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Empate catastrófico 

Los resultados electorales de ayer dibujan el peor escenario posible. Un empate catastrófico entre la derecha (PP y VOX) y el resto de partidos capaces de reeditar un nuevo Frankenstein entre formaciones de izquierda, nacionalistas e independentistas vascos y catalanes.

Queda claro que si el PP quiere gobernar en España tiene que conseguir mayoría absoluta. De lo contrario siempre tendrá al PSOE dispuesto a pactar con quien le dé su apoyo al precio que sea. Y eso es lo que ha pasado y eso es lo que convierte el resultado del PP en lo que se conoce como una amarga victoria y el del PSOE en una dulce derrota.  

Se abre ahora un periodo de absoluta incertidumbre para España. Y tiene lugar en un momento muy complicado desde el punto de vista económico. Las dudas no son buenas para los mercados ni las inversiones, pero la gobernabilidad de nuestro país se acaba de convertir en un gigantesco signo de interrogación.

Alberto Núñez Feijóo, vencedor de los comicios con 136 escaños y ocho millones de votos, entiende que es su derecho y su obligación iniciar los contactos con el resto de fuerzas, especialmente con el PSOE de Pedro Sánchez, 122 escaños y más de siete millones y medio de votos.

Feijóo ha ganado pero Sánchez no ha perdido

El líder del PP apela a un principio que siempre se ha cumplido en democracia: permitir que gobierne la formación ganadora de las elecciones. Lo contrario, asegura Feijóo, sería bloquear la gobernabilidad del país. 

Pero sospecho, igual que muchos españoles, que Pedro Sánchez no piensa igual. Feijóo podrá iniciar las consultas para tratar de salir investido presidente, pero ni los escaños de VOX (33) ni los dos que UPN y Coalición Canaria pudieran aportarle suman los 176 necesarios.

Feijóo ha ganado pero Sánchez no ha perdido. Una endiablada situación que obliga al actual inquilino de la Moncloa a firmar pactos que parecen imposibles: con EH Bildu y el PNV, que se disputarán la supremacía en unos meses en las autonómicas vascas; y con ERC y Junts, enfrascados en sus particulares batallas independentistas. Es decir, que serán Arnaldo Otegi y Carles Puigdemont quienes tendrán que facilitar la investidura de Pedro Sánchez.  

El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijoo. EFE/Javier Lizón

El fugado a Waterloo y perseguido por la Justicia española puede que tenga en su mano el futuro Gobierno de nuestro país. Una broma demasiado pesada para una sociedad cansada de enfrentamientos, de disparates y de mentiras. El precio a pagar por estos apoyos será tan obsceno que nadie, y menos Pedro Sánchez, se atreverá a reconocerlo públicamente.

Puede que enmascararlo le sirva para conseguir la investidura, pero lo acabaremos descubriendo más pronto que tarde: un proceso constituyente que modifique las reglas de juego y permita la celebración de sendas consultas de independencia en Cataluña y el País Vasco. 

No deberíamos descartar tampoco que los independentistas de Junts tengan la tentación de generar tal situación de caos que nieguen su apoyo a Sánchez e impidan su investidura en aplicación de la táctica de “cuanto peor, mejor”. Bloquear la gobernabilidad de España y demostrar que son ellos quienes deciden si hay o no nuevas elecciones generales no tiene precio. Veremos. 

Un empate catastrófico que pone las cosas muy difíciles tanto a Pedro Sánchez como a Alberto Núñez Feijóo. Al primero porque sus alianzas serán cualquier cosa menos un proyecto de país y estará otra legislatura atado de pies y manos a expensas, ahora más, del independentismo.

Y al segundo porque, caso de no conseguir gobernar, deberá ir pensando en una transición rápida y lo más inocua posible en la figura de Isabel Díaz Ayuso. De poco sirve ganar las elecciones si no puede impedir que Frankenstein vuelva a ponerse al volante del país.   

Muchas son las razones que han generado este empate catastrófico que las empresas de demoscopia no detectaron. Se puede echar la culpa a las coaliciones del PP con VOX en Valencia y Extremadura, a las expectativas creadas tras las elecciones municipales, al fuerte apoyo recibido por el PSOE en Cataluña y al no tan fuerte del PP en Andalucía.

Pero si este empate es nefasto para los intereses de España se debe sobre todo a quienes trabajan sin descanso para que las dos fuerzas mayoritarias, que representan al 64% del electorado, no se pongan de acuerdo siquiera para evitar que un golpista, prófugo de la justicia, decida por todos.