Irresponsabilidad histórica
Pedro Sánchez y el PSOE se esfuerzan en mostrar optimismo. Ho tenim a tocar! Las negociaciones de la amnistía a los del procés parecen bien encarriladas con Gonzalo Boye, secuestrador y colaborador de ETA, Sito Miñanco y Carles Puigdemont. “Irá rápido”, aseguran, pero seguimos sin fecha para el debate de investidura y con los diputados disfrutando de semanas sabáticas.
El prófugo de Waterloo exige un “compromiso histórico”, adjetivo totalmente devaluado tras las mil y una “jornadas históricas” del separatismo. ¿Quién se cree el cuento? Los jóvenes catalanes ya no. Los estudios demoscópicos de la propia Generalitat señalan que la juventud está a otra cosa, que a ellos ya no les enredan con promesas como las del helado diario, tan falsas como poco saludables.
Encuentros clandestinos
Sin embargo, la historia vuelve a rimar. Se repite, escribiría Karl Marx; pero lo que antes fue tragedia no pinta que ahora se convierta en miserable farsa, sino en la consumación de la retirada del Estado y el debilitamiento de la democracia. La del compromiso histórico es una expresión muy procesista: connota épica, mirada a largo plazo y vocación de bien común, pero denota infame trapicheo de votos en contra de la igualdad ante la ley y la separación de poderes. ¿Qué traman socialistas y separatistas en sus encuentros clandestinos?
Politólogos mediáticos estudian las negociaciones en clave de incentivos y desincentivos personales. No van mal encaminados, pero falta una variable esencial: la irracionalidad o la rauxa que no pocas veces ha empujado la política catalana hacia el precipicio.
La cuestión personal explicaba los indultos pactados por Esquerra Republicana. No exigieron una mejora de la financiación autonómica, ni tan siquiera una mejora de las infraestructuras catalanas. De hecho, han puesto palos a las ruedas en asuntos fundamentales como la ampliación del aeropuerto de Barcelona o el Cuarto Cinturón. Iban, simplemente, a lo suyo. No obstante, la entrada en juego de Puigdemont –un Joker de la política- puede acelerar dinámicas competitivas como las que llevaron a aprobar un Estatut claramente inconstitucional o una autolesiva declaración de independencia.
Debemos tener en cuenta, pues, esas dinámicas internas y altamente emotivas del bloque separatista. ERC se resistirá a hacer el canelo permitiendo que Puigdemont, a quien desprecian profundamente, regrese bajo palio o convertido en una estrella del rock. Doblarán la apuesta. Y también debemos tener en cuenta las fracturas internas de los partidos, las miserias narcisistas y las luchas más prosaicas por pequeñas cuotas de poder. Todo ello puede perfectamente hacer descarrilar cualquier estrategia negociadora.
Hace 6 años Puigdemont no tomó la decisión más inteligente. Actuó de manera cobarde, arrastrado por los acontecimientos y dejando tirados a los suyos. El tuit rufianesco sobre las 155 monedas de plata y los grititos de cuatro exaltados en la plaza Sant Jaume llevaron al pastisser boig -así le conocían en la sede de Convergència- a tirarse a una piscina sin agua, es decir, a declarar la independencia de Cataluña sin reconocimientos internacionales, sin las estructuras de Estado prometidas a la feligresía y sin el apoyo mayoritario de la sociedad. En pocas horas se retrató como un mentiroso y un inútil, y remató la “jugada maestra” huyendo como un cobarde, en la parte trasera de un automóvil, y dejando tirados a los suyos.
Un segundo procés con el contexto geopolítico actual sería letal
Así, ciertas dinámicas tóxicas pueden hacer que el futuro de una mayoría adulta y sensata sea dictado por la voluntad de la minoría más infantil y radical. Puede pasar. La ambición insana de Sánchez ha activado ese mecanismo. El separatismo no se conformará con la amnistía. Exigirá la retirada del Estado de Cataluña y el debilitamiento de las instituciones democráticas. El tsunami de exigencias no ha hecho más que empezar y, en el mejor de los casos, podría hacer naufragar la investidura, ya que si el PSOE sigue adelante con estos socios, su irresponsabilidad sí sería “histórica”.
Un segundo procés con el contexto geopolítico actual sería letal. En su momento, Puigdemont no tuvo escrúpulos a la hora de buscar el apoyo de Rusia a la secesión. Y si el día de mañana regresa triunfante, nada le impedirá volverlo a hacer.