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La estadística, ¿muy pasada, al punto o poco hecha?

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El chascarrillo estadístico conocido como el “teorema del medio pollo” consiste, básicamente, en que si hay dos personas y una sola come un pollo, estadísticamente hacemos la media y nos sale que se han comido medio pollo cada una. Es un ejemplo que se utiliza para explicar cómo la media aritmética puede ser engañosa si no se informa bien. También es algo muy recurrente en el mundo de la demoscopia o de las encuestas, en el que me he movido y donde he tenido que oír en más de una ocasión interpretaciones de ese estilo, sobre todo cuando los datos no eran del agrado de alguien.

Lo que no me suponía es que, ahora, iba a ser yo el que se pusiese “del otro lado” para criticar, más bien puntualizar, algunas informaciones y mensajes que se están transmitiendo, utilizando o sirviéndose de la estadística para ello. Me refiero al cambio climático y, concretamente, a una serie de reportajes, debates y demás opiniones que buscan en los datos afirmar impresiones, conceptos o ideologías, para lo cual y por desgracia la estadística también es recurrente.

De un tiempo a esta parte, Nicolás Rodríguez, que dirige una empresa de metadatos, suele colaborar en los programas de Iker Jiménez. Y así como los análisis ofrecidos sobre accidentes de tráfico han servido para que la Dirección General de Tráfico o DGT mejore su trabajo y eficacia, también y por desgracia debo reconocer que en otros temas hay varias omisiones y enfoques que no me parecen casuales. Empezando por el polémico programa en que sacaron las temperaturas medias habidas en España, reflejando en el gráfico al efecto que apenas habían variado. Y terminando por las lluvias o la sequía persistente que ha afectado a nuestro país en estas fechas, dando otra información sobre las medias de pluviosidad, para afirmar que tampoco habían variado sustancialmente.

«Es como si para alguien con metástasis, le dijesen que está bien porque no tiene nada en las orejas»

En este último caso, además de los datos oficiales con los que se pretende dar mayor verosimilitud a la información ofrecida, también fue invitado Javier del Valle, profesor de ingeniería del medio ambiente. Y aunque no soy un experto ni en estadística ni en calentamiento planetario ni en sequías, sí que puedo hacer algunas observaciones que me parecen incluso peligrosas. La principal es la posible deriva que se está dando en estos espacios para disipar, desacreditar o negar el cambio climático, empleando para ello datos locales y, por tanto, parciales o no generales. Es decir, parece que se pretende revertir las evidencias, informes y demás pruebas científicas globales empleando para ello el caso de aquí al lado. Es como si para alguien con metástasis, le dijesen que está bien porque no tiene nada en las orejas. O al menos así lo transmiten porque, si no, deberían decir o aclarar que esos datos se refieren a nuestro caso concreto, pero no al conjunto del planeta. Parece baladí, pero puede ser un juego muy sibilino: ganar la mayor con la pequeña, en términos de mus.

Esto lo han hecho tanto con el calentamiento GLOBAL, en mayúsculas para a ver si nos enteramos, como con las anomalías globales relacionadas con el agua (y no solo las pluviales). Si, como pretenden decir en el programa o programas, sustancialmente no han variado ni las temperaturas ni el agua procedente de lluvias en nuestro país, sin recalcar lo del ámbito sino más bien aplicando esto para el resto o conjunto del planeta, ¿cómo entonces debemos tomarnos que Groenlandia se esté descongelando irreversiblemente, así como muchos glaciares (en los Pirineos apenas ya hay) o partes de la Antártida tan extensas como dos veces Gran Bretaña? Estos hechos no son cíclicos o un comportamiento normal del clima, como ha pretendido afirmar del Valle, a no ser que nos remontemos o refiramos a periodos de hace miles de años (5.500 en el caso de la Antártida), cientos de miles (en el caso de Groenlandia) o de millones de años (si es que estamos en la ya llamada sexta extinción).

