Un Ministerio para el castillo de naipes de Pedro Sánchez
La política desarrollada por Pedro Sánchez y la que nos queda por ver –esperemos que no por mucho tiempo–, nos está ofreciendo tantas extravagancias que esta sería una más y desde luego no la más reseñable. La de que, para poder llevar a cabo la enorme cantidad de puntos en que se desglosa todo lo que ha prometido Pedro Sánchez en los acuerdos con los partidos que conforman la mayoría parlamentaria en el Congreso, el presidente del Gobierno necesitará algo así como un “Ministerio del castillo de naipes”, donde se reúnan todas las comisiones que aparecen mencionadas en dichos acuerdos: comisiones para deliberar, para decidir, para verificar.
Algo que no sería problema para Sánchez, todo lo contrario, conocida su afición a engrosar hasta el delirio la mesa del Consejo de Ministros, de modo que, para verse las caras entre sí, los miembros del gobierno que ocupen los extremos de la mesa necesitarán unos prismáticos.
Con todos los acuerdos ya firmados para la investidura, los “rompespañas”, que son los dos partidos nacionalistas catalanes y sus homólogos vascos, junto con el PSOE sanchista y el Sumar yolandista, se han ofrecido a sí mismos la mayoría necesaria para volver a convertir a Pedro Sánchez en presidente y a Yolanda Díaz en vicepresidenta del Gobierno. Misión cumplida. El desmantelamiento de España sería algo que tendríamos que ir describiendo a partir de ahora a medida que esos acuerdos se vayan desarrollando, uno tras otro o simultáneamente todos ellos.
El PNV, por ejemplo, ha puesto plazo cerrado para ello: año y medio o dos años, según se trate de unos u otros de los puntos firmados con el PSOE, a cuál más complicado o enrevesado, por la cantidad de factores que entran en juego en todos ellos. Y Junts ha puesto como condición (asumida también por el PSOE de Sánchez) la presencia de un verificador internacional que dé cuenta de los acuerdos, como si estuviéramos ante un tratado internacional entre dos naciones, Cataluña y España, en pie de igualdad: pasmoso.
De lo acordado con EH Bildu, en cambio, no sabemos nada: mejor no saber, se trata de algo hablado entre ellos, en esos conciliábulos siniestros en los que han participado la Yoli, el Cerdán, el Rufián, el Matute, el Otegi, la Aizpurúa y vete a saber quiénes más y lo que habrán hablado entre ellos sobre cómo ir desmontando poco a poco lo que entendemos por España.
Pero hoy les quiero traer un mensaje tranquilizador, después de tanta zozobra que hemos vivido estos últimos días. Y es que no se preocupen. Les quiero decir que estando Sánchez de por medio no hay nada que temer. Nada se cumplirá, nada se ejecutará, nada se llevará a la práctica porque este individuo no está configurado genéticamente para nada sólido. Todo se quedará en un castillo de naipes conformado por acuerdos sobre el papel, llenos de puntos, plazos, condiciones y comisiones, llenos, en fin, de firmas, pero sin sustancia ninguna. España les queda demasiado grande a todos estos aprendices de pirómano-bombero.
España les queda demasiado grande a todos estos aprendices de pirómano-bombero.
En primer lugar, porque son acuerdos firmados entre partidos, no entre gobiernos (me refiero al del Estado, por un lado, y a los de las comunidades autónomas, por otro). El PSOE, además, tiene un socio que no ha firmado, que sepamos, los acuerdos con los nacionalistas y con el que va a tener que gobernar, que es Sumar.
El único acuerdo que se va a someter a consenso entre todos los “rompespañas” va a ser el de la amnistía, que es la verdadera madre del cordero que explica la investidura (que no la legislatura, ese es otro cantar) de Pedro Sánchez y que no se va a presentar hasta que todos los que apoyan a este den su visto bueno. Suponemos que todos estarán de acuerdo y no van a poner ninguna pega: despenalizar el golpe de Estado en Cataluña para independizarse de España. Algo que se podría repetir en adelante sin temor a ninguna represalia legal. Lo mismo que en el País Vasco. Menuda bicoca.
El PNV, para conseguir la ejecución de los acuerdos firmados, lo tendrá, en principio, más fácil, ya que gobierna con el PSE en el País Vasco (la federación vasca del PSOE, la más declaradamente sanchista de todas, con Patxi López a la cabeza). Incluso se permiten decir en su acuerdo lo que se va a conseguir también para Navarra, y eso que en Navarra el PNV es un partido residual, donde EH Bildu le saca varios cuerpos de ventaja. Y luego fíjense que las verificaciones del acuerdo serán llevadas a cabo en reuniones periódicas entre Pedro Sánchez y el lehendakari Urkullu.
