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Rubiales no va a tener ni un “ongi etorri”

Hay gestos que son una vergüenza, como los de Luis Rubiales. Inadmisibles, inaceptables. Pero hay que ser cuidadosos con la reacción que generan, porque en ocasiones tan vergonzosos como los propios gestos acaban siendo los silencios o los excesos verbales que van detrás. La brújula de la indignación de una sociedad debería marcar siempre el Norte. Escandalizarse y pedir cabezas unas veces y mirar para otro lado en otras solo demuestra que estamos dando tumbos como país. O lo que es peor, que hay intereses en que naveguemos con un rumbo diferente al que creemos llevar. Se pone altavoz en algunas cosas precisamente para que no se escuchen otras.

Una sociedad sana debería protestar contra todos los abusos e injusticias. No solo contra los que vienen teledirigidos con claros intereses políticos y mediáticos. Un ejemplo son los actos de homenaje a ETA que, verano tras verano, se repiten en las fiestas de muchos pueblos y ciudades del País Vasco y Navarra. A diferencia del caso Rubiales, nadie se siente obligado a pronunciarse sobre esta cuestión. Es más, el silencio se antoja como el mejor de los consejos para no meterse en líos. Se ha invertido mucho en medios y en propaganda para conseguir que la moral colectiva no sienta vergüenza por los homenajes a etarras.

Para los vigilantes de la nueva corrección política es mejor que la turba se manifieste sin rodeos contra un tipo como Rubiales, a que cuestione la ética de pactar con EH Bildu o amnistiar a Puigdemont.

Casos mediáticos del verano

Es cierto que esta exaltación de la banda no es nueva y que, puestos a competir por conseguir más espacios en los medios en agosto, nada gana en capacidad de asombro e impacto social, a lo que han hecho los dos “rubiales” más mediáticos de este verano: el hijo del actor Rodolfo Sancho y el suspendido presidente de la RFEF. Un presunto descuartizador ahora encarcelado en Tailandia y un jeta al que están descuartizando sin piedad dentro y fuera de España.

El presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales. EFE

Me consta que tanto COVITE como otras asociaciones de víctimas del terrorismo, que desde hace años vienen denunciando incansablemente los homenajes y “ongi etorris” a miembros de ETA, no tienen ningún interés en ser el centro de los informativos. Su objetivo es llamar la atención, denunciar unos acontecimientos que deberían ser abordados y prohibidos en su caso por las autoridades locales, autonómicas o estatales y mantenerse, como familiares de víctimas, en un segundo plano. Estarían satisfechos simplemente comprobando que se cumple la ley para poder decir también un día “se acabó”.

Pero no hay manera. Desde Sortu se empeñan año tras año en recordar a los suyos en todas las fiestas posibles. Lejos de acabarse, esta dinámica que impone una de las facciones de EH Bildu se renueva con mensajes que no deberían pasar desapercibidos para quienes, por ejemplo, trabajan por la dignidad de la mujer. Y es que uno de los actos de homenaje que se han podido ver este agosto en Bilbao ha sido el organizado por Sortu para recordar con honores a la etarra Teresa Sever, quien perdió la vida en 1987 al estallarle la bomba con la que pretendía llevar a cabo un atentado. “Un ejemplo de lucha feminista”. “Estamos en el camino emprendido por tantas mujeres luchadoras como Maite, junto al pueblo socialista y feminista vasco”, decía Sortu en las redes sociales.

La legitimación del terrorismo etarra es el mayor obstáculo para la convivencia en una sociedad como la nuestra

Insisten las víctimas y sus familias en que la legitimación del terrorismo etarra es el mayor obstáculo para la convivencia en una sociedad como la nuestra. Pero su voz se pierde como la de quien predica en el desierto. La indignación por estos actos vergonzosos se queda reducida a los de siempre y a unos pocos políticos que se ponen campanudos ante los micros de la prensa, pero que nunca hacen una llamada telefónica exigiendo medidas para parar algo que viene prolongándose ya durante demasiado tiempo.

La novedad este año ha sido el cartel anunciador de un concierto alternativo en Bilbao en el que aparece un sonriente y ensangrentado Santiago Abascal recibiendo un tiro en la nuca. El alcalde, Juan Mari Aburto (PNV) ha dicho que el cartel es repugnante y que “este tipo de actuaciones deben desaparecer”. Aunque, eso sí, cree que “Abascal es un señor con muy pocos valores democráticos, si es que tiene alguno”.

Igual Juan Mari Aburto tiene razón. Porque a diferencia de Vox, el PNV sí está en el conglomerado a los que Pedro Sánchez llama “coalición de progreso”, que son todos los elegidos para votar por él en la investidura. Son gente de consenso, de respeto a los demás, de los que buscan el consentimiento. El “solo sí es sí”. De los que se indignan con gestos inaceptables y se solidarizan con la víctima… En función de quién sea.