El patinazo socialista: del “Gobierno de la gente” al “señor de los platós”
Hagamos un breve ejercicio de memoria. En septiembre de 2022 (es decir, hace apenas diez meses), el PSOE lanzaba la campaña “el Gobierno de la gente”. Se trataba, explicaba la nota de prensa socialista, de “estar más cerca aún de la ciudadanía” a través de una serie de actos con ciudadanos anónimos y organizaciones locales en los que el Presidente explicaría las bondades de sus políticas.
El diagnóstico era que el Gobierno funcionaba correctamente, brillantemente incluso (ahí estaba el escudo social, el salario mínimo, etc.), pero la ciudadanía no valoraba esta gestión, tal vez porque después de varios años en la Moncloa, el Presidente se había distanciado de la ciudadanía, y resultaba un tanto frío, incluso robótico.
La campaña resultó un relativo fiasco: los ciudadanos anónimos no eran en realidad tan anónimos, sino militantes socialistas. El Presidente apareció jugando a la petanca, o al baloncesto sentado en una silla de ruedas. En algún momento, el equipo socialista concluyó que la campaña no estaba funcionando, y el Presidente dejó de protagonizar aquellos actos a pie de calle.
El salto de Sánchez
Saltemos ahora al inicio de esta campaña electoral. Curiosamente, el punto de partida ha sido el mismo: los socialistas llegaron a la conclusión que la gestión del Gobierno, siendo eficaz, no estaba llegando a la ciudadanía. La estrategia diseñada, sin embargo, fue exactamente la contraria: en apenas unos meses saltamos de actos con ciudadanos anónimos a una campaña basada en los platós de radio y televisión. Del “Gobierno de la gente” al “señor de los platós”. El Presidente, se dice (se decía hasta antes del debate del lunes), es telegénico. Había echado políticamente sus dientes en las tertulias de televisión. Era una estrategia ganadora.
O no. ¿Qué ha fallado, se preguntan ahora los socialistas? Algunos apuntan a un mal día del Presidente. Le puede pasar a cualquiera, incluso a los mejores políticos. Le pasó a Obama, por ejemplo, en su primer debate con Romney en las elecciones de 2012, escribía hace unos días un articulista (dejo que adivinen en qué medio). O tal vez fue mérito de Núñez Feijóo, se atreven otros. Algunos comentaristas sugerían que Feijóo había utilizado una técnica dialéctica conocida como “galope de Gish”, una especie de ráfaga de medias verdades que electrocuta y paraliza a quien la recibe. La propia Ministra de Ciencia e Innovación se hacía eco de esta noticia (han leído bien: de Ciencia e Innovación).
Los datos del cara a cara
¿Qué ocurrió en realidad el lunes durante el debate? Ocurrió simplemente que Feijóo mostró un simple gráfico al comienzo del debate: la evolución de la economía española desde que Sánchez es Presidente. Somos el segundo país de la UE con un peor desempeño durante este periodo, y hemos sido el país que más ha tardado en recuperar el nivel preCovid (ambos datos son compatibles por la caída del PIB alemán durante los últimos meses, cuyos efectos solo ahora está empezando a notar la economía española).
Para los que seguimos la coyuntura económica, el gráfico de Feijóo no fue ninguna sorpresa. Hay indicadores incluso peores, por ejemplo, el de renta disponible. Las explicaciones de por qué ha ocurrido así son variadas: nuestra economía, muy basada en el sector servicios, sufrió más durante la primera parte del COVID (aunque las economías más industriales, como la alemana, lo han pasado peor en la recuperación).
Sin duda, también penalizó a la economía española el confinamiento masivo que se prolongó durante 3 meses, mucho más estricto y generalizado que en cualquiera de los países de nuestro entorno. Y, poniéndonos finos, tampoco ha ayudado que durante los últimos 5 años no se haya abordado ninguna reforma estructural de la economía española, tan sólo pequeños parches con los que ir manteniendo el delicado equilibrio de la coalición de gobierno, sin poner en riesgo la llegada de fondos europeos.
Los mayores patinazos con los datos los dio Sánchez
¿Por qué, entonces, este simple gráfico desarboló al Presidente Sánchez? Una hipótesis es que a fuerza de repetir que “España va como una moto”, Sánchez haya terminado por creérselo (“Don’t get high on your own supply”, escribía un amigo en twitter). Otra, es que el Presidente nunca hubiese visto ese gráfico, y desconociese el pobre desempeño de la economía española durante su mandato, aunque es una opción menos verosímil: al fin y al cabo, hay un centenar de asesores solo en Moncloa, cuyo trabajo es precisamente decirle al Presidente lo que no quiere oír. Es imposible que ninguno de ellos le haya enseñado esos datos al Presidente durante los últimos años.
Por último, es posible que efectivamente Sánchez se viese paralizado por la montaña de datos. Su problema es que todos los datos que utilizó Feijóo son correctos (el precio de los alimentos se ha incrementado un 30 por ciento durante la Presidencia de Sánchez, el de la electricidad un 40 por ciento, y sigue siendo un 20 por ciento superior a la media de la UE, etcétera). Incluso otras afirmaciones, más abiertas, fueron también ajustadas (la Comisión Europea no va a derogar la excepción ibérica, pero ha presentado una propuesta de reforma del mercado eléctrico en las antípodas de la propuesta española, lo que en la práctica supondrá su corrección).
De hecho, los mayores patinazos con los datos los dio Sánchez: dijo que la inflación española antes de la guerra de Ucrania era del 2% (en realidad, estaba por encima del 6%) y que durante la crisis “España se endeudó para poder comprar mascarillas” (las compras de material sanitario durante la pandemia apenas superaron los mil millones de euros, mientras la deuda pública española se ha incrementado en más de 350 mil millones, así que como explicación, como poco, queda algo incompleta). Si Sánchez quedó paralizado, lo hizo frente su propio espejo. Fue más galope de Sánchez que de Gish.
¿Existe alguna otra explicación sobre el resultado del debate? Existe otra, pero tómenla con pinzas: no vaya a verme obligado a contrastarla frente a uno de los innumerables fact-checkers que se amontonan en nuestros medios. Imaginemos, aunque solo sea por un instante, que el diagnóstico que han hecho los socialistas no sea el correcto: que el Gobierno no ha sido eficaz, ni ha tenido éxito en la gestión. Supongamos también que aunque crean haber utilizado estrategias opuestas, del “Gobierno de la gente” al “Señor de los platós””, en el fondo la estrategia ha sido la misma. Los socialistas llevan desde hace meses, o incluso años, embarcados en la sísifa tarea de mejorar la imagen del Presidente. Lo intentaron con Iván Redondo, luego dieron un volantazo y pusieran al frente a Óscar López. Lo intentaron con partidas de petanca y luego con entrevistas en Hormiguero.
Si uno repasa todas las entrevistas a Sánchez durante las últimas semanas, la conclusión que saca es que la estrategia no ha cambiado, sigue siendo la misma: el Presiente sigue dedicando su tiempo a hablar de sí mismo: a defender sus cambios de opinión, a explicar lo que representa el Sanchismo, incluso a dedicar varios minutos durante el debate a explicar el origen del Falcon. ¿Y si -lo sabremos en unos días- el túnel tenebroso de la política española fue el que empezó cuando un señor comenzó a hacerse un selfi interminable, como lo definió Borja Sémper hace unos días?