El tour de Perico Delgado y la empresa sobre ruedas
El próximo julio se cumplirán treinta y tres años del despiste más famoso de la historia del ciclismo. El por aquel entonces campeón del ciclismo, Perico Delgado, se extravió y llegó tarde a la salida del prólogo de Luxemburgo, y perdió el tour. Llegar tarde no es un mal grave si uno aprende a reponerse, por lo que me centraré en otro aspecto desde el humor periodístico surgido de tal asunto. Ya que estamos creando redes de carril-bici, concienciándonos de la necesidad de un mundo más sostenible, me ha parecido interesante analizar las empresas que “echamos a rodar”, y ver si el humor nos ayuda a comprender ciertas tareas todavía confusas:
Después de aquel histórico despiste, un periódico (no recuerdo cuál, perdonen que no le dedique más tiempo al asunto) publicó una viñeta dividida en tres imágenes, en las tres se representaba a Perico Delgado pensativo, sobre su bicicleta, y lo único que cambiaba en las tres escenas era el texto del globo de la cabecera, cada escena tenía una única pregunta: “¿Quién soy?”, “¿a dónde voy?, “y lo más importante, cuando sepa quién soy y a dónde voy, ¿cómo hago para no perderme?!!!”. Esta última es la que a mí me resultó más atractiva. De eso va mi reflexión: nos ocupamos de saber quiénes somos, es decir, de la misión empresarial; nos ocupamos de saber a dónde queremos ir, elaboramos una estrategia para tener éxito, pero nos olvidamos del GPS para mantenernos en el liderazgo y mantenernos en la tensión-evaluación constante del medio y largo plazo. Y es que, a velocidades supersónicas dicen que el espejo retrovisor ya no funciona (y los que se justifican en ello curiosamente tampoco usan los catalejos ni los radares), uno está tan concentrado en avanzar lo más rápido posible (en realidad, lo más atropelladamente posible) que convertimos nuestro viaje en incertidumbre, cuando debería ser tan sólo riesgo. Perico Delgado se hizo célebre por asumir el riesgo por el camino y en el tiempo acertados, y se convirtió en anécdota cuando por unos minutos lidió con la incertidumbre, pero no ha sido la anécdota lo que lo ha convertido en vencedor consagrado. Por lo tanto, debemos coger el GPS para minimizar el riesgo (sí, conlleva esfuerzo) y abandonar la incertidumbre.
Un directivo debe inculcar a sus profesionales la motivación suficiente para trabajar con el “riesgo”
Y es que, en mi opinión, asumir la incertidumbre dentro de lo que debería ser cotidiano, está supra-valorado, o tal vez infra-analizado. Observo constantemente en las redes sociales, en foros de debate, la existencia de cursos de liderazgo para directivos o profesionales en general, en los que se les invita a estar preparados para la “incertidumbre”. Puedo entender que se trata de conseguir personal creativo y con capacidad adaptativa; pero expresarlo en esos términos es, desde mi punto de vista, lo menos acertado que se le puede recomendar a un profesional, pues se le está invitando a que no valore la construcción de un proyecto con responsabilidad antecedente y consecuente, y se le refuerza el mensaje de que se le valorará cuando salga adelante por el camino de la sorpresa.
Por el contrario, creo que un directivo debe inculcar a sus profesionales la motivación suficiente para trabajar con el “riesgo”; es decir, cuando se realizan análisis DAFO, planes de marketing, estrategias corporativas y de mercado, se está llevando a cabo un estudio profundo de la empresa en las líneas de acción que interesan para manejarla de forma acertada y seria. Dentro de la planificación se debe asumir un margen de riesgo: el riesgo es manejable, lo conozco, debo conocerlo; donde no sea manejable, buscaré estrategias nuevas. El riesgo es el miedo a algo determinado, debo -por lo tanto- determinarlo, o al menos determinado en un alto porcentaje.
Sin embargo, la “incertidumbre” es el miedo a lo desconocido (en el terreno de la psicología, el miedo a lo desconocido se conoce con el nombre de angustia). Si como profesional se trabaja a diario con la incertidumbre en el marco empresarial, significa que no se hicieron bien los deberes (y ocurre muchas veces que observamos trabajadores con ansiedad o angustiados porque la incertidumbre se ha vuelto cotidiana, ¡qué paradójico!, ¡la incertidumbre cotidiana! por ausencia de plantificación), significa que no hay prevención o anticipación. Puede existir incertidumbre ante un desastre natural, ante una pandemia, ante una guerra (y a veces tampoco las guerras o las crisis son una incertidumbre si no, más bien, predecibles), y en esos casos mejor nos irá si conocemos bien los “riesgos” de la empresa para poder solventar desde la misma o desde sus stakeholders las “incertidumbres” de lo extraordinario.
Por lo tanto, los empresarios tienen que objetivar los “riesgos” y deben evitar trabajar con la “incertidumbre”. Es más, creo que, en líneas generales, si trabajan con la incertidumbre es motivo para pensar que no han cumplido correctamente los deberes de implementación de sus stakeholders, pues una empresa con buenas redes laborales desde el punto de vista económico y social, que crece desde el esfuerzo, la motivación y la transparencia, tiene menos dificultades a la hora de favorecerse de una ayuda de algún grupo de interés en el caso de un desastre extraordinario, o de una situación extraordinaria. En eso consisten las joint ventures y las alianzas. Por otro lado, E. Freeman (1984) nos recuerda que para ser un estratega proactivo se debe tratar con aquellos grupos a los que la empresa puede afectar. No se puede ser proactivo desde la incertidumbre de quién o qué aparecerá, desestimando los análisis y los esfuerzos que nos llevan a prevenir el riesgo o a incrementar la seguridad. Se puede ser muy efectivo en la incertidumbre y no conseguir afianzar a largo plazo la prosperidad de la empresa siempre afectada por sus grupos de interés, para la prosperidad se necesita ser proactivo, es decir, precavido, tenaz, y por supuesto, constante.
Debemos analizar de forma permanente la trayectoria estratégica de la empresa para minimizar los riesgos y acrecentar la capacidad de éxito. Ahora bien, desde el punto de vista del relativismo normativo, y en el mundo del todo vale, las ideas de esfuerzo y riesgo nos parecen tan abrumadoras que ya a todo le llamamos incertidumbre.