Pero aun así, tampoco tienen razón alguna para descartar o aminorar el peligro que suponen estos fenómenos, todos ellos de unas dimensiones y consecuencias apocalípticas. En primer lugar, porque entonces deberíamos tener en cuenta que, básica y precisamente, debido a estos cambios o ciclos climáticos se han producido las extinciones masivas en nuestro planeta. Pero, además, el cambio climático del que se trata o debería tratarse es el relativo al Holoceno, es decir, a los últimos diez mil años, en los que NUNCA hubo una estabilidad climática como la experimentada, ya que las temperaturas MEDIAS DEL PLANETA han oscilado entre un grado abajo o arriba.

Ya solo sobre este dato se encienden todas las alarmas, ya que se está superando claramente este comportamiento y las medias planetarias empiezan a estar por encima o por debajo de esa zona de confort o seguridad climática que hemos vivido y que, precisamente según los expertos, nos ha permitido desarrollarnos tal y como somos hasta la actualidad. Solo hace falta tener en cuenta que los cultivos que nos han alimentado y alimentan se pudieron dar gracias a las estaciones climáticas y su predicción en base a esas repeticiones durante estos diez mil años. Pero si eso se altera o cambia, entonces nuestra vida en este planeta se va a ver seriamente en peligro y comprometida. Esto es el cambio climático y no la media de temperaturas o de pluviosidad en España.

Además, y por eso también escribo este artículo, es que no solo con los datos y algún experto se afirman e informa de medias o cuartas verdades, sino que también a nivel global hay otros invitados, como el naturalista Álex Lachhein que, intentando desacreditar e incluso ridiculizar a los colectivos que se están tomando más en serio esta cuestión (curiosamente los jóvenes a quienes les tocará más estos efectos), ha llegado a decir que “no hay ni un solo informe científico que demuestre el cambio climático”. Semejante descrédito no puede ser más que producto de la inquina y/o la contaminación ideológica, ya que nada más ni nada menos que la ONU, nada sospechosa de radical ni escandalosa sino más bien lo contrario, no ha dejado lugar a dudas sobre este fenómeno, en base precisamente a informes globales del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), que ya lleva emitidos seis (todos en el mismo sentido y cada vez más catastróficos), el último en base a casi 20.000 estudios y artículos científicos, realizados por miles de expertos y con el visto bueno de la mayoría de países.

«Cuando los datos no se interpretan correctamente, la información puede ser engañosa»

Por tanto, negarlo o sacar unas gráficas relativas a temperaturas y lluvias medias en España para desmentir o atacar esta situación de alarma climatológica, por no hablar de los megaincendios (con las consiguientes deforestaciones y erosiones), las extinciones de especies, los ciclos vitales del nitrógeno y el fósforo y un largo etcétera, me parece que es un flaco favor a la ciudadanía, a la que tanto pretende informar Iker.

La cuestión es que, además de esta descontextualización o información parcial, también puede que esté sesgada, ya que ¿por qué si no los datos, medias y gráficos no van acompañados de pruebas estadísticas como la desviación típica o la varianza? Aunque sean conceptos técnicos, todo el mundo entendería si los datos ofrecidos son muy, bastante, poco o nada homogéneos. Esto es muy importante y no lo dicen, ya que no es lo mismo unas medias con muchas variaciones que otras con pocas dispersiones. De hecho, más bien indirectamente, en el espacio sobre la sequía se mencionó que el 75% de las precipitaciones correspondían a la cornisa cantábrica y el 25% al resto de España. Esto ya desvirtúa el mensaje y opiniones vertidas al respecto, ya que hay una diferencia pluviométrica entre estas dos partes de nuestro país del 50%, casi nada.

La estadística es una herramienta muy útil para analizar datos y tomar decisiones, pero es importante tener en cuenta que, si no se interpretan correctamente, la información ofrecida puede ser engañosa. Si no, y como otros muchos ejemplos, además del medio pollo no comido, también podría decirse que soy rico porque vivo en el municipio con más renta per cápita o mayor riqueza por habitante de Galicia, con una media de 16.403,37 euros por persona, si no fuese que Amancio y Sandra Ortega viven en el mismo y distorsionan claramente esas estadísticas.

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