Del candado a Cándido
En los buenos viejos tiempos del Podemos inicial, el que metía miedo y/o esperanza, se hablaba mucho del “candado del 78”. El candado era la Constitución, claro, la ley en general y el equilibrio de fuerzas y poderes que sostenía el “régimen”. En esto Podemos, por influjo supongo de un marxismo que ya solo practican por accidente, afinaba más que quienes, por ingenuidad, obligación o decoro, defendían que lo sustancial es la ley a secas. Bueno, ahora por fin parece que nos vamos a enterar de lo que pasa cuando la ley se queda sin el equilibrio de fuerzas, sin la coalición de intereses políticos y sociales que le insufla vida. El célebre “candado” flaquea, no sabemos si más por dúctil o por quebradizo; pero asegurar, lo que se dice asegurar, ya asegura poco.
De hecho, desde el paradigma o ficción -no es peyorativo- de la ley-y-nada-más-que-la-ley se entiende mal la pelea del último mes y pico por el control, o control de daños cuando menos, del Tribunal Constitucional. Ahora, consumada la “mayoría progresista” y la presidencia de Conde Pumpido, y entre declaraciones floridas de las siempre amenas Balaguer y Segoviano, comprobaremos hasta dónde llega eso del “constructivismo jurídico” y las “nuevas posiciones en el Derecho” -un columnista fachita al uso no perdería la ocasión de intercalar un chiste sicalíptico ahí, pero uno está muy por encima de esas cosas.
En fin, volvamos a Podemos, que está todo escrito y los golpes más sonados se dan a la luz del día. El 28 de diciembre de 2014, y no era broma, le dijo Pablo Iglesias al Periódico de Catalunya: «Sin abrir el candado del 78, Cataluña no podrá decidir«. A pesar de los coqueteos nacional-populares de los inicios y de las periódicas declaraciones sapienciales de Errejón, la tesis del Podemos jacobino duró dos días; como dos días va a durar cualquier tesis jacobina en la izquierda española: porque el equilibrio de fuerzas está en otra parte. Para romper el “candado del 78” hacían falta los independentistas, y los independentistas necesitan romper el candado para avanzar hacia sus objetivos “de la ley a la ley”, y más después del fracaso de la astracanada del 17.
Lo que entonces no se podía anticipar era la aparición de un hombre-suceso, de un Mulo asimoviano en la forma del actual presidente del gobierno, que ha llegado donde Iglesias no podía, aunque quisiera. Porque el presidente cuenta con el aparato de poder por excelencia del 78 y, desde junio de 2018, con buena parte del resto. Sánchez, punto focal de la coalición amplia que manda en España, nos ha colado un proceso destituyente-constituyente in a fit of absence of mind, como los ingleses conquistaron medio mundo. Después de la distensión, los indultos y las rebajas penales viene forzar la máquina de la legalidad hacia el referéndum o consulta, o la fórmula imaginativa que permita escenificar una voluntad popular de superación del “candado”; y en eso estamos.