El hecho de que asista Sánchez se comprende por qué es también el presidente del partido, pero ¿en el caso del PNV? ¿No habíamos quedado en que era una bicefalia y que los acuerdos del partido los firmaba el presidente del partido, Andoni Ortuzar, como efectivamente así ha sido? Pero es que en realidad quien manda en el PNV es Iñigo Urkullu y así hay que entender todo lo que hace ese partido: una cosa es lo que dicen y otra muy distinta lo que hacen. El cumplimiento de los acuerdos lo supervisará Urkullu, no el que los ha firmado, que es Ortuzar.
Sería divertido de verdad lo que ocurra a partir de ahora, si no fuera por el drama que están representando de intentar echar abajo una nación de siglos donde se oficializó por primera vez un idioma (con la Gramática castellana de Nebrija en 1492) que hoy tienen como lengua materna 600 millones de personas en todo el mundo. Pero no se preocupen ni lleven más allá de lo necesario la santa indignación que nos está produciendo el patético espectáculo al que estamos asistiendo. Esto no va a durar. Y no va a durar por la sencilla razón de que los acuerdos son a tantas bandas y son tantas las concesiones firmadas en ellos, que ni en cuatro legislaturas enteras habría posibilidad de cumplirlos todos.
Ha sido como una suerte de bacanal de peticiones, un auténtico empacho de reclamaciones, un festín de competencias asumidas a futuro, un laberinto de comisiones, de inversiones anunciadas, de dinero contante y sonante por el medio, de condonaciones de deuda, de obligaciones a corto plazo, de modificaciones de leyes orgánicas y hasta de reformas de la Constitución, ya que exigiría, entre otras, introducir el término “naciones” en lugar de “nacionalidades” del artículo 2. Un listado de esa magnitud no habría gobierno en el mundo que fuera capaz de cumplirlo en el espacio de una sola legislatura. Así que no se preocupen. Los veremos caer. Porque además de la tufarada de condiciones incumplibles a corto y medio plazo que exhalan todos esos acuerdos, está el propio carácter de Sánchez.
El colmo de los despropósitos es considerar que, encima, vamos a tener suerte porque va a ser Sánchez el encargado de satisfacer las peticiones de los nacionalistas. Un individuo que se contradice a sí mismo con un desparpajo inigualable. Conociéndole, Sánchez seguramente pondrá a pelear a Junts y a ERC, por un lado (acabo de leer algo sobre eso), y al PNV y a EH Bildu, por otro. Para obligarles primero a que se pongan de acuerdo entre ellos, si es que son capaces, que no lo van a ser, porque nunca lo fueron.
Sánchez seguramente pondrá a pelear a Junts y a ERC, por un lado (acabo de leer algo sobre eso), y al PNV y a EH Bildu, por otro
Gracias a este acuerdo de Sánchez con todos los “rompespañas” hemos tenido el privilegio de conocer por fin la verdadera imagen de los nacionalistas, su verdadera sustancia, acudiendo ansiosos, como a un panal de rica miel, sabiendo que de primeras podían sacar todo lo que llevaran previsto. Lo quieren todo, no conciben la posibilidad de que “todo” no se puede obtener porque España también es una nación, con la misma legitimidad, al menos, que la que ellos proponen para las suyas respectivas, y sobre todo con mucha más sustancia histórica y con una trascendencia mundial irrefutable. Hasta tal punto esto es así que no se conoce un nombre para definir el monstruo que quedaría de España si País Vasco y Cataluña se desgajaran.
Todo lo que hemos visto estos días y que tanto nos ha indignado a tantos, lo veremos caer, por la sencilla razón de que dar satisfacción a todos no solo va a ser materialmente imposible en el corto periodo de tiempo que se han marcado, sino porque Sánchez nunca cumplió la palabra dada y tampoco la va a cumplir ahora y además lo va a enredar todo para hacerlo inmanejable.
Y cuando los partidos nacionalistas quieran poner dentro de poco una moción de censura para tumbar a Sánchez, porque pasan los meses y no cumple lo que prometió y firmó, entonces necesitarán que PP y Vox voten también a favor de la moción. Y entonces veremos qué pasa. Porque hasta podremos ver a un Sánchez políticamente agonizante pero aferrado al poder, porque nadie se pone de acuerdo en echarle. En todo caso, veremos también hasta dónde llega su “baraka”. Lo veremos todo, no se preocupen. Lo veremos todo.