Antonio “El Empecinado”
La Historia, con mayúscula, de España está cuajada de personajes que hacen cambiar la historia cotidiana, en minúscula, sin estridencias, con su actuar diario, con la humildad requerida por el día a día, pero con el eco que propicia el logro de los mejores resultados. Nacen en los lugares más inverosímiles para, después, descollar en los momentos duros, donde el carácter abunde y la acción exija. Hizo falta una invasión vírica para hacer valer que un grupo de empecinados supiera hacer frente a la desgracia y que, incluso, legítimamente, pudieran sacar partido de ella creando un formato innovador que eliminase a los invasores.
Sacar oro de la pecina
Juan Martín Díez, parte obligada de esa Historia que, en España, por mera pacatería, se deja de lado, fue un militar nacido en Castrillo de Duero, que vaya usted a saber por dónde cae, y que acabó convirtiéndose, por avatares del destino, en héroe de la Guerra de la Independencia y mártir constituyente. A pesar de su sobrenombre, propio de los plebeyos de su pueblo, donde la pecina, lodo negro de aguas estancadas, mancillaba el río Botijas, no solo consiguió ennoblecerlo sino también torcer su significado para acabar traduciéndolo en sinónimo de constancia y empeño.
Pasa por ser uno de los inventores de la guerra de guerrillas, esa lucha sin cuartel tan española que, con pequeñas intervenciones, lacera insistentemente a desmesurados enemigos hasta hacerles doblegar la rodilla y dar con la espada en tierra. Llego a dirigir una partida de 6.000 hombres y, a pesar de su origen villano, de noble villa, eso sí, obtuvo los grados de mariscal de campo y Capital General, ganándose el derecho a firmar oficialmente como “El Empecinado” por su tesón y testarudez en librar a su patria del indeseado ocupante.
El futuro es, siempre, hoy
Pues ni tan mal, como se dice ahora, Plexus cuenta ya con una milicia compuesta por más de 2.600 profesionales al mando de su mariscal, no de campo, de villa, Antonio Agrasar Cascallar. Hombre cabal, cauto donde los haya, lleva más de 20 años haciendo crecer una empresa tecnológica en el lugar más recóndito y posiblemente menos tecnológico posible, con el empeño de poner a Galicia en el mapa internacional de la innovación digital. Y lo consigue, habiendo nacido en la guerrilla con un pequeño equipo de fieles que decidieron hacer la contienda por su cuenta y sacar la cabeza cuando aquí todavía se apostaba, casi únicamente, por la gastronomía y el mal tiempo.
Poco será siempre el reconocimiento para quien, con generosidad y trabajo callado, sigue guerrilleando por las serranías del campo cibernético con dignidad y esfuerzo
Sector complejo el suyo, guerrillero por naturaleza y obligado a contar con combatientes sabedores de la tenencia de virtudes útiles en el uso del trabuco y la navaja digitales, no resulta sencillo lidiar con los propios, falto siempre su cuadrilla de irregulares, de más y más expertos en el tiro acertado y la finta con la plegable. Su visión de futuro práctico, a pesar de provenir del conocimiento que propicia la física teórica, hizo que su tecnológica fuese la primera en desplegar una aplicación de trazabilidad para los positivos del COVID gracias a Traqus. Como la bondad tiene muchas manifestaciones, desde el campamento del Polígono del Tambre se vela por los de fuera, pero mucho más por los de dentro. Somos guerrilleros, si, en el mundo de la información y el conocimiento, pero también conformamos una partida cuyo lema, tatuado a fuego, reza “no lo sé, todavía”. Deixa a ver…
Consejos de abuela
A los Empecinados, el vallisoletano y el padronés, brío no les falta, aunque no sobresalgan por su interés en los halagos ni en la vida fácil y con excesivas comodidades. Lo evidente, por superfluo, resulta vulgar, incluso insultante. Normalidad es la tónica, pero con la vista puesta en el horizonte.
Cuentan que Juan Martín tuvo un final muy español, denigrado y condenado a la horca por haber jurado la Constitución, rechazando un título nobiliario con una dote de un millón de reales ofrecidos por, en su momento, “el rey Deseado” Fernando VII, liberándose de sus ejecutores y enfrentándose a ellos navaja en mano. Bravura hasta el último suspiro. Somos poco dados a valorar lo nuestro, olvidando con facilidad la labor de aquellos que lucharon por nosotros.
A pesar de su natural, modesto, muchos son ya los galardones otorgados a su obra, Plexus, y a él mismo. En estos tiempos de turbulencia, donde las autoridades gobernantes, como antes Fernando VII ya convertido en “el rey Felón”, hacen reproches a quienes trabajan para pagar sus sueldos, poco será siempre el reconocimiento para quien, con generosidad y trabajo callado, sigue guerrilleando por las serranías del campo cibernético con dignidad y esfuerzo. Y desde el reino de Compostela, capital Padrón.