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¿Una austeridad ‘light’? La rigidez alemana pincha en la cumbre europea de Santiago

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Con la candidatura de Nadia Calviño a la presidencia del Banco Europeo de Inversiones de telón de fondo, el Ecofin de Santiago tenía como asunto prioritario acelerar la revisión de las reglas fiscales, la llamada reforma de la gobernanza económica que definirá los corsés que asumirán los Veintisiete a la hora de diseñar sus presupuestos y su política de gasto. La presidencia española se marcó como objetivo presentar un primer documento en el encuentro de octubre en Luxemburgo, para lo que era imprescindible avanzar en la reunión informal en la Cidade da Cultura. El semestre español del Consejo de la UE aterrizó en Galicia con un calendario exigente.

Calviño confirmó en rueda de prensa que el objetivo de alcanzar un consenso para final de año y unas nuevas normas fiscales «aplicables» en 2024 se mantiene, para lo que será necesario «intensificar» los trabajos. El 70% del nuevo reglamento, su parte técnica, está completado, pero falta «pasar a la fase de negociación política», en palabras de la vicepresidenta primera en funciones.

El rompecabezas fiscal

Estas negociaciones tienen dos puntos de tensión. Hay que combinar la reducción gradual del ratio de deuda sobre el PIB con las inversiones en descarbonización y digitalización, prioritarias para la UE; y, además, se pretende que las normas respeten las especificidades de cada Estado, pero manteniendo un marco común que garantice la igualdad de trato y, en consecuencia, la propia credibilidad del reglamento. En este rompecabezas radican las principales discrepancias a solventar en las próximas semanas y Alemania parece la pieza más difícil de encajar.

El ministro de Economía alemán, Christian Lindner, ya había mostrado su rechazo a la propuesta de la Comisión Europea que dejaba en manos de los distintos Estados el calendario para cumplir los objetivos de déficit público, exigiendo solamente un ajuste mínimo del 0,5% hasta alcanzar el 3% del PIB que establece el Pacto de Estabilidad. Alemania no solo se opone a los ajustes a la carta, sino que también quiere endurecer las exigencias al 1% anual para los países más endeudados, como en el caso de España. Alega también que con planes de cumplimiento de cada estado miembro, la decisión sobre su aceptación recaería sobre la Comisión Europea, introduciendo un elemento de discrecionalidad política en la aplicación de la norma.

La austeridad alemana o la francesa

La posición de Lindner implicaría un ajuste más duro para países como España o Francia, que se opone tajantemente a la fórmula alemana, lo que provocó el atasco de las negociaciones. Sin embargo, la propuesta germana no contó con suficientes apoyos. En Santiago, países tradicionalmente afines a la su ortodoxia fiscal como Países Bajos y Dinamarca estuvieron empujando para acercar posturas y salir del bloqueo, trabajando incluso de manera bilateral con el equipo de Lindner. También Portugal o Italia apuestan por una mayor flexibilidad, frente a la normativa rígida que propone Alemania.

Terminada la reunión, la presidencia española mostraba su optimismo para llegar a un primer borrador en octubre. El vicepresidente ejecutivo de la Comisión Europea, Valdis Dombrovskis, indicó que «era un gran reto», pero que en Galicia habían comenzado a ver cómo conseguirlo, el «camino fiscal de Santiago», bromeó. Antes del Ecofin de octubre habrá una reunión informal –de alto nivel, pero sin ministros– en Madrid a principios de mes que deberá servir para concertar la propuesta. Si quedara algún elemento adicional se abordaría en noviembre, mes en el que el Parlamento Europeo también espera tener su posición para acordar conjuntamente un texto final.

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