“Liberté, identité, singularité”
Si la nueva “revolución” española, la del gobierno “progresista” que quiere formarse entre socialistas, comunistas, nacionalistas e independentistas tiene la nada descartable tentación de crear una república, su divisa debería ser “Liberté, identité, singularité” (en francés castizo).
La liberté, ya se sabe, es la que reivindicaba el pueblo francés durante su revolución, un grito que hizo famoso luego Robespierre y que acabaría convirtiéndose en el símbolo de republicanos y liberales a favor de la democracia y el final de los regímenes tiránicos a lo largo del siglo XIX: “Liberté, Égalité, Fraternité”.
Tres palabras que se acuñaron en el “Siglo de las Luces” y que pusieron las bases de los derechos de quienes ya no querían sentirse otras cosas que ciudadanos libres e iguales bajo el manto solidario de la fraternidad.
Ahora se exige libertad sí, pero para erradicar la igualdad e imponer las diferencias que nos separan como ciudadanos
Me temo, sin embargo, que tras la libertad que en España enarbola el gobierno “progresista” en ciernes no vienen ni la igualdad ni la fraternidad. Ya hemos escuchado y leído suficiente como para saber que aquel grito revolucionario que toda sociedad democrática ha hecho suyo desde hace siglos se verá transformado en nuestro país, si nadie lo remedia, en una reivindicación de identidad y singularidad.
Ahora se exige libertad sí, pero para erradicar la igualdad e imponer las diferencias que nos separan como ciudadanos y en especial para afianzar los privilegios de unos españoles sobre otros. Regiones con derechos históricos frente a las que no los tienen.
El Lehendakari Iñigo Urkullu ha publicado esta semana una elocuente carta en el diario El País. Lo ha hecho lógicamente en castellano, porque el medio así lo exige y porque es el idioma que utilizamos los vascos de manera mayoritaria, especialmente cuando queremos que nos entiendan el resto de los españoles.
Lo sorprendente sin embargo es la farragosa explicación, escrita en “politiqués”: “Federalización asimétrica”, “bilateralidad efectiva”, ”nación foral”…Y una “convención constitucional” que sirva, en definitiva, para cambiar la Constitución pero sin decir que se cambia.
Si prospera la nueva versión ampliada del primer gobierno Frankenstein y salen adelante los planes independentistas, a España, como dijo el otro, no la va a conocer ni la madre que la parió
Se reconocería el derecho a decidir de las comunidades históricas, el autogobierno para Euskadi y Navarra y la profundización en su especial régimen económico. En definitiva, soluciones nacionalistas para resolver los problemas que generan los propios nacionalistas.
Si prospera la nueva versión ampliada del primer gobierno Frankenstein y salen adelante los planes independentistas, a España, como dijo el otro, no la va a conocer ni la madre que la parió. Las luchas intestinas entre PNV y EH Bildu por un lado, y ERC y Junts por el otro, pueden dejar la pieza cobrada hecha un guiñapo.
Como cuando varias hienas se disputan el mismo tozo de carne y cada una tira para un lado. Con esta carta del Lehendakari lo que quiere dejar claro el PNV ante su electorado es que sus fauces también son de temer en Madrid. El año que viene habrá elecciones autonómicas y la batalla con Bildu puede ser decisiva para ver quién ejerce el dominio político en Euskadi en los próximos años.
Los de Arnaldo Otegi, que aspira a ser Lehendakari, están convencidos de que va a ser muy difícil que se presente un chollo parecido al de Pedro Sánchez en mucho tiempo, por eso han decidido apostar todo a ese número. Una ley de amnistía o similar que ponga a los presos de la banda más fuera que dentro, un referéndum, la territorialidad, un pacto para gobernar en el País Vasco… Todo son ventajas.
Al PNV solo le puede salvar, como siempre, la movilización de su electorado más conservador
Lo decíamos el otro día en otro artículo: También Alí Babá juntó a 40, porque cuando hay botín para repartir no faltan socios ni apoyos. Pero al PNV le ha salido en Bildu una dura competencia y lo tiene complicado. En el fondo ellos son los responsables de que esa criatura esté creciendo tanto.
Al PNV solo le puede salvar, como siempre, la movilización de su electorado más conservador. Un conocido aforismo dice que la independencia es para los nacionalistas lo que el Cielo para los católicos: creen en él con fe ciega, pero cuantos más años tarden en llegar a él, mejor. Por eso la base conservadora que vota al PNV, de centro derecha, no termina de entender el nuevo rumbo de un nacionalismo que ahora juega a ir de “progre”.
Y mientras, Junts y Puigdemont sacando provecho de su privilegiada posición de partido decisivo para la causa. Parece que todo está ya pactado, que Sánchez obtendrá luz verde en su investidura porque es lo que conviene a sus socios, que son los que gobernarán. El presidente en funciones volverá a ejercer de nuevo, y lo hará gracias a que forjará sus pactos con la herramienta más importante que tiene nuestra democracia, la libertad.
Lo malo es que el resto, la igualdad y la fraternidad, las entregará irremediablemente a cambio de “identité” y “singularité”.