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Torna la gent normal

Hace no tantos años el FC Barcelona era el dueño del relato. Eran los días de gloria de Messi, claro, pero también de Iniesta -héroe nacional salvo en algún estadio norteño-, Xavi, Puyol… y por supuesto de Pep Guardiola, modelo de entrenador lecturitas que aquilataba el relato con su impoluto rollo glocal pronto reconvertido en procesismo rampante. Las victorias deportivas se recibían y digerían en una maquinaria discursiva que las racionalizaba y explicaba a partir de abstracciones como el “modelo”, la “cantera”, la “normalidad”, etc.

De aquellos tiempos es un spot que tuvo cierto recorrido, “Torna la gent normal”, que mezclaba imágenes de los canteranos del Barça, de niños, de mayores y de superestrellas, al son de la versión de Manel del Common people de Pulp. El mensaje era claro: frente a la galáctica, centralista y capitalista hybris del Madrid, los éxitos del FCB venían de ser personas normales, chicos sanos de la cantera con la ética del trabajo del país petit que otea campanarios. Por supuesto, todo esto era, para empezar, relato; y en gran medida solo relato. Escribí ya hace años sobre el spot y sobre el tema de este artículo, y cuando digo entonces era 2014, así que calculen. Pero lo mismo que there is a lot of ruin in a nation, hay un montón de ruina en un club que es més que un club.

Escribí entonces sobre una rueda de prensa delirante de Bartomeu cuando el FC Barcelona fue sancionado por incumplir la ley sobre traspasos de menores. Asomaban entonces ya todos los males del Barcelona post-relato, incluyendo la paranoia y la falta de autocrítica, y aún quedaban años de Messi, una copa de Europa y nosecuántas ligas y copas españolas. Qué decir hoy, después de la tanto más delirante rueda de Laporta y sus consecuencias.

Cuadro de gastos

He recordado además lo de la gent normal por un cuadro de gastos en fichajes que circulaba estos días por la red, sacado de Transfermarkt. Desde 2016, el balance gastos-ingresos en fichajes del Real Madrid ya no es que sea más favorable que el del Barça, que lo es abrumadoramente (-458,64 millones el Barça, sólo por detrás de los grandes ingleses y el PSG, frente a 15,5 millones de ganancia para el Madrid); es que supera al del Barça B.

El presidente del Barcelona, Joan Laporta. EFE/Alejandro García

Lejos de gestionar las diversas transiciones -la marcha de Guardiola, el envejecimiento y/o retirada de Messi, Xavi, Iniesta, Puyol, Piqué, el ciclo ganador madridista en Europa-, el FCB se lanzó a una carrera loca de gasto que amenaza no ya con vacas flacas sino con la conversión del club en sociedad propiedad de algún jeque o fondo.

La última ocurrencia, con la habitual complicidad de la prensa forofa, ha sido fundirse activos por liquidez, persiguiendo unos títulos providenciales que no llegan. El truco estaba en presentar la operación bajo una fórmula mágica: palancas. Porque toda sociedad degradada acaba creyéndose que de verdad el lenguaje modela la realidad. Y todo esto con el horizonte de un caso Negreira que no va a desaparecer por ensalmo comunicativo alguno.

Y ahí está la clave, como lo estaba en 2014. No todo es comunicación. Por más que se proclamase la primacía del “modelo” y la “cantera”, el FCB era y es un gran club global dependiente de enormes inversiones y de éxitos deportivos que las justifiquen -y, sí, de acertar de vez en cuando con jugadores de las categorías inferiores. Por más que se hable de “palancas”, vender activos es vender activos: pan para hoy y jeque para mañana. Y por más que se diga que ha sido un éxito de Laporta enredar al Real Madrid en discusiones sobre Franco, el caso Negreira va a seguir su curso en España y fuera de ella. En el fútbol, como en política o la vida en general, la realidad acaba por atraparte en forma de quiebra, imputación o, simplemente, fracaso.