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La siderúrgica gallega de Celsa logra beneficios históricos en plena guerra con los fondos

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Celsa Atlantic, la división del grupo de la familia Rubiralta que controla las plantas de A Laracha (A Coruña) y Vitoria, consiguió unos resultados históricos en medio de la batalla que libran la cúpula y los fondos acreedores por el control de la siderúrgica, que arrastra una deuda que ronda los 3.000 millones. En el último ejercicio, la filial obtuvo 116 millones de beneficio, una cifra que no se alcanzó ni por asomo en al menos una década. De hecho, desde la crisis financiera, en la antigua planta de Manuel Añón fueron más frecuentes los números rojos que los beneficios desde la crisis financiera.

Tan excepcional resultado no se debe tanto a un fabuloso desempeño del negocio, sino a un ajuste de las valoraciones. Celsa Atlantic revirtió los deterioros que había dotado debido al impacto del Covid por valor de 68,2 millones en el inmovilizado material y en activos intangibles. Al deshacer la corrección valorativa, la cuenta de resultados se elevó en ese mismo importe y disparó el resultado de explotación, que se elevó hasta los 78,5 millones, casi tres veces más que los 20 millones de 2021.

Este mismo efecto también engordó el resultado financiero. En este caso debido a la reversión de los deterioros dotados en la participación del grupo Celsa France, la acería de Bayona, por valor de 63,3 millones. Con esta inyección, Celsa Atlantic obtuvo un resultado financiero positivo de casi 46 millones, frente a las pérdidas de 15,5 millones del año anterior. En estos dos movimientos está la clave de tan abultados beneficios.

Deja atrás la quiebra técnica

En el resto de aspectos, el negocio siderúrgico de las fábricas gallega y vasca tuvo un comportamiento similar al del año anterior, cuando la compañía consiguió volver a beneficios después de años en números rojos. La actividad se estructura en la división de largos que representa la planta de A Laracha, con un tren de laminación de redondo corrugado en barra y otro de redondo corrugado en rollo y alambrón; y la división de planos de la antigua Laminaciones Arregui, uno de los mayores fabricantes españoles de tubo de acero soldado conformado en frio y en caliente.

La cifra de negocio se situó en los 364,7 millones, lo que supuso un incremento del 3% respecto al ejercicio anterior. La evolución al alza de los precios del acero durante el ejercicio facilitó el avance de los ingresos. Sin embargo, la mayor facturación también llevó aparejado un incremento de los gastos de explotación. Aunque los sueldos del personal y los aprovisionamientos se mantuvieron más o menos estables, los servicios exteriores y la energía implicaron 20 millones más de gasto que en 2021, neutralizando el aumento de la cifra de negocio.

La reversión de deterioros por algo más de 120 millones elevó el resultado final a esos 116,1 millones en ganancias, que permiten a Celsa Atlantic dejar atrás la situación de quiebra técnica en la que se encontraba durante los últimos ejercicios. El patrimonio neto de la empresa alcanzó los 89,3 millones frente al agujero de 26,8 millones con el que cerró 2021. Los activos también se incrementan desde los 412 millones hasta los 522,4 millones.

Batalla en un juzgado de Barcelona

Celsa Atlantic arregló sus números mientras la familia Rubiralta se las veía con el grupo de acreedores liderado por Deutsche Bank y fondos como SPV Global, Sculptor Investment o Anchorage Capital para mantener el control del grupo. Estos últimos tratan de sacar adelante un plan de reestructuración de deuda en el Juzgado de lo Mercantil número 2 de Barcelona que implicaría la capitalización de pasivo y la toma de control de las acciones de la compañía, que obtuvo una ayuda de 550 millones del fondo de rescate de la SEPI. Los Rubiralta, claro está, se oponen al plan.

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