Los 9 pueblos marineros más bonitos de Galicia
De Muros a O Barqueiro pasando por Fisterra, arquitectura tradicional, casas de colores, playas, coquetos puertos y encanto marinero en los pueblos costeros más bonitos de Galicia
Rías y playas, acantilados de vértigo y miradores, faros y puertos en los que descansan, tras la faena del día, decenas de pequeñas embarcaciones pesqueras, coloridas casas y animados paseos marítimos: Galicia ofrece mil y un rincones con encanto a lo largo de su litoral.
Lugares que mantienen la tradición y la identidad, que hay que buscar entre callejuelas y cruceiros, palacios e iglesias, pero también tascas y casas de comidas donde se sirven algunos de los mejores pescados y mariscos de España.
De Muros a O Barqueiro pasando por Cambados, Rinlo, Muxía, Cedeira, Combarro, Redes y Mugardos, recorremos los pueblos marineros más bonitos de Galicia.
O Barqueiro (A Coruña)
Pese a ser una de las rías de menor tamaño de Galicia, la de O Barqueiro se cuenta, por derecho propio, entre las más hermosas de la región.
Ubicada al abrigo del cabo Estaca de Bares, el punto más septentrional de la península, surge de la desembocadura del río Sor, que hace de frontera entre las provincias de A Coruña y Lugo.
Justo en ese punto encontramos el puerto de O Barqueiro, que forma una pequeño anfiteatro de casas marineras que miran al mar, muchas de ellas pintadas de vivos colores, lo que le ha valido el sobrenombre de ‘el Cudillero gallego’.
Su nombre procede del tradicional barquero –barqueiro- que permitía cruzar la ría hasta la construcción del puente metálico en 1901.
Cambados (Pontevedra)
En la comarca de Salnés, entre las azules aguas de la ría de Arosa y un verde mar de viñedos, Cambados se erige como la capital del albariño.
Es también un lugar ligado a las mariscadoras, que pueden verse faenando, encorvadas sobre el gachelo, en busca de los tesoros que esconde la arena de la ría.
Entre lo que no hay que perderse destaca el barrio de San Tomé, que una vez fue villa marinera y hoy está integrada en la ciudad de Cambados, con sus casas bajas de tejados rojizos y calles que huelen a mar.
Las ruinas de la Torre de San Sadurniño, antiguo bastión defensivo que repelió incluso ataques vikingos, el histórico Pazo de Fefiñanes, la iglesia de San Benito y el Arco Puente son otros de los rincones para saborear en Cambados.
Rinlo (Lugo)
Esta pequeña parroquia de Ribadeo, en la Mariña Lucense, de origen medieval y con apenas 300 habitantes, Rinlo fue en tiempos un importante puerto ballenero y aún hoy mantiene una gran tradición pesquera; de hecho, su cofradía de pescadores es una de las más antiguas de España.
Muy cerca de sus casas blancas, que parecen hacer equilibrios sobre los acantilados, se construyó, en 1904, una de las primeras cetáreas naturales de España aprovechando una zona rocosa de la costa donde entra el mar dando lugar a una piscina natural.
La tradición de cría de langosta y centollo ha hecho de Rinlo uno de los bastiones gastronómicos de Lugo, con platos reconocidos como el arroz caldoso y fiestas como la del percebe que se celebra a finales de julio y que deja ver la esencia de sabor marinero de la localidad.
Muros (A Coruña)
En el extremo norte de la ría de Muros y Noia o Ría da Estrela, Muros es la perfecta villa marinera, con un casco antiguo en el que se entremezclan las viviendas tradicionales de los pescadores, con los bajos con arcos en los que antiguamente se apilaban las cajas de pescados, y las casonas de arquitectura noble, como en la plaza de la Peixería Vella.
Declarado Municipio de Interés Turístico, con uno de los cascos históricos más bellos de Galicia, sus numerosos cruceiros, las calles con soportales de piedra, las fuentes y las iglesias destilan recuerdos medievales, si bien el puerto es su auténtico centro neurálgico.
Palacios góticos y templos como la ex colegiata y la ermita de la Virgen el Camino están también entre sus atractivos, que se extienden más allá de los límites de la ciudad e incluyen excelentes playas y enclaves naturales como la Laguna de Xalfas y el Monte Louro.
Combarro (Pontevedra)
Otro pueblo gallego de profundas raíces marineras es Combarro, dueño de un muy bien conservado casco antiguo en el que se despliega una red de callejas empedradas dispuestas en torno a las calles de San Roque y A Rúa, según la clásica estructura urbana del siglo XVIII.
Encantadoras plazas, casas marineras y viviendas con elegantes trabajos de cantería en los balcones de estética barroca se descubren también a nuestro paso, así como numerosos hórreos. Y es que en Combarro se da la mayor concentración de este tipo de construcciones de Galicia, con 20 hórreos, conocidos aquí como palleiras por las antiguas cubiertas de paja que presentaban.
En las numerosas cuestas también se descubren varios cruceiros que le dan un toque de simbolismo a esta villa de pescadores.
Muxía (A Coruña)
Hay muchos motivos para visitar Muxía, una localidad ubicada en la Costa da Morte, pero si hace falta resaltar alguna diremos que por el misticismo del santuario de la Barca, la historia escrita en piedra en Moraime o el último atardecer de Europa de Cabo Touriñán.
Playas tranquilas y caminos serpenteantes que invitan a andar, iglesias románicas, construcciones tradicionales y una gastronomía en simbiosis con el mar y la tierra son otras potentes razones para visitar esta localidad, que guarda también los últimos secaderos artesanales de congrio en Europa, estructuras, por cierto, bastante impresionantes, elaboradas con troncos de madera entrecruzados, a modo de jaulas, sobre las que se extiende o cuelga el pescado par que el sol y el viento lo curen.
Los dos secaderos que existen en la actualidad se ubican en el entorno del santuario de la Virgen de la Barca, y las Pedras de Abalar, un megalito de 9 metros de largo, y dos Cadrís, llamda así por su forma de riñón.
Y tras estas explicaciones, no hay que dejar el pueblo sin probar empanada de maíz a base de congrio o en forma de guiso, otra excelente elección.
Cedeira (A Coruña)
En la costa Ártabra, al norte de la provincia de A Coruña, entre acantilados de 600 metros de altura, en Cedeira se juntan el océano, el viento y la calma.
Este pueblo marinero, que le da su nombre a la ría, en la que desemboca el río Condomiñas, cuenta con un casco antiguo con rincones como la Praza do Peixe además de casonas nobiliarias y viviendas con galerías de madera que miran al mar, la iglesia de Santa María del Mar o las puertas de entrada a la vieja ciudad medieval.
También de temática marinera, el Museo Mares de Cedeira es una forma de acercarse a la historia de un pueblo ligado al mar, sus costumbres y tradiciones a través de barcos, motores, estoques para atrapar percebes, ‘ranas’ para atrapar berberechos, fotografías, fósiles de antiguos cetáceos, conchas y objetos devueltos por el mar.
Los imponentes acantilados de Vixía de Herbeira, de los más altos de Europa continental, las playas de Arealonga y Cedeira, el famoso santuario de San Andrés de Texido, donde se dice que “irás de morto se non vas de vivo” y la Praia de Teixidelo, la única playa de arena negra no volcánica del mundo son otros de sus lugares imprescindibles.
Mugardos (A Coruña)
En la provincia de A Coruña, a orillas de la ría de Ferrol y dentro del conocido como Golfo Ártabro, encontramos la villa de Mugardos.
Entre paisajes eternamente verdes y una costa espectacular nos detenemos a saborear este pueblo marinero –no hay que perderse el pulpo a la mugardesa, una especialidad que cuenta con su propia festividad cada mes de julio, la Festa do Polbo, declarada de Interés Turístico de Galicia-.
Paseando por el Cantón da Mariña se puede observar su arquitectura típicamente coruñesa, con casas rematadas con galerías. En el puerto de O Seixo destacan las viviendas pintadas de brillantes colores, así como mansiones de indianos construidas a finales del siglo XIX.
El castillo de A Palma (siglo XVI) y la iglesia de Santiago de Franza son otros de sus tesoros.
Fisterra (A Coruña)
Y, por fin, ponemos rumbo a Fisterra, el finis terrae para los antiguos romanos, que deseaban asomarse al fin del mundo, la tierra más occidental conocida durante su imperio.
Su esencia marinera se refleja en la pujanza de su lonja y de su puerto desde el que creció, en forma de anfiteatro, el núcleo antiguo del pueblo. Esa es la razón por la que parece que sus edificios de galerías blancas que miran al mar trepan hacia el interior, ayudados de cuestas y escaleras.
El puerto es también la mejor opción para comer, ya sea en una parrillada o bodegón, donde degustar una lubina a la brasa a pie de playa, un pulpo a la parrilla o navajas a la plancha, aquí conocidas como longueiróns.
Luego hay que poner rumbo a la lonja, a donde también se dirigen los marineros cuando regresan con la pesca. Esta moderna edificación de cristal y aluminio azul que sigue manteniendo su función comercial tiene la particularidad de ser la primera turística de Galicia lo que nos permite observar las pujas y escuchar los precios, cantados a velocidad de vértigo.