Montesquieu en Cibeles
El gobierno se había tomado muchas molestias en silenciar la convocatoria de más de 100 organizaciones ayer sábado en Madrid hasta que Pedro Sánchez euforizado por su book de fotos con Macron durante la cumbre hispano-francesa de Barcelona del pasado jueves comparo, en rueda de prensa, la manifestación independentista de Barcelona con la convocatoria de Madrid y se cargó la estrategia mediática de Moncloa que pretendía que la convocatoria de ayer pasara sin pena ni gloria.
Sánchez quería situarse como equidistante entre separatistas y constitucionalistas pero el centro no puede ser, jamás, el medio camino entre la constitución y la ruptura, entre la sedición que lleva al caos y la decadencia y el respeto a la ley que da pie la estabilidad y a la certidumbre de un futuro mejor.
La centralidad es apoyar lo que Auguste Comte resumió en su “orden y progreso” y esa idea se concentraba ayer frente a Sánchez y sus desmanes que ponen en riesgo el estado de derecho y en consecuencia encaminan a España a un futuro incierto y difícil.
Sánchez al comparar las concentraciones se situó a medio camino entre Mayor Oreja y Otegui pero mintió, él esta cerca de Otegui con el que gobierna en España y en la Comunidad Foral Navarra.
Sánchez al poner en pie de igualdad ambas concentraciones puso de manifiesto que su visión del estado de derecho es como dijo Rodríguez Zapatero refiriéndose a la nación española “un concepto discutido y discutible”.
Sánchez debe hacer política y tomar decisiones, para eso es presidente del Gobierno, pero eso no le avala para entregar España a sus enemigos –ERC, Bildu o el BNG-, ni destruir los contrapoderes -como el constitucional-, ni manipular las instituciones -Tribunal de cuentas-.
Su misión como gobernante es precisamente la contraria, garantizar el mantenimiento de la separación de poder, reforzar las instituciones, dar garantías y certidumbres.
Los convocantes acertaron al dejar la lectura del manifiesto en manos de una catalana, Julia Calvet, líder de un grupo estudiantil, que desde S’ha Acabat se enfrenta y sufre cada día, en los campus de las universidades públicas catalanas el resultado de las políticas de Sánchez: los socios de Sánchez acosan desde la complicidad silente de las instituciones y los medios de comunicación catalanes a los jóvenes como Calvet que defienden el pluralismo, la libertad de expresión y, en consecuencia, la constitución en Cataluña.
Sánchez no es equidistante entre Calvet y sus acosadores, es socio, aliado, amigo y avalador de los que agraden a Calvet.
La España que cree en sí misma, en la separación de poderes y que respeta la pluralidad se citó donde la delegación del gobierno en Madrid de Sánchez les dejo, en Cibeles, y Feijóo creyó que era mejor estar ahí pero solo un poquito, así que delegó en otros dirigentes de su partido la presencia del PP.
Es un error, y no un error puntual, hace unos meses, cuando los catalanes defensores de la libertad, la observancia de la ley y del bilingüismo se manifestaron en Barcelona Feijóo también envió a sus ayudantes y él se quedó en casa. La estrategia parece clara: me opongo pero solo un poquito no sea que me tachen de radical.
En unos meses Feijóo se preguntará por qué los que estuvieron en las manifestaciones de Barcelona y de Cibeles no le votaron y la respuesta será que el centro no es ponerse de perfil sino tener claras tus convicciones. La centralidad política siempre está al lado del estado de derecho y de la separación de poderes, una vez más Feijóo perdió ayer una oportunidad.