Sadismo e hipocresía
La ciudad de Barcelona está hermanada con Tel-Aviv y Gaza desde 1998. Son muchos los vínculos históricos, culturales y económicos que nos unen con la otra ribera del Mediterráneo. Sin embargo, en febrero la entonces alcaldesa Ada Colau decretó unilateralmente la suspensión de las relaciones con la ciudad israelí, una de las más abiertas y modernas del mundo.
Aquella, digámoslo sin ambages, fue una decisión antisemita. La excusa era la supuesta falta de respeto a los derechos humanos por parte de las autoridades israelíes, pero existen otros hermanamientos, en este sentido, mucho más polémicos y que se han mantenido en vigor. Fue una decisión que manchó, una vez más, la imagen de Barcelona.
Pocos meses después Colau sería democráticamente desalojada del gobierno municipal, y aquella denigrante alcaldada sería corregida. No obstante, tras todo este serial, Barcelona mantenía una deuda moral con Tel-Aviv. Así, el Ayuntamiento no podía seguir ni un minuto más sin condenar los terribles atentados perpetrados por Hamás y que afectaron, también, a la ciudad de nuevo hermanada.
Mientras otras grandes ciudades españolas y europeas mostraban su solidaridad con las víctimas y condenaban los ataques, Barcelona permanecía bajo un insoportable silencio hasta que, por fin, este miércoles y gracias a una proposición del Partido Popular, el Ayuntamiento enmendaba el terrible error. La gran mayoría de los grupos del consistorio se sumaban a la iniciativa. ¿Todos? Todos no.
ERC y colauistas, socios preferentes de Pedro Sánchez, se negaron a condenar los atentados de Hamás y a pedir la libertad de los secuestrados por los terroristas. Sus excusas, no es que fueran vagas, eran rotundamente falsas. El texto no hacía referencia a la población civil palestina, arguyeron.
Sin embargo, sí lo hacía, en dos de sus cuatro puntos. En uno se pedía una mejora en la canalización de la ayuda humanitaria hacia la población palestina y, en el otro, se pedía a Israel que, en su legítimo derecho de defensa, evitara atacar a la población civil palestina no combatiente. Es decir, estas izquierdas mentían descaradamente para evitar condenar el terrorismo.
Estas izquierdas parecen conducir con un piloto automático ideológico
Se autoproclaman feministas y antirracistas, pero si matan a una mujer judía por ser mujer y ser judía, miran hacia otro lado o, aún peor, buscan atenuantes o explicaciones. No, no tienen ningún tipo de superioridad moral. No tienen ni siquiera algún tipo de moral.
Son pura hipocresía o, en todo caso, una brújula moral que siempre señala en el sentido contrario a la decencia. Estas izquierdas, tan alejadas de los estándares democráticos europeos y tan cercanas a regímenes autoritarios de otras latitudes, son, con todo, quienes van a marcar el futuro de España gracias a la irresponsable ambición del señor Pedro Sánchez.
Lo mejor para el pueblo palestino sería una condena total y clara en contra de Hamás, porque esta organización es la culpable de la escalada de violencia desatada. Pero estas izquierdas parecen conducir con un piloto automático ideológico. Incapaces de ver la realidad.
No es la propaganda israelí la que nos demuestra qué es Hamás. Es la exhibición de los vídeos grabados por los propios terroristas que nos demuestran el secuestro y tortura de mujeres de diferentes nacionalidades. Es una exhibición sádica que prueba una pasión por la violencia que ni los peores totalitarios del siglo XX se atrevieron a mostrar. Incluso los comunistas negaban la existencia de sus gulags.
Hamás ha alcanzado el nivel de sadismo de Estado Islámico. Y aun así, gran parte de nuestra izquierda gubernamental se niega a una clara condena. Busca subterfugios. O, directamente, intenta justificarla frivolizando sobre el concepto genocidio. Pura hipocresía: igual que nunca hubieran deseado vivir bajo uno de los regímenes comunistas que apoyaban desde el bienestar capitalista, tampoco podrían vivir bajo las restricciones morales del islamismo que defienden desde la libertad occidental.
Quizá la explicación a tanta hipocresía no sea tanto la solidaridad con el pueblo palestino como la vinculación de estos partidos con regímenes profundamente antidemocráticos. La tensión provocada por Hamás beneficia especialmente a Irán y a Rusia, dos países que han encontrado, y financiado, a no pocos tontos útiles en nuestro país.