¿Todo va bien o va mal?
El PSOE ha obtenido un éxito importante al conseguir que parte de la sociedad se cuestione si la situación económica es tan mala que auguraba la oposición. Un estudio de Sigma Dos afirma que hasta un 15,8% de los españoles creen que la economía mejorará en 2023 y un 38,1 % que seguirá igual. En definitiva, el 53,9% no espera grandes catástrofes en su bolsillo los próximos doce meses. En política el relato es clave y si Sánchez consigue imponer el tuyo, puede ser decisivo para ganar las dos convocatorias electorales que hay previstas este año.
Las estadísticas son contradictorias. El PIB no sube lo previsto, pero crecemos, o mejor dicho rebotamos, casi más que nadie en la OCDE. El paro en diciembre arroja el peor dato desde 2012, pero se ganan 0,4 millones de cotizantes en un año. La recaudación fiscal se dispara, pero desaparecen de un plumazo 20.000 comercios. La inflación está desbocada, pero España tiene uno de los índices más bajos de la Unión Europea.
Uno no sabe a qué atenerse, pero la realidad es que en la calle no hay una sensación de crisis como se ha vivido en otros momentos. A este ambiente no es ajeno los incrementos de pensiones y de salarios a funcionarios públicos cercanos a los dos dígitos.
Los jubilados y los funcionarios suman 13 millones de personas que afrontan el futuro con optimismo económico. Los trabajadores del sector privado y los autónomos son 20 millones con un futuro más incierto. A estos hay que añadir 2,7 millones de parados que más allá del subsidio de paro saben que si el periodo de percepción de dicho subsidio termina podrán recibir otro tipo de ayudas. No son dos partes confrontadas de la sociedad, la fracción social receptora de dinero público ha crecido tanto que se entremezcla en casi todos los hogares con la que sostiene el sistema.
Voto económico
Es sabido que el principal factor de decisión del voto es el económico, incluso en un momento políticamente tan grave como el de la declaración de independencia unilateral de Cataluña en 2017, es la salida de capitales y empresas es lo que acabo decantando la situación. Si las empresas hubieran apoyado la declaración permaneciendo en Cataluña y la gente no se hubiera ido a hacer cola a las oficinas de Caixabank en Fraga (Huesca) para poner sus ahorros a buen recaudo, Puigdemont y Junqueras hubieran conseguido su propósito y hoy Cataluña sería una república bolivariana.
Pedro Sánchez, con la excepción ibérica en materia energética, el maquillaje de los datos de paro con el truco de los fijos discontinuos y un gasto público sin stop, ha conseguido cuestionar el discurso económico de Feijóo, lo que obligará al gallego a hablar de política, justo lo que él no quería para huir de la confrontación. En Génova, cuartel general de los populares, esperaban la victoria casi por decantación natural. Ahora ya saben que no va a ser como preveían y que tendrán que bajar al barro.
El PP no está cómodo con el debate de fondo político porque cree que Sánchez en el debate social e ideológico sale ganador… y tienen razón fundamentalmente porque para ganar una batalla hay que librarla y el PP en casi todos los temas de calado ideológico se pone de perfil para molestar a cuantos menos potenciales votantes de un presunto centro mejor.
Confundir la moderación con la desinhibición tiene un doble coste, el de renunciar a la batalla de ideas y el de tener que combatir, electoralmente hablando, en un terreno no propicio. Incluso para ganarse a la mayoría social, sin un voto preconcebido, abierta a votar en un sentido u otro o abstenerse, que afirma rechazar la crispación y la confrontación, es preciso debatir y plantear alternativas. En caso contrario, tienes el riesgo de que nadie sepa en qué puede mejorar su vida y sus expectativas de futuro si elige un cambio de rumbo.
Confrontar es mucho más que patalear en el congreso, es más, patalear mucho en la Carrera de San Jerónimo no es garantía de nada, es preferible menos espectáculo y más política. Sin alternativa clara no habrá victoria frente a Sánchez porque uno está dispuesto a todo para retener el poder y el otro aún no sabemos a dónde está dispuesto a llegar.