El PNV tiene vocación de “Kleenex”
Fue el propio líder nacionalista Andoni Ortúzar quien, antes del 23-J y con cierta amargura, reconoció ante la prensa haberse sentido como un pañuelo de papel de usar y tirar en las manos de Pedro Sánchez. Es posible que el burukide se sincerara y mostrara su malestar por el trato recibido desde la Moncloa movido por lo que decían los equivocados sondeos que daban casi por seguro un nuevo gobierno de Núñez Feijóo.
Pero lo cierto es que, desde la lógica defensa de sus intereses, el PNV tenía razones para sentirse utilizado. Apoyar a Pedro Sánchez en una moción de censura contra Rajoy tras llamada telefónica les colocaba en una lista que, por muy poco, todavía encabezan quienes acabaron con Viriato.
Existía una máxima en la política española que ya ha pasado a la historia: que las elecciones generales se celebran para ver qué partido gobierna con el PNV. Pero incluso eso ha saltado por los aires con Pedro Sánchez. La incorporación a los acuerdos de gobierno de EH Bildu, ERC y ahora de Junts relegan a los de Sabino Arana a un papel secundario que, en sus propias palabras, se asemeja más a la de un socorrido “Kleenex” que se usa puntualmente y de manera urgente pero que se puede tirar a la papelera una vez cumplida su función.
Que ya no te vean como un socio serio y fiable es una amarga y dura sensación que acarrea además dramáticas consecuencias. Sin ir más lejos, el sorpaso de tu competidor, EH Bildu, convertido en socio preferente de Pedro Sánchez y en seria amenaza para ocupar la lehendakaritza en las elecciones autonómicas del año que viene.
Esta esquizofrenia política que se ha desatado tras las elecciones del 23-J, en las que el que gana pierde, el que pierde gobierna y el que suma menos ahora es más que antes, le ha hecho creerse al PNV parte también de un bloque que se autodenomina progresista y de izquierdas. Este despiste, veremos si transitorio, afecta incluso a un partido que siempre se las ha dado de serio y fiable.
La imagen de líderes imperturbables, que llevaban a gala la “palabra de vasco”, se ha visto sorprendentemente alterada por un Andoni Ortuzar que no ha tenido inconveniente en parecer un felino doméstico. Como esos gatos que de vez en cuando llevan un pájaro o un ratón muerto a su dueño para que vea su eficacia y premie sus dotes depredadoras. “¡Nosotros hemos arruinado la posibilidad de que Feijóo pueda ser presidente!”. “¡El PNV es quien ha impedido un gobierno de derechas!”. Para que veas.
Para ganarse los favores de Pedro Sánchez hay que ser cada vez más radical
Los de Ortuzar han entrado en una competición que van a perder seguro. Porque para ganarse los favores de Pedro Sánchez hay que ser cada vez más radical. Hay que tener como interlocutor un prófugo como Puigdemont o como Marta Rovira, un condenado por pertenecer a ETA, sediciosos indultados y así. De lo contrario no pasas de “Kleenex”.
Sánchez, por necesidad, tiene una estrategia clara: rodearse de fuerzas más radicales para parecer moderado ante su electorado. Y el PNV de malote de izquierdas es como un Cristo con dos pistolas. No se lo cree nadie.
Así que todo apunta a que Pedro Sánchez podrá formar gobierno con Sumar y toda la larga ristra de partidos nacionalistas e independentistas catalanes y vascos. Podríamos recuperar las crónicas y artículos escritos años atrás para explicar cuáles son las razones que unen a tan dispares formaciones y seguramente no nos equivocaríamos.
“Con Bildu no pactaré y con Podemos no podría dormir”, decía entonces el líder del PSOE. Pero pactó y durmió a pierna suelta. No es el caso de la próxima legislatura. Ahora se dan ya por superados los escrúpulos con Bildu y las incomodidades con Podemos, entre otras cosas porque los de Pablo Iglesias se han convertido en algo que ya no le quita el sueño a Sánchez.
El salto que el líder socialista prepara ya está, con el puénting, en la lista de los deportes de altísimo riesgo. De hecho siempre negó que fuera a lanzarse de semejante altura. “Nunca pactaré con partidos independentistas que pongan en riesgo la unidad de nuestro país”. Pero saltará. Y nosotros con él.
Y Cándido Conde Pumpido desde el Tribunal Constitucional nos dirá que tranquilos, que no pasa nada, que el vértigo de las reformas para cambar estatutos de autonomía y posibilitar consultas de autodeterminación nos va dar tanto gustirnín que no vamos a olvidarlo en nuestra vida.