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Una visita guiada a la Galería de Arte Puigdemont

La reciente inauguración, en la Casa de Cultura de Girona, dependiente de la Diputación de Girona, de la exposición –del 30 de septiembre al 4 de noviembre- titulada Per la República. Accions culturals per a la Casa de la República,ha servido para descubrir o redescubrir el interés y la pasión -faceta poco conocida- de Carles Puigdemont por el mundo del arte. Cuatro son los espacios de la Galería de Arte Puigdemont que a continuación –en orden cronológico de aparición- les invito a visitar. Una galería que retrata al propio Carles Puigdemont y al movimiento nacionalista que ha encabezado, encabeza o quiere volver a encabezar.

El Espacio vacío

Aunque les parezca extraño, hay algo de Mao Tse Tung en ese carlista de libro que es Carles Puigdemont. El político catalán, a la manera del político chino, cree que se debe aproximar el arte al pueblo. Hay que popularizar el arte y hay que tomar posesión del bello legado artístico.

Si Mao Tse Tung –el arte para el pueblo- teoriza en las Intervenciones en el foro de Yenan sobre arte y literatura (1942), Carles Puigdemont –el arte para el ciudadano catalán- va al grano sin entrar en disquisiciones intelectuales y, en su período de Aacalde de Girona (2011-2016), invirtió 3,6 millones de euros en la compra (2015) de la colección –también, archivo, biblioteca y escritos: 1.197 obras y 80.000 documentos- del crítico Rafael Santos Torroella.

Resumiendo, entre otros: Picasso, Miró, Dalí, Picabia, Barradas, Lorca, Chillida, Gaya o Tàpies. Una adquisición rodeada de polémica -¿de dónde surgió el dinero?- que, finalmente, la Justicia archivó

Lo que sorprende de la adquisición es que dichas obras, lejos de exhibirse para que la ciudadanía catalana las contemple, sigan guardadas en un almacén. Solo se han podido ver en el Museu d´Història de Girona en una exposición temporal –del 29 de octubre de 2022 a 11 de septiembre de 2023-, titulada L´aposta per l´art nou, que exhibe parte de la colección y el archivo-biblioteca de Rafael Santos Torroella.

En el momento en que escribo estas líneas, el primer Espacio de la Galería de Arte Puigdemont es un Espacio vacío, porque la exposición temporal de 2022, como Carles Puigdemont, permanece oculta. En este caso, en un almacén.

Oculta como el Carles Puigdemont dentro, dicen, del maletero de un coche que le condujo lejos de su ambiente natural, a Waterloo. Destinos paralelos. Al parecer, la Alcaldía de Girona exhibirá la totalidad de la obra adquirida cuando Carles Puigdemont regrese triunfalmente a la ciudad. Muy probablemente, ambos acaben en el Museu d´Història de Girona. O en el almacén.

Una de las obras exhibidas en Girona. Foto Diputació de Girona

El Espacio de las obsesiones 

Siguiendo la centenaria tradición del nacionalismo catalán, Carles Puigdemont, President de la Generalitat de Cataluña, optó –después de perder en los juzgados- por la desobediencia judicial y se negó a devolver (2017) al Monasterio de Villanueva de Sijena las 44 obras de arte que estaban retenidas ilegalmente -las obras fueron adquiridas ilícitamente entre 1983 y 1994- en el Museu de Lleida. La respuesta de Carles Puigdemont al cumplirse finalmente la Ley: las obras las trasladaron “con nocturnidad y usando una policía militarizada, como siempre, aprovechando un golpe de Estado [?!] para expoliar Catalunya con absoluta impunidad”.

El nacionalismo catalán se ha distinguido siempre por su vocación e inquietud solidaria. Pero solo hacia sí mismo

Todo ello –las obras de arte son nuestras diga lo que diga la Justicia española y solo nosotros podemos custodiarlas con garantías- compone un retrato tenebroso de las obsesiones del nacionalismo catalán: el irredentismo pancatalanista, el supremacismo insolidario, cultural e identitario y el victimismo enfermizo. Esa burbuja en que se ha encapsulado un nacionalismo reaccionario, fenicio, caciquil y desleal amigo de levantar fronteras internas y externas.

El Espacio itinerante y efímero

Como es sabido, el nacionalismo catalán se ha distinguido siempre por su vocación e inquietud solidaria. Pero hacia sí mismo. Así es como funciona la Galería de Arte Puigdemont. 

Este Espacio se constituyó en el mes de octubre de 2019 cuando la denominada Casa de la República –ubicada en el caserón de Waterloo donde habita el fugado Carles Puigdemont- implementó el proyecto Art per la República con el objeto de “ayudar al gobierno del exilio [?!] y las causas penales contra Puigdemont y sus consejeros”.

El proyecto: las personas que aporten un mínimo de 10 euros tendrán derecho a participar en el sorteo de una obra de arte donada desinteresadamente por artistas. Y así sucesivamente: por cada aportación de 10 euros, un número para el sorteo. Suerte. Vale decir que este Espacio ha sido itinerante y efímero si tenemos en cuenta que se inauguró en el Col·legi d´Arquitectes de Vic en 2019 y, posteriormente, se exhibió en diversas ciudades; hasta que, tras el reparto de las obras sorteadas, desapareció.

Todo ello compone un retrato picaresco: la esencia populista de un movimiento que se vale de la compra/venta -10 euros a cambio de una reliquia- para sobrevivir y captar fieles. Por supuesto, el artista donante obtiene el Certificado Oficial de Patriota Catalán. Nada que ver con quienes –el antifranquismo como ejemplo- subastan obras de arte para defender jurídicamente a las víctimas de una dictadura. El nacionalismo catalán todo lo corrompe, incluso la función benefactora del arte. Si antes las subastas de obras de arte aliviaban la presión de los golpistas, ahora ocurre al revés.  

El Espacio mausoleo

El pasado 30 de septiembre, en la Casa de Cultura de Girona, se inauguró la “exposición de algunas obras cedidas de forma voluntaria a la Casa de la República y al President Puigdemont en el exilio [?]”. Resumiendo: cuadros, esculturas, dibujos, documentos, objetos y otras donaciones o reliquias que –recojo textos de la prensa del Régimen o afín al Régimen: todos a una- remiten a la “lucha por la libertad” y la “reflexión sobre el camino que se ha de recorrer” que “trasciende la mera conmemoración del pasado”. Más: el “movimiento de solidaridad espontáneo” y las “alegorías y expresiones dedicadas a Carles Puigdemont y a la libertad de un pueblo o territorio a través de sus paisajes rurales o urbanos”.

Si quieren que les diga la verdad, cuando entré en la planta baja de la Casa de Cultura de Girona –esos antebrazos con manos abiertas como expresión del dolor y la súplica y esa senyera con el rojo de la sangre- tuve la impresión de penetrar en el mausoleo de Lenin de la Plaza Roja de Moscú. No hice ninguna fotografía.

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