8 jardines botánicos para encontrarse con la naturaleza en Canarias
Los contrastes y variados paisajes de las Islas Canarias se sintetizan en estos santuarios botánicos que alojan impresionantes dragos, cactus, palmeras y otras especies canarias y de todo el mundo
Volcanes milenarios y playas desiertas, frondosos bosques primitivos y árboles centenarios, monumentos salvajes, campos de lava y barrancos profundos, dunas de arena y piscinas naturales… Se podría decir que en las Islas Canarias se encuentran resumidos muchos de los paisajes del mundo.
También increíbles especies vegetales que podemos rastrear en sus jardines botánicos que, además de preservar las especies endémicas del archipiélago, exponen hermosas plantas tropicales, árboles y flores procedentes de casi todos los rincones del mundo. Estos son algunos de los que merecen una visita.
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Jardín botánico Viera y Clavijo, Gran Canaria
En el barranco de Guiniguada de la isla de Gran Canaria se ubica uno de los rincones más especiales de Canarias: el Jardín Botánico Viera y Clavijo, el mayor de España y uno de los mejores del mundo.
Fundado en 1952, se trata del sueño hecho realidad del botánico sueco Eric Sventenius, quien dedicó gran parte de su vida a la tarea de preservar y proteger la flora endémica de las Islas Canarias.
También conocido como Jardín Canario, cuenta con 27 hectáreas en las que alberga más de 500 plantas endémicas, algunas en peligro de extinción, así como especies vegetales exóticas.
Abierto todos los días del año, su espacio estrella es el Jardín de las Islas, un espacio de 7.000 metros cuadrados dedicado precisamente a las especies locales, entre ellas pinos, dragos y palmeras. No hay que dejar de visitar su exótico palmeral, el jardín de cactus, con 2.000 ejemplares, y el bosque de laurisilva.
También merece atención el jardín macaronésico, con variedades botánicas de las islas de Madeira, las Azores y Cabo Verde.
Jardín de Cactus, Lanzarote
En Guatiza, en el municipio de Teguise, al norte de la isla de Lanzarote, un gran cactus metálico da la bienvenida desde la carretera al Jardín de Cactus – CACT Lanzarote, que reúne más de 1.400 especies de cactus de todo el mundo.
Se trata de un espacio especial que lleva el sello del pintor, escultor y artista lanzaroteño más famoso y querido, César Manrique. De hecho, este cactárium fue su última obra en la isla, un proyecto que abordó desde el respeto al entorno natural característico en su toda su obra arquitectónica.
El Jardín de Cactus fue la última obra de César Manrique en Lanzarote
El espacio antaño usado como vertedero de las plantaciones de tuneras dedicadas al cultivo de la cochinilla fue rehabilitado por el artista en una muestra de ‘arte total’ como lo denominaba el propio Manrique, una obra arquitectónica llena de elementos decorativos que se integran en el entorno potenciando su belleza natural y que aúna intervención espacial, escultura, interiorismo y jardinería, entre otros.
Piedra volcánica y monolitos basálticos convertidos en esculturas salpican el parque, que acoge alrededor de 4.500 ejemplares de cactus de unas 500 especies procedentes de los cinco continentes, dando lugar a un conjunto de vivacidad y exotismo sorprendente que envuelve al visitante con formas, texturas y colores.
Palmetum, Tenerife
Y de los cactus pasamos a las palmeras. Con 12 hectáreas, el Palmetum de Santa Cruz de Tenerife es un jardín botánico especializado en la familia de las palmeras que constituye un proyecto único en el mundo, transformando un vertedero de basura en un espacio para el ocio y la cultura.
Abrió sus puertas en 2014 y en sus jardines, ubicados en una montaña artificial y con espectaculares vistas sobre el océano, se encuentra una de las mejores colecciones de palmeras de Europa, especialmente centrada en variedades insulares, con cerca de 600 especies.
Los jardines están organizados en ‘secciones biogeográficas’ y se mantienen sin pesticidas y sin fertilizantes. Un simple paseo puede llevarnos, a través de palmeras y otras especies de plantas, desde las Antillas a Sudamérica y de Australia a Hawái pasando por Madagascar, Filipinas, Borneo o Nueva Guinea.
Al norte de la colina destaca el llamado Bosque termófilo de Canarias, con ejemplares de la única especie de palmera nativa de Canarias, Phoenix canariensis, y numerosas especies de árboles y arbustos autóctonos como dragos canarios (Dracaena draco), Pancratium canariensis y Apollonias barbujana.
