Feijóo cambia el paso y se implica en las elecciones de mayo como antesala a las generales

El PP ya templa las expectativas porque saben que mayo y que se convierta en un trampolín para Feijóo será cuestión de "foto finish"

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, da su discurso de arranque de la campaña electoral ante la Junta Directiva Nacional (JDN). Foto: Mudarra (PP)

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Desde hace semanas el objetivo que se marcaban en la planta noble de Génova, 13 a la hora de encarar las elecciones municipales y autonómicas del 28-M era sencillo: tratar de impulsar más aún la marca y, sobre todo, gestionar las posibles expectativas. El cambio de liderazgo y, sobre todo, de tendencia en el último curso había propiciado una euforia entre sus propias filas, además de entre los electores, que hacía presagiar como una cuestión de tiempo el que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, fuera derrotado en las urnas.

Había un primer envite: las elecciones de mayo. Los equipos de estrategia tanto del PP como del PSOE eran conscientes de que, para lo bueno y para lo malo, se trataba de un trampolín. Así ha sucedido tradicionalmente en la política patria, porque la imagen de vencedores y vencidos es complicada de diluir en tan sólo unos meses, máxime si se conseguían conquistar algunas plazas importantes para el rival. Pero, a estas alturas, las esperanzas apuntaban más alto.

Así lo admiten distintas voces del partido cuando no hay cámaras. Aún hay partido, claro, de hecho todo está por delante -empezando por la propia campaña-, pero «hay que templar los ánimos. No podemos darlo por ganado porque entonces no ganaremos nada», razona un barón en conversación con este periódico. Y el ejemplo, una vez más, es Andalucía: «Si Juanma Moreno hubiera dado la campaña por vencida no hubiera cosechado el resultado que obtuvo», razonan.

Unas elecciones muy ajustadas

Una frase del discurso en abierto que Feijóo pronunció este lunes ante los suyos –“El 28 de mayo el partido de Sánchez aguantará mejor que en las generales”, por “la lógica electoral”, adujo- es el epítome del sentir de la dirección nacional del partido a tan sólo siete semanas de la contienda. Porque Sánchez ha resistido mejor las polémicas que le han pasado por encima en los últimos tiempos, del Tito Berni al sólo sí es sí, de lo que todos esperaban. Está todo muy ajustado, cuestión de «foto finish», razonan en la dirección.

La implicación de Feijóo, cristalizada en las últimas horas, da la medida de la contienda. El líder sabe que mayo también será un examen a su liderazgo, por mucho que haya querido dar «libertad» -o «responsabilidad», según lo ven algunos en privado- a sus candidatos. Y por eso bajará al barro y se remangará en la campaña. Porque de estas elecciones sale todo el proyecto reforzado o será muy complicado el llegar a la Moncloa.

Los límites para ello están definidos: el PP es un partido «de centro, y desde el centro veremos», en palabras de Juanma Moreno a la entrada de la Junta Directiva Nacional de este lunes, y las apelaciones al votante más ideologizado se harán desde ese lugar. Porque caben, claro que caben en el proyecto de Feijóo, razonan en Génova, pero difieren en el modo de Vox de hacer las cosas.

A por Vox desde la moderación de las formas

Lo ejemplificó la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en un desayuno informativo. Se dirigió directamente al votante de la formación de Santiago Abascal que encontró refugio allí tras abandonar el PP para decirles, directamente, que las formas importan y que en la papeleta popular se da la batalla de las ideas.

«El Gobierno de Madrid ha demostrado dos cosas, primero que nuestro proyecto ha dado todas las batallas  y ha tomado la iniciativa política en todo lo importante, lo hemos hecho acertando en el cuándo, dónde y cómo. Porque, si no, se acaba perdiendo la razón y los enemigos de España, de la familia y de la libertad se acaban haciendo más fuertes», alegó.

«Muchos votantes saben, como yo, que o Sánchez o España», insistió Ayuso, que recalcó cuál es el poder del PP: la eficacia, la gestión, ser «una casa común alegre y digna donde las cosas funcionan». Y ahí, en proyectar ese concepto, han de remar todos, desde los candidatos al propio presidente.

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