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Pasen y lean

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Prácticamente al mismo tiempo que se publicaba el anterior artículo, titulado “Más difícil todavía”, sobre que ya hemos superado siete de los nueve límites fundamentales del planeta y vitales para nuestra existencia, salió la noticia de la angustiosa situación de los desplazados forzosos en el mundo, destacando que se ha alcanzado un nuevo récord, con 110 millones de personas afectadas, casi tres veces la población de España, deambulando por ahí, sin nada, ni pasado, ni presente ni futuro.

 Así que las predicciones alarmantes del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), sobre la cantidad de personas obligadas a huir de sus hogares por conflictos y persecución, desgraciadamente se han cumplido. En 2022 hubo un total de 108,4 millones de personas desplazadas de manera forzosa, lo que representa un aumento significativo en comparación con los 89,3 millones registrados en 2021. Demostrando que la tendencia sigue en aumento y que los desplazamientos forzosos no solo son causados por conflictos armados (como los de Ucrania, Siria, Sudán o Afganistán), sino también por fenómenos como la crisis climática.

Por otro lado (nunca mejor dicho), en el marco del Foro Económico Mundial de Davos se ha presentado un comunicado impactante, que plantea la imperiosa necesidad de reducir en un 75% la cantidad de coches en circulación para el año 2030. Una medida que tiene como objetivo principal combatir el cambio climático, reducir la congestión y mejorar la calidad del aire en entornos urbanos, donde cada vez muere más gente por contaminación (también acaba de publicarse la cifra de 7 millones de muertes al año, convirtiéndose –por tanto– en una de las principales causas de defunción).

Para describir esto recurro de nuevo al refranero, pues viene “como anillo al dedo” eso de que “se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena”. Es decir, para que en un foro como ese –precisamente muy exponente del homo sapiens depredador y contaminante– propongan tal medida, casi utópica, cuando menos hace saltar todavía más las alarmas.

Aunque seguramente para muchos de los que todavía no quieren reconocer tal situación y peligros, incomparablemente más apocalípticos que todo lo que se debate y forma parte de lo que solemos llamar realidad, pues resulta que también ya los tenemos aquí, como quien dice “a la puerta de casa”. Y no me refiero al calor asfixiante, sino a que –este año– en España nos enfrentamos a una situación desafiante en el sector agrícola, ya que se ha registrado la peor cosecha en mucho tiempo.

La reducción de la producción agrícola también tiene consecuencias en toda la cadena alimentaria y en la economía en general

Según los informes del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) y de organizaciones y cooperativas agrarias, la producción agrícola en España se ha reducido a solo una cuarta parte de lo que es habitual, lo que representa un golpe significativo para los agricultores y la economía del país. La escasez de lluvias, las altas temperaturas y las condiciones climáticas adversas han sido los principales factores que han afectado negativamente a los cultivos en toda España. Las sequías prolongadas han dejado a muchas regiones con niveles de agua insuficientes, lo que ha dificultado el riego y el crecimiento adecuado de los cultivos. Además, las altas temperaturas han acelerado la evaporación del agua y han causado estrés hídrico en las plantas, lo que ha llevado a un desarrollo deficiente de las cosechas.

Esta reducción en la producción agrícola no solo afecta a los agricultores, sino que también tiene consecuencias en toda la cadena alimentaria y en la economía en general. La escasez de productos agrícolas puede dar lugar a un aumento de los precios de los alimentos, lo que afecta a los consumidores y a los sectores relacionados, como la industria alimentaria y la exportación. Destacando, además, que la situación de la peor cosecha en España este año no es un fenómeno aislado, sino que refleja los desafíos cada vez mayores a los que nos enfrentamos, como en este caso en la agricultura, debido al cambio y a la variabilidad climáticas.

Por eso que, siguiendo con las expresiones circenses del anterior artículo –reiterando mis disculpas por este uso peyorativo pero popular–, he titulado este recurriendo a esta otra, algo adaptada, porque precisamente “el espectáculo continúa” y parece que solo estamos ante el principio del mismo. Por lo que, más que una invitación, me parece que el “pasen y vean” va a resultar irremediable. Lo mismo que añadir, en este caso, que el lamentable espectáculo continúa.

 También nos espera un verano calentito, agravado por el circo mediático y político, en el que los payasos no se parecen en nada a los seres tan encantadores que nos alegran la vida, sino que son todo lo contrario. Más bien, como el clown de la novela de Stephen King, IT, ya que igualmente violentan y aterrorizan nuestras vidas desde las alcantarillas, en este caso ideológicas.

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