamiras, aquí confluían los peregrinos llegados de Madrid, Segovia, El Escorial o Toledo y por ello se levantó en el siglo XV este pequeño oratorio de estilo mudéjar que permite atisbar las primeras panorámicas del magnífico Real Monasterio de Santa María de Guadalupe.

La Puebla de Guadalupe

Visto desde lo alto se observa cómo todo el municipio, La Puebla de Guadalupe, está construido en torno a este santuario que, cuenta la leyenda, debe su origen a un pastor, Gil Cordero, que mientras buscaba una vaca extraviada se topó con la aparición de la Virgen de Guadalupe, quien le indicó el lugar donde estaba su imagen enterrada.

Allí se erigió una pequeña ermita, luego iglesia y, finalmente, un majestuoso templo que emerge entre las abruptas laderas de la sierra.

Fachada del Monasterio de Guadalupe
El monasterio combina elementos góticos, mudéjares, renacentistas, barrocos y neoclásicos. Foto: Turismo de Extremadura.

Desde Alfonso XI, que fue el rey que mandó construir la iglesia en 1337 -y que atribuyera a la Virgen de Guadalupe su victoria sobre las tropas moriscas en la batalla de El Salado-, prácticamente todos los monarcas españoles han pasado por Guadalupe, incluidos los Reyes Católicos, que se entrevistaron aquí dos veces con Cristóbal Colón (en uno de esos encuentros le ofrecerían las carabelas para partir en busca de las Indias, lo que después se traduciría en el descubrimiento de América).

También Miguel de Cervantes pasó por este templo para ofrecer a la Virgen los grilletes y cadenas de su cautiverio en Argel.

Si la vista desde lo alto es hermosa, la que se obtiene desde la plaza de Santa María tiene la capacidad de causar algún que otro síndrome de Stendhal. Parece increíble que un pueblo perdido en la sierra que no llega a 2.000 habitantes atesore esta joya reconocida por la UNESCO en 1993 como Patrimonio de la Humanidad.

Monasterio de Guadalupe
Detalles del Monasterio de Guadalupe. Foto: Turismo de Extremadura.

Real Monasterio de Guadalupe

Parte del selecto club de Los Pueblos Más Bonitos de España, ganador del título Primera Maravilla Rural en 20177, iluminado en Navidad por una conocida marca de bombones como ganador del concurso Luce Tu Pueblo ese mismo año y designado en 2022 como uno de los mejores pueblos turísticos por la Organización Mundial del Turismo, merece la pena sentarse en alguna de las terrazas que rodean el Real Monasterio para ir digiriendo la apabullante belleza de su fachada.

Entre arcos y soportales típicos de la arquitectura popular se alza el perfil de este templo de estilo gótico con elementos mudéjares al que después se fueron añadiendo elementos renacentistas, barrocos y neoclásicos.

En la cima de una escalinata, está flanqueado por dos torres medievales y presidido por un enorme rosetón.

Real Monasterio de Guadalupe
Real Monasterio de Guadalupe iluminado por Navidad. Foto: Mar Nuevo.

Dos grandes puertas labradas en bronce del siglo XIV dan acceso a la iglesia de planta rectangular y tres naves cubiertas por bóvedas de crucería en la que destacan la capilla de Santa Ana con su retablo renacentista, el retablo mayor con piezas de José Benito de Churriguera, una monumental reja, el coro de sillería barroca, el Camarín de la Virgen de estilo rococó con pinturas de Luca Giordano y la talla de la ‘Virgen Morenita’ y la sacristía con pinturas de Francisco de Zurbarán.

Aunque nunca hayan puesto un pie en Guadalupe, seguro que muchos habrán visto la imagen del claustro del monasterio, ejemplo perfecto del estilo mudéjar y bellísimo con su templete, atribuido a Fray Juan de Sevilla, en el centro. A su alrededor, merece la pena pasar por sus museos de bordados, de libros miniados y de pintura y escultura, con obras de Pedro de Mena, Goya y El Greco. Una visita guiada es la mejor manera de no perder detalle.

Completa el monasterio la Hospedería, con un claustro gótico y un amplio comedor -sí, el de las bodas-, construido en 1994 según proyecto de Rafael Moneo, además de algo sobrio hotel. Muy recomendable, la comida, tradicional y contundente, incluye platos como las migas extremeñas, revuelto de morcilla y piñones, ensalada de perdiz, asados de cordero y cabrito, cochinillo en adobo o bacalao.

Claustro gótico Hospedería Guadalupe
Claustro gótico de la Hospedería de Guadalupe.

Morcilla, bacalao y vino de pitarra

Otra buena opción para alojarse y también para comer en Guadalupe (zorongollo, sopa de tomate con uvas, ajoblanco extremeño, pollo a lo ‘Padre Pedro’, caldereta de cordero y platos de caza en temporada) la encontramos en el Parador de Turismo, a pocos pasos del monasterio. Del siglo XV, ocupa el que fuera uno de los hospitales dispuestos para atender a los peregrinos en el siglo XV, el Hospital de San Juan Bautista o de Hombres.

De estilo gótico mudéjar, albergó la escuela de medicina en la que, dicen, se realizaron las primeras autopsias autorizadas por la Santa Sede en España.

Para buscar algunos de los bocados más típicos del pueblo hay que dirigirse al restaurante Altamira (Calle de la Cruz, 4) y pedir morcilla, un embutido típico de la matanza tradicional elaborado con carne de cerdo y berza y se ofrece en versión dulce y picante. Para pasarla, lo mejor es un trago del vino de pitarra local.

Guadalupe
Arquitectura popular serrana en la Plazuela de los tres chorros. Foto: Pueblos más Bonitos de España.

Y nunca me voy de Guadalupe sin un pincho de bacalao de la Posada del Rincón Jorda, en la misma plaza del monasterio, con diferentes salones y un agradable patio interior.

Si eres de llevar souvenirs gastronómicos, no dejes de comprar miel con Denominación de Origen Protegida Villuercas-Ibores, aceite de oliva virgen extra y quesos de Los Ibores.

Arcos y calles bonitas

Un paseo por el casco histórico de Guadalupe sigue revelando joyitas. Algunas en forma de arcos, como los del Tinte, de estilo mudéjar, el Chorro Gordo, San Pedro y Las Eras, vestigios de las antiguas murallas que rodeaba La Puebla y le daba un aire de fortaleza medieval.

Iglesia de la Santísima Trinidad, Guadalupe
Iglesia de la Santísima Trinidad en Guadalupe. Foto: Alexandra Salvado | Unsplash.

Precisamente este último da acceso a una de los rincones más hermosos de la localidad, la calle de Ruperto, con su arquitectura típicamente serrana con soportales de madera que protegían la entrada a las casas y cobijaban comercios, pero también a visitantes y peregrinos. Hoy muchas lucen maceteros cuidados con mimo donde florecen geranios y hortensias.

Pintorescas fuentes y plazuelas como la de Los Tres Chorros salen al paso, y aún quedan por visitar lugares como iglesia de la Santísima Trinidad, una belleza barroca proyectada por el famoso Churriguera, la Casa de Infantes, la Cárcel de la Inquisición, la Galería Mudéjar (antiguas casas de los capellanes) y otros de los hospitales con los que contó Guadalupe, como el Hospital Nuevo o de Mujeres, el de San Sebastián, el de La Pasión.

Para terminar, un paseo por las calles de la Cruz, Gregorio López, Sevilla para llevarnos algún tesoro, local, ya sea en forma de embutidos,vinos, aquesos, aceite o miel, de artesanía (son famosos los trabajos en cobre, aunque ya no tanto la moda de decorar las casas con lustrosos cazos o braseros colgados en las paredes), bordados, cerámica y, por supuesto, todo el merchandising imaginable de la Virgen de Guadalupe.

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