Miradas
Concluido ya el desfile de las Fuerzas Armadas del extinguido 12 de octubre como Día de la Hispanidad, reconvertido en la fecha estelar de los ejércitos, una cuestión ha quedado meridianamente clara para los medios: la trascendental importancia de las miradas.
Dos destacadas: las supuestas de complicidad entre los miembros de la Casa Real a raíz de la presentación en el besamanos real de compañeros de la princesa Leonor, alguno de los cuales, debido a su acusatoria rojez ante la realeza, presagiaría una posible relación con la cadete Borbón (osados tertulianos al amparo del estudio minucioso de las ojeadas dan ya en hablar de un descontado futuro rey de España) y la entornada de contención, acompañada de la ya inevitable tensión mandibular, del presidente en funciones Pedro Sánchez por causa de los abucheos. Conclusión: hay miradas que dan vida y miradas que matan.
La importancia de los gestos
Son tiempos de concreción, de reducción, rayando casi en lo conceptual. Twitter, convertido en una mera X, ya no compite con TikTok, demasiado largo; lo hace con Meta, concreción de Facebook, o con Twitch. Es el imperio de lo inmediato, de la nominación con poco contenido, o ninguno, el neo triunfo del conceptismo. Como bien enunció Emil Cioran, el apóstol del pesimismo nominal, “cualquier palabra es ya una palabra de más”.
Este nuevo ultraconceptismo, ahora no dicta que, como sentenció Baltasar Gracián, “lo bueno, si breve, dos veces bueno”, sino que, eliminando la explicación y refugiándose en lo esencial, “lo bueno y breve, para ser mejor, dos veces breve”. Contra los teóricos surgidos al aliento del segundo Wittgenstein donde todo se fiaba al contexto (no en vano su segundo libro “Investigaciones Filosóficas” tiene 328 páginas), se vuelve a imponer el primero (el “Tractatus Logico-filosófico”, que cuenta con tan sólo 80 páginas), en particular su no explicada séptima proposición: “Acerca de aquello de lo que no podemos hablar, lo mejor es callarse”. ¡Pues que se lo digan a los negociadores de la nueva investidura, aguerridos discípulos de Wittgenstein!
Y así, el gesto, elemento de interpretación como la palabra, por si solo ya genera contexto; y no muy al contrario, que el contexto determine a la palabra. Hasta es interpretable el silencio, haciendo que exista un oxímoron tan contundente como que hay “silencios muy elocuentes”. Este malabarismo conceptual legitima las interpretaciones más inverosímiles y rocambolescas (dos palabras imposibles de explicarlas por sí mismas) que ocultan una verdad contundente: quien se explica, se acusa. Por eso, cada vez más, se dan menos explicaciones, ¿para qué, si con un gesto vale? Un gesto, una foto, un silencio, …
La fuerza de los adverbios
Si revuelo e interpretaciones han provocado las miradas, ni hablar de “qué te vote Txapote”. Parece que algo tan concreto como una invitación al ejercicio democrático, pudiera convertirse, gracias a su interpretación, en un acto, a la vez, revolucionario y contrademocrático. Por lo visto, la expresión está dotada por sí misma de interpretaciones contrapuestas, pero con una largura explicativa propia de un Castelar: para el PSOE y sus compañeros de coalición, supone un ataque antidemocrático a la figura del presidente, ahora en funciones; para la derecha y su acompañante, una demostración de una justificada indignación demócrata. ¡Donde queda la mejor explicación aportada por un ya casi extinto Podemos cuando lo tildó de “jarabe democrático”!
Y Txapote, ¿qué opinará del uso no aceptado de su nombre? Parece ser que el mote deviene del apócope (o metaplasmo, ya puestos) de Chapapote con grafía vasca; en este caso, muy apropiado tanto por el color como por la textura. Coincidencia rotunda entre nombre y contenido.
Para gesto, el del rey Felipe VI acercándose a Miguel Herrero de Miñón, el único padre de la constitución que junto con Miguel Roca todavía vive, seguido de su familia. La debida pleitesía del heredero reinante ante la imagen todavía superviviente, aunque renqueante, de la Constitución. Es lo que tienen los adverbios, en particular los de tiempo, que se caracterizan por la fuerza que les confiere el contenido. Todavía.