Jardín Botánico de Puerto de la Cruz, Tenerife
También en Tenerife encontramos el Jardín Botánico de Puerto de la Cruz, conocido también como Jardín de Aclimatación de La Orotava o, simplemente, El Botánico.
Es el segundo jardín botánico de España ya que fue fundado en 1788 por Carlos III, ideado para que los científicos recolectores en las colonias españolas del Nuevo Mundo reuniesen aquí plantas exóticas que pudieran ser trasladadas, después de un periodo de aclimatación, a sus jardines reales de Madrid y Aranjuez.
Con alrededor de 20.000 m2, es uno de los lugares más agradables para pasear en Tenerife, donde pasear entre hermosas flores y llamativos árboles, como los ficus y sus grandes raíces al aire.
Hijuela del Botánico, Tenerife
Con alrededor de 4.000 m2, el romántico jardín de La Hijuela del Botánico fue creado en 1788 por iniciativa del VI Marqués de Villanueva del Prado, Alonso de Nava y Grimón, como un centro complementario del Jardín de Aclimatación de la Orotava, actualmente conocido como Jardín Botánico del Puerto de la Cruz.
Cuenta con la distinción de Bien de Interés Cultural desde 2008 y se ubica detrás del edificio del Ayuntamiento de La Orotava. Reúne un centenar de especies entre las que se encuentran castaños de la India, árboles del fuego, zapotes, coníferas de Australia y un bello ejemplar de drago.
Jardín Botánico de Fuerteventura
Dentro del parque Oasis Wildlife en Fuerteventura se encuentra el que presume de ser el jardín de cactus más grande de Europa.
Con 250.000 m2, aloja más de 1.500 especies de cactus, pero también una importante reserva de plantas autóctonas, con más de 80 especies únicas.
De hecho, esta reserva juega un importante papel en la conservación de plantas tan raras como el colino majorero, del que existen solo pocos cientos, el peralillo de las Canarias orientales, del que se conocen menos de 20 ejemplares en la naturaleza, o el marmolán canario, del que hay un solo individuo silvestre en Fuerteventura, que ya tiene 5 descendientes en la reserva.
Además, en la reserva existen grandes charcas de agua dulce rodeadas de vegetación ribereña para dar protección a las aves.
Jardín de la Marquesa, Gran Canaria
En el municipio de Arucas, al norte de la isla de Gran Canaria, se encuentra un frondoso vergel conocido como el Jardín de la Marquesa.
Más de 500 especies vegetales venidas desde los cinco continentes comparten espacio con una colonia de pavos reales en libertad en sus más de cinco hectáreas.
Puesto en marcha en 1880 cuando el Marqués de Arucas comenzó la labor de recopilación de especies vegetales, tanto endémicas como traídas de otras latitudes (muchas intercambiadas con otras familias aristocráticas de la época), fue abierto al público a finales de 1985 mediante visitas guiadas.
Los estrechos pasillos de estilo romántico para pasear junto al palacete, residencia de verano de los marqueses, fueron reparados y un experto botánico realizó la primera clasificación científica de las especies y ejemplares, entre los que se cuentan valiosos dragos de más de 200 años de antigüedad.
Huerto de las Flores, Gran Canaria
También en Gran Canaria, concretamente en la localidad de Agaete, se ubica el Huerto de las Flores, un bello jardín botánico con más de cien especies de todo el mundo.
Su creación se remonta en este caso al final del siglo XIX, cuando la familia De Armas traía de sus viajes esquejes y semillas de árboles de diferentes lugares del mundo, especialmente de América, aunque están representados todos los continentes gracias, por ejemplo, a especies como la macadamia australiana, la falsa aralia de Oceanía, la judía de elefante de Sudáfrica o el café de Etiopía.
Frondoso y exuberante, el Huerto de las Flores alberga especies tan curiosas como la pitanga, un arbolito nativo de América de Sur cuyo fruto rojizo se emplea para la elaboración de jaleas, jugos y mermeladas, o el canistel, un árbol siempre verde con cuyos frutos se preparan ponches y licores muy apreciados en México o Brasil.
El árbol de la calabaza con cuyo fruto seco se confeccionan maracas o el palo borracho cuya lana blanca se usa en comunidades de Paraguay y Argentina como algodón son otras de las especies que pueden verse aquí.