Madrid, rompeolas de todas las sanidades
Antes a Madrid se iba a protestar contra el centralismo. Ahora las manifestaciones de la Villa y Corte son contra el Estado de las autonomías. Y es que Madrid siempre ha sido el rompeolas de todas las España. Lo escribió Antonio Machado en plena Guerra Civil: “¡Madrid, Madrid; qué bien tu nombre suena/rompeolas de todas las Españas/la tierra se desgarra, el cielo truena/tú sonríes con plomo en las entrañas”.
Ahora Madrid se ha convertido en el rompeolas de todas las sanidades de España. Tras el franquismo, la marea se llevó los centralismos a la periferia. La sanidad, la educación, las televisiones… Todas las transferencias habidas y por haber. Pero algunas, como cacharros inservibles, vuelven otra vez con la pleamar a quedarse varadas en esta ciudad sin playa como si fuera un mostrador de reclamaciones. Pero los ministerios se llaman andanas. Ya nada que no sirva para la foto depende del Gobierno de la nación. Solo la gestión de unos fondos millonarios dedicados a la propaganda de un neolenguaje que llama fijos-discontinuos a los parados, que ve 31.000 personas donde luego calcula que son 250.000 y que asegura, sin que le tiemble la voz, que la alarma social de la ley “del solo sí es sí” está generada por el ruido mediático de la derecha.
Todo se reduce a la gestión de los sentimientos del personal. Si se sabe hacer bien el trabajo se puede conseguir que un extremeño vaya a exigirle a Ayuso una sanidad pública que él nunca tendrá en su tierra. Madrid siempre ha sido el muro de las lamentaciones del resto de los españoles, se trata únicamente de dirigir el malestar en la dirección adecuada.
La izquierda ha conseguido que se identifique a la presidenta de la Comunidad de Madrid como la única y más eficaz demoledora de la sanidad pública de nuestro país. No importa que Madrid esté en el ranking de las sanidades españolas más eficaces y con menos días de espera para los pacientes, hay un sentimiento generado por el continuo embate de las olas que busca abrir una grieta en el dique de contención que es Isabel Díaz Ayuso.
Ayuso, en el centro del foco
La sanidad, deteriorada en todo nuestro país desde la pandemia, puede convertirse en el talón de Aquiles del PP en Madrid y, por lo tanto, en el punto débil de Feijóo de cara a las elecciones generales. Todo consiste, como digo, en centrar el foco en Ayuso y desviarlo del resto de autonomías.
En el País Vasco (yo soy usuario de Osakidetza) la atención primaria presenta, de un tiempo a esta parte, serias deficiencias que han sido denunciadas por sindicatos y profesionales y sufridas por los pacientes. Unas decenas de sanitarios se concentran a diario y durante unos minutos en las escaleras de acceso al Hospital Donostia. Se quejan de lo ya expuesto y, sobre todo, del trato autoritario (dicho por ellos mismos) de la consejera del ramo, Gotzone Sagarduy (PNV), que en muchas ocasiones se niega a recibirles.
Hay muchas dudas también en Euskadi sobre el futuro de la sanidad pública, teniendo en cuenta la creciente presencia de mutuas sanitarias privadas apoyadas sin disimulo desde la administración autonómica. Pero esto no preocupa a la coalición de gobierno que forman el PNV y el PSE. Los sindicatos en el País Vasco, como digo, no llevan sus protestas más allá de las escaleras del Hospital Donostia. Para exigir sanidad pública de calidad nos vamos a Madrid. Así que en las próximas elecciones, municipales y forales en el caso de Euskadi, el deterioro de la sanidad pública influirá en las urnas más o menos como la corrupción en el entorno del PNV, entre nada y menos.
En el País Vasco la gestión de los sentimientos se destina casi íntegramente a inculcar el mayor grado de pertenencia posible a la tribu, a la identidad común y excluyente con todo lo que tiene que ver con España. De tal manera que siempre que los recursos vayan en esa línea estaremos a salvo de catástrofes mayores: por ejemplo, la corrupción no será para tanto, porque al fin y al cabo se queda entre nosotros. Y si nuestra sanidad pública se deteriora seguro que lo hace menos que en Madrid, donde salen a la calle por miles para protestar.
Alguien le da al interruptor de los sentimientos y nos muestra en los telediarios a los bomberos de Valencia rescatando de los escombros en Turquía a una niña de 12 años y a su padre. Y nos sentimos orgullosos, como no puede ser de otra forma. Pero casi a la vez, ese alguien apaga el mismo interruptor cuando se trata de la muerte, en la Comunidad Valenciana, de una niña también de 12 años, porque en la sanidad pública no le supieron detectar una peritonitis. Qué bien rompen las olas contra Madrid mientras el resto de España sonríe con plomo en las entrañas.