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Calimero

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El patio político patrio (las fatídicas tres pes) anda revuelto, llegando su influencia, incluso, a la periferia. Sin necesidad alguna, en Galicia también estamos en pie de alerta continua y cada cabeza visible de partido, embiste con sus comentarios el proceder de sus adversarios. En esta ocasión, le ha tocado a Rueda, curiosamente, poco objeto de epítetos; se los lleva más habitualmente y cada vez con mayor intensidad, su predecesor asentado ya, parece, en Madrid. Ana Pontón lo ha bautizado con una referencia que pone los años de vida a su comentario, en concreto, 46. La de Sarria acusó al pontevedrés de estar “en modo Calimero, quejándose de lo que reclaman otros, pero sin poner sobre la mesa la alternativa que Galicia necesita”. Es preciso aclarar que la afirmación de Pontón no supone una referencia a la cultura helena clásica, no. Y que lo de Calimero no es el masculino de Kalimera, buen día en griego, no.

La llaga perpetua

De origen italiano, aunque no latino, Calimero era un personaje de los dibujos animados aparecido en España en los años setenta, creado a principios de los años sesenta por los caricaturistas hermanos Pagot, Nino y Toni con la ayuda de Ignazio Colnaghi, guionista y voz italiana del personaje.

Calimero es un pollito de color negro con ojos azules, cuya cabeza se encontraba coronada por la mitad muy visible de una cáscara de huevo. Era el decimosexto pollo en la nidada de una gallina de nombre Cesira, que no le suele hacer mucho caso al pobre porque es… negro. Calimero es ingenuo e inocente, incomprendido por los que le rodean, que se comporta de manera generosa y resuelta, con gran sentido de la justicia, intentando siempre servir de ayuda a todo el que viva una situación injusta. Pero el rasgo más propio de Calimero, cuando no logra sus propósitos, es su lamento final que exclamaba al término de cada episodio, quejica y lloroso, convirtiéndose con ello en su sello de identidad: “Oh, no es justo. ¡Esto es una injusticia!”; en la versión italiana era más explícito el pollastre: “nadie me quiere porque soy pequeño y feo”. En fin, salvo en el hecho de quejarse y no de modo lastimero, en la comparación con el actual presidente de la Xunta de Galicia, éste saldría bien parado.

Para el argot cotidiano, también en España, Calimero quedó como la representación de la queja inútil y derivada de la imposibilidad de hacer que las pretensiones propias lleguen a buen término, una especie de “llaga perpetua” como enuncia el libro sagrado, que convierte a su manifestante en un risible ejemplo de incompetencia. Calimero es, en definitiva, un remedo del “patito feo”. Ojo, Pontón, que “xa sabemos cómo remata o conto”.

Tiempos de revisión

Y quizás también de revancha. La revisión de la alabada Transición española está alporizando incluso a quienes la propiciaron. La atribución de informaciones que el emisor, pretendidamente, considera que el receptor conoce, aunque, en muchas ocasiones no resulte cierto, en lingüística tiene un nombre: la implicatura. Esto es, que la lideresa del BNG atribuya las cualidades del pollito Calimero a Rueda, no implica que llegue a todo el electorado, sobre todo porque resultará ajeno a nacidos a partir de los años ochenta, es decir, a quienes tienen menos de 40 años. Calimero no pertenece, todavía al Metaverso.

El término implicatura fue acuñado por el filósofo americano H. P. Grice, quien elaboró un modelo pragmático de la comunicación donde se establece una clara distinción entre los que se dice y lo que se comunica; la derivada práctica de la implicatura es la presuposición.

Y así, la política actual se encuentra aquejada de implicatura, donde se utilizan términos como Transición o Amnistía sin tener en cuenta el contexto, considerándose que dichos términos en sí ya contienen todo su significado. Alguien le tendría que avisar a Guerra, Alfonso, de este tipo de cuestiones, no vaya a ser que la Asociación Nacional de Empresas del Sector de la Peluquería y Estética se vaya a sentir agraviada y lo lleve a los tribunales; un claro ejemplo más de la implicatura, dado que, para hacer esta afirmación, presupongo el conocimiento de su irónico comentario sobre el cardado de la galaica ambición rubia